
Hace justo un año, Elon Musk propuso retirar su oferta de 44.000 millones de dólares por Twitter. Lo suyo fue un "control+zeta" fallido, un hago y no deshago sin éxito. Aquel 8 de julio de 2022, el hombre más rico del mundo empezó a maldecir el arrebato empresarial perpetrado meses atrás. Desde entonces, el magnate viene coleccionando sinsabores mediáticos y errores de bulto para justificar una inversión que ayer superaba en un 7% la capitalización de la compañía.
Como un dragón en un museo de cerámica, el empresario sudafricano sumó destrozos a cada paso, desde el pago anual de cien dólares por lucir el distintivo de verificación oficial, hasta la reciente limitación de 600 tuits al día para la mayoría de los usuarios.
También duelen los miles de despidos improcedentes de directivos y empleados -todos ellos de altísima cotización- que en los últimos días se han alistado a las filas de Threads, la red social que esta semana ha estrenado Meta en un centenar de países. "Arrieritos somos y en el camino nos encontraremos", debieron responder con otras palabras muchos de los afectados tras recibir el correo electrónico de despido.
"Arrieritos somos y en el camino nos encontraremos", debieron responder con otras palabras muchos de los afectados tras recibir el correo electrónico de despido
Los vientos sembrados por Musk se han convertido ahora en un ciclón en la sede de Meta, donde Mark Zuckerberg ha ejecutado un golpe que promete malherir a Twitter. "Creo que debería existir una aplicación de conversaciones públicas con más de mil millones de usuarios. Twitter ha tenido la oportunidad de hacerlo, pero no lo ha logrado. Espero que nosotros lo hagamos", explicó el fundador de Facebook. Ese mensaje se propagó a velocidad viral tras el anuncio de la puesta en funcionamiento de la aplicación más descargada del momento, con más de 70 millones de usuarios en las 24 primeras horas de actividad. En una jugada maestra, que en breve se analizará en las escuelas de negocio, la nueva red social de Meta nace con 2.000 millones de potenciales usuarios, tantos como las cuentas operativas de Instagram (propiedad de Meta), plataforma con la que Threads mantiene una conexión directa. El servicio, que se entiende en 30 idiomas, se hará esperar en Europa, debido a la regulación comunitaria sobre el uso y gestión de los datos personales de los ciudadanos europeos. La amenaza de Meta a Twitter es descomunal, sin comparación con lo que en su momento pudo esperarse de otras redes igualmente federativas como Mastodon.
Ayer trascendió el movimiento de alfiles de Musk, quien lanzó a un abogado de X Corp, Alex Spiro, del bufete Quinn Emanuel, para amenazar con demandar a la empresa de Mark Zuckerberg. El presunto 'delito' de Meta consiste en la apropiación de secretos comerciales y de propiedad intelectual de la compañía para el desarrollo de Threads. En una carta remitida a Zuckerberg, el abogado tacha a Threads de contratar a decenas de antiguos empleados de Twitter que "tenían y siguen teniendo acceso a los secretos comerciales de Twitter y otra información altamente confidencial" asignándoles "deliberadamente" el desarrollo en cuestión de meses de la aplicación 'Threads', según informa Europa Press.
Parece fácil adivinar que la queja de Musk se diluirá en el limbo judicial estadounidenses, sin más repercusión que el derecho de rabieta. Además, esa imitación de Twitter -sospechosamente transmutado en Threads- podría aplicarse también al Reels, sosias de Tiktok, o las 'Stories' de Instagram, mielgo de Snapchat. Algo tan sencillo como aquello de "copiar una buena idea, también es una buena idea".