
John Reed resumió en sus 'Diez días que conmovieron al mundo' aquel octubre de 1917 que alumbró la Revolución Rusa. Ese fascinante relato, considerado con plena justicia como la crónica periodística más influyente de la historia, sirve de inspiración para titular los cien días que han transmutado el mapa español de las telecomunicaciones. No se recuerda hasta la fecha tanta coincidencia de acontecimientos en el sector en tan poco tiempo. Con precisión, han sido 104 las jornadas transcurridas desde la irrupción de Saudi Telecom en el capital de Telefónica hasta la autorización explícita del Gobierno a la Sepi para adquirir hasta el 10% de la teleco.
Los referidos cien días -que igualmente viene a ser el periodo de gracia que tradicionalmente se concede a los políticos para valorar las primeras acciones u omisiones-, también delimitan el baile de un primer accionista de Telefónica a otro. De hecho, STC goza de tal consideración tras adquirir el 9,9% de la teleco por 2.100 millones de euros, entre títulos con pleno derechos políticos (4,99%) y derivados de acciones (5%). Ese liderazgo en el capital de la multinacional pasaría a manos públicas en cuanto transite de las musas al teatro el reciente anuncio de intenciones aprobado el pasado martes por el Consejo de Ministros. Eso ocurrirá en cuanto la Sepi formalice la compra de acciones de la "empresa más estratégica del país", según palabras del Ejecutivo, con un porcentaje que aún está por conocer.
La trascendencia del movimiento invita a la controversia, ya que supone un viaje al siglo pasado, de más de 10.000 días atrás, cuando el Estado participaba en la compañía de telecomunicaciones, previa a la privatización de 1997. El debate está servido: una parte del mercado rechaza las injerencias públicas en el ámbito empresarial, otra las asume sin rechistar y la gran mayoría contempla perpleja el 'Juego de Tronos' que en los próximos días se reproducirá en el accionariado y consejo de administración de Telefónica.
En los tres últimos meses, el grupo que preside José María Álvarez-Pallete ha comprobado en sus propias carnes que "tras la tormenta viene... otra tormenta". De esa forma, ha compaginado los preparativos de su primer centenario -que celebrará en abril de 2024- mientras ejecutaba otros tres hitos también memorables: ha presentado el plan estratégico que guiará sus pasos durante el próximo trienio; ha reducido 3.421 puestos en su plantilla en España, un tercio menos de lo inicialmente anunciado (5.100 puestos), en lo que algunos califican como el plan de prejubilación más generoso de la historia de la compañía; y también ha pactado con los sindicatos la semana de 36 horas en la organización, movimiento que promete contagiarse entre otros gigantes del Ibex.
En el mismo marco temporal, Vodafone España ha conocido bruscamente al fondo Zegona, su nuevo dueño. El retorno del fondo británico a España promete batalla en un negocio que había enterrado el hacha de guerra de los precios. Nada de eso. El próximo curso, la nueva Vodafone promete agitar el avispero, sin descartar nuevas adquisiciones.
También Orange España y el Grupo MásMóvil han movido las piezas decisivas para que Bruselas autorice una fusión hasta ahora encasquillada. También Digi ha dado el paso al frente para convertirse en el futuro cuarto mayor operador del país, en calidad de comprador de las frecuencias y capacidades excedentarias.
El Gobierno también ha materializado el spin off del antiguo Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital para conceder una cartera propia a la Transformación Digital. Esa promoción institucional pone de relieve el valor estratégico de un sector de actividad sobre el que se sustenta la digitalización y el progreso del país. También, en el ámbito de las infraestructuras de telecomunicaciones, la apuesta del Gobierno por el Programa UNICO Redes activas, comprometido en extender las bondades del 5G rural en la España semi vaciada, merece un espacio destacado entre los mayores logros del pasado otoño. Los frutos de las ayudas públicas de 544 millones se apreciarán en los municipios de menos de 10.000 habitantes, con la universalizar la conectividad móvil, situará a España como líder destacado en Europa en el despliegue de la nueva súper banda ancha.
¿Y ahora qué?
La importancia de todo lo sucedido en los últimos días se evidenciará en las próximas semanas con la creación de un nuevo orden en el sector. No es exagerado anticipar un cambio de paradigma en cuanto Bruselas apruebe la fusión de Orange-MásMóvil, ya que promete acelerar la consolidación en un mercado con la mirada estrábica. Hasta ahora, un ojo regulatorio contemplaba la necesidad de reforzar a los operadores del continente, mientras que el otro velaba por mantener el número de jugadores, sin menoscabar la oferta de elección de los consumidores. En el futuro inmediato, una vez abierta la espita en España, los operadores de telecomunicaciones deberían considerar la compra de rivales como una opción más para garantizar el futuro y estabilidad de sus negocios. El grueso de las inversiones en fibra óptica y telefonía 5G ya está superado, pero ahora falta aterrizar ese esfuerzo para impulsar los servicios asociados a la conectividad, entre ellos, la industria 4.0 y la imparable y bendita hiperconectividad.