Economista. Miembro del Consejo Editorial de elEconomista.es

Tras la incertidumbre generada por la victoria del presidente Trump en Estados Unidos y el agotamiento derivado del exigente marco regulatorio planteado por la Unión Europa, hablar de sostenibilidad, criterios ESG, y finanzas sostenibles puede parecer ingenuo en este momento, pero los mercados siguen mostrando un fuerte apetito por la financiación de este tipo de iniciativas. Asimismo, los responsables políticos, reguladores y supervisores, el sector privado y la sociedad civil continúan compartiendo el objetivo común de lograr una transición justa hacia una economía de cero emisiones netas. De hecho, la tragedia provocada por la DANA en Valencia es un exponente que debe servir de ejemplo para seguir invirtiendo en medidas de mitigación y adaptación al cambio climático. Por ello, un marco político claro, creíble y coherente es una condición esencial para movilizar el capital privado hacia proyectos que traten de limitar el calentamiento global.

En los últimos años hemos sido testigos de cómo el cuidado de la salud y la búsqueda del bienestar se han convertido en tendencia, acaparando la atención desde conversaciones privadas y titulares mediáticos al discurso político. Se vive más tiempo y se quiere vivir mejor; y –aparentemente– se sabe cómo hacerlo, entendiendo que “llevar un estilo de vida saludable” abarca mucho más allá que la salud puramente física. Se hacen grandes esfuerzos por tener una alimentación sana, dormir bien, descansar la mente y hacer deporte y, por fin, se ha empezado hablar abiertamente y a priorizar la salud mental como pilar fundamental para el bienestar. Sin embargo, en medio de esta fiebre contemporánea por el cuidado de las personas, la salud financiera sigue siendo una asignatura pendiente, siempre relegada a un segundo plano.

Tras ocho años observando y, hasta cierto punto, participando en el devenir de la industria bancaria en España y en Europa, es oportuno hacer una síntesis de la transformación de la industria bancaria y cuál es el rol que la banca puede jugar por financiar las necesidades futuras de España.

La educación financiera desempeña un papel crucial a la hora de capacitar a las personas a tomar decisiones informadas sobre su dinero y proporciona la base para comprender conceptos financieros básicos como el presupuesto, el ahorro, la inversión y la gestión de las deudas. Al enseñar a las personas a gestionar eficazmente su economía, la educación financiera puede ayudarles a alcanzar sus objetivos a corto plazo, como la compra de una vivienda o el pago de deudas, así como objetivos a largo plazo, como la planificación de la jubilación.

Mucho se habla de los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) y, mas aún se habla de la necesidad de cuidar nuestro planeta frente a las consecuencias adversas del cambio climático, por lo que, en una buena parte de ocasiones, la 'E' emerge como un factor central en el debate sobre la sostenibilidad. Sin embargo, cada vez es más evidente que para avanzar como sociedad de una manera equilibrada es fundamental encontrar la combinación perfecta de los tres criterios. Un desafío que no es nada fácil de diseñar y mucho menos de ejecutar.

Es necesario que los ciudadanos tengan la capacidad de participar en las decisiones económicas y sociales que afectan a su bienestar a cambio de una conducta responsable en la sociedad en la que viven. Sin embargo, muchos de ellos se quedarán al margen de lo que debería ser un derecho irrenunciable si no logran una adecuada capacitación en temas económicos y financieros.

Juan Carlos Delrieu

Como anunciaban todas las encuestas, el candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, según el conteo rápido del Instituto Nacional Electoral y con más del 60% de las actas capturadas, ha ganado las elecciones con el 53% de los votos registrados. Un resultado abrumador propiciado por una población hastiada de vivir en un país en el que la inseguridad y la violencia, la corrupción y la impunidad, la desigualdad social y la ineficacia gubernamental, lastran todo su potencial.

Juan Carlos Delrieu

El panorama económico en México parece inmutable. La economía creció un 2,2% en 2017, por encima de lo previsto a inicios de año (aunque muy por debajo del crecimiento potencial, que se estima en porcentaje superior al 4%). Para este año, ni la incertidumbre derivada de las próximas elecciones presidenciales ni las secuelas causadas por los terribles daños naturales, parece poner en riesgo que la economía mexicana pueda volver a crecer cerca del 2%. Un escenario que puede generar una cierta complacencia, pero que esconde que México se enfrenta una vez más a un conjunto de políticas contrapuestas sobre las que parece existir un punto de equilibrio muy inestable.