comienza la partida de la gobernabilidad
No hay mus. Las cartas son las que son y toca trabajar por una mano ganadora. Los escaños se escrutan, sentados ya en la mesa de juego. Habrá que calentar la partida. Los contendientes se lanzan alguna pulla indecorosa sobre la falta de decoro. Unos piojos y unas cuantas corbatas después, las miradas de desconfianza tejen un manto de líneas rojas. Ceños fruncidos. Disimulos. Distracciones.