Pelar un ajo deja un olor indeseable en las manos. De ahí la infinidad de trucos en Internet que intentan evitarlo. De la misma manera, freír sardinas deja un tufo insoportable en la cocina. Y muchos de los guisos que nos llenan los ojos y el estómago implican cierta complicación, además de los consabidos y persistentes efluvios. Por si esto fuera poco, los gurús del interiorismo han decidido que es mejor anejar la cocina al salón, por aquello de que uno más uno pueden ser dos y medio. Y como nadie quiere ver la pila rebosante de cacharros o las mondas de patata en la encimera desde el sofá, esta nueva tendencia se ha sumado a los hechos anteriores arrojando una única conclusión: cada vez cocinamos menos.

Director creativo en La Salle Campus Madrid