
Hace un año, Twitter dominaba con puño de hierro el sector del 'microblogging', los mensajes cortos de 500 palabras o menos. Pero cuando Elon Musk ofreció 44.000 millones de dólares para comprar la red social del pájaro azul, el magnate tecnológico no se dio cuenta de lo que acababa de hacer: abrir la caja de Pandora. Un año después, el Twitter de Musk se enfrenta a cuatro rivales clónicos que quieren tumbar al original y reinar sobre su sector: Mastodon; Threads, de Meta (Facebook); BlueSky, de Jack Dorsey, fundador de Twitter; y Truth Social, de Donald Trump. El resultado es una división inédita del sector en varias redes casi iguales, pero con suficientes diferencias como para que ninguna pueda reinar sobre las demás.
La red original, Twitter, se ha transformado de forma notable desde que Musk está al frente. Detrás de ello están dos grandes decisiones. La primera fue abrir la puerta a miles de usuarios que habían sido expulsados por comentarios racistas, conspiranoicos, de extrema derecha o que incitaban a la violencia, alegando que su expulsión equivalía a "censurar a las voces conservadoras". El regreso de figuras polémicas y extremistas y el aumento de los mensajes de odio ahuyentó a los anunciantes, creando un agujero en las cuentas de la empresa.
Para intentar compensarlo, su gran segunda decisión fue eliminar la verificación a los usuarios notables que demostraran ser quien decían ser, como forma de garantizar la veracidad de sus mensajes, y ofrecer en su lugar un servicio de suscripción de pago. El resultado, al principio, fue caótico, porque cualquiera podía comprar una 'marca de verificación' y fingir ser quien quisiera, ya que Twitter ya no comprueba que el nombre de usuario de la cuenta se corresponda con su dueño real. Pero, además, algunos de los servicios que hasta entonces eran gratuitos, como Tweetdeck, pasaron a ser de pago, empeorando la experiencia de muchos usuarios de largo recorrido.
Aprovechando esa sacudida, varios rivales aparecieron de la nada para intentar llevarse a esos usuarios. El principal enemigo de Twitter parece ser ahora Threads, de Meta. La nueva plataforma, unida a Instagram, ha logrado 100 millones de usuarios en apenas cinco días, una cuarta parte del número de usuarios de Twitter (401 millones) y que ha dejado en la cuneta, por ejemplo, a ChatGPT, que tardó dos meses en alcanzar ese número. Detrás de ella están numerosos exempleados de Twitter, despedidos por el propio Musk a los pocos días de comprar la red. El magnate, furioso al descubrir las consecuencias de sus propios actos, lleva varios días atacando al dueño de Facebook, Mark Zuckerberg, retándole a un combate de boxeo o a un concurso de "medición de penes", entre otros.
Sin embargo, la red social tiene varias debilidades. El uso que Meta hace de los datos de los usuarios y su relación con Instagram ha impedido su lanzamiento en la Unión Europea, ya que violaría las leyes comunitarias de protección de datos. Además, la lista de mensajes no está ordenada de forma cronológica ni ciñéndose a los usuarios que sigue cada persona, sino que mezcla mensajes y recomendaciones de forma aleatoria en base a un algoritmo; y la red no incluye una sección de noticias, dado que la compañía quiere mantener el espíritu de Instagram, más orientado al estilo de vida, los influencers y los asuntos más personales.
Los periodistas y los obsesos de la actualidad han preferido, por el momento, mirar a Mastodon, una red descentralizada y sostenida por los propios usuarios, pero mucho más compleja de usar. Su cifra de usuarios es bastante baja, de apenas un millón, pero la gran mayoría de ellos están enfocados a la actualidad y la información, convirtiéndola en un nicho atractivo para los que decidieran huir del 'caos Musk'.
Y uno de esos arrepentidos es Jack Dorsey, fundador de Twitter, que hasta hace dos años consideraba a Musk "la mejor solución" para los problemas que arrastraba la red del pájaro. Hasta tal punto llegaba su confianza que le 'perdonó' 1.000 millones de dólares al hombre más rico del mundo, aceptando que convirtiera sus acciones de Twitter en acciones de X, la firma en la que Musk integró la red social, en vez de pagarle el valor que le habría correspondido por ellas.
Sin embargo, tras ver la ristra de decisiones de su nuevo dueño, Dorsey admitió que Musk "no" era la persona adecuada para hacerse cargo de Twitter, y dijo que ni el multimillonario debía haber hecho su oferta de 44.000 millones por él, ni la junta directiva debía haberla aceptado.
Para compensar su error, Dorsey está trabajando en un nuevo clon: BlueSky, nacido en 2019 como un proyecto interno para crear un "Twitter 2.0" descentralizado y que ahora se ha convertido en un rival. Por el momento está en 'beta', ya que, al contrario que Meta con Threads, Dorsey ha preferido esperar a que todas las funciones estén completas antes de lanzarlo al público. Sin embargo, ya hay casi dos millones de usuarios en lista de espera, lo que indica que hay un claro interés por la red.
A ello se suma, en un nicho muy concreto, Truth Social, la red creada por Donald Trump para atraer principalmente a usuarios conservadores que habían sido expulsados por la 'vieja' Twitter, como el propio expresidente estadounidense. Tiene solo unos dos millones de usuarios, pero su perfil es tan homogéneo que atrae a numerosos anunciantes que saben perfectamente a quién se dirigen en esta red: está valorada en unos 500 millones de dólares.
Esta avalancha de competidores en un sector que parecía monopolizado por Twitter es algo casi inédito en un mundo, el de los gigantes de internet, en el que prácticamente cada sector está dominado por una gran firma. Las decisiones y errores de la red han permitido que diversos grupos de usuarios se marchen en busca de un Twitter distinto, más enfocado a ellos. Por el momento, no se sabe si alguno de los actuales rivales logrará reunir de nuevo a todos esos grupos escindidos bajo un mismo techo, o si se abre una era de competencia inédita.