Se cumple este fin de semana los tres meses que conmovieron peligrosamente a Indra, tras una de las juntas de accionistas más convulsas de la reciente historia empresarial española. Los sucesos del pasado 23 de junio retorcieron la gobernanza de la compañía más politizada del Ibex, con la implosión de un consejo ahora a punto de recomponerse. En pocas palabras, un representante de Amber Capital, segundo mayor accionista de la tecnológica detrás de Sepi y Sapa, solicitó el cese fulminante de cinco consejeros independientes, además de la no renovación de un sexto miembro en espera de veredicto. La aritmética de los votos respaldó la propuesta y el consejo de administración quedó reducido a la mitad.
Aquel cisma corporativo no salpicó a la actividad de la compañía, que ha mantenido su actividad como si nada hubiera ocurrido en su planta noble, con cifras récord de ingresos y de contratos en cartera y repuntes en sus beneficios semestrales de casi el 20%.
El grupo tampoco cambió el paso con las operaciones corporativas en ciernes, como la posible adquisición de Indra de una participación de control en Industria de Turbo Propulsores (ITP), pese a que en estos momentos puntuales la compra de fabricante vasco de motores aeronáuticos "no esté sobre la mesa". Ya volverá a estarlo y eso ocurrirá más pronto que tarde.
En el periodo interjuntas entre la ordinaria de principio de verano y la extraordinaria -esta última prevista para principio de otoño-, ha dado tiempo para que la empresa transmute su órgano de gobierno, reputación y estrategia. Pasará del último puesto al primero en el ránking de cotizadas más respetuosas con las normas de Buen Gobierno, con seis consejeros independientes, de un total de 14 y con, al menos, cuatro mujeres. También mantendrá la separación de poderes, con un presidente no ejecutivo, Marc Mutra, que se dedicará a tareas institucionales y externas, y con un consejero delegado, Ignacio Mataix, para los asuntos internos y de negocio.
La cotizada transmuta en apenas 90 días su consejo, reputación y estrategia
Según ha podido confirmar este periódico, se impondrán tiempos de estabilidad en la gobernanza, ya que la estructura del consejo de Indra no cambiará en los próximos meses. Éste ha sido el pacto de la empresa con los nuevos consejeros, todos ellos elegidos por una consultora internacional de cazatalentos y posteriormente refrendado por otra firma del mismo ramo. El celo en las formas de selección podría servir de ejemplo para procesos similares.
Ahora más que nunca, los grandes contratos de defensa serán materia de Estado, por lo que parece ingenuo pensar que sólo los negociarán los primeros ejecutivos de las compañías, sin el respaldo de sus respectivos gobiernos nacionales. También abundarán las alianzas y consorcios supranacionales para generar economías de escala ante compromisos de productos y servicios tecnológicos para la defensa de décadas de duración.
De hecho, los principales accionistas de la multinacional se han conjurado para convertir a Indra en la bandera empresarial de España en la industria de defensa. Falta hacía equiparse con nuestros iguales franceses, italianos o alemanes. De hecho, Indra aparece en el puesto 22 del ránking de las 25 mayores empresas europeas de defensa por volumen de ingresos, un escalafón liderado por la británica BAE Systems, la italiana Leonardo y las francesas Airbus, Thales, Dassault Aviation y Safran.
"El momento geopolítico y estratégico es favorable a Indra", probablemente señalará Murtra en la inminente junta de accionistas
Los que interpretan las crisis como oportunidades tienen motivos para referirse a Indra como una empresa cuyo valor bursátil apenas representa la mitad de lo que merece. Por lo pronto, la cotizada debería revalorizarse un 25%, desde los actuales 7,76 euros por título, para alcanzar los 10,35 euros que atesoraba en la jornada víspera de la convulsa junta del verano. Las perspectivas de mejora no son halagüeñas una vez que, sólo en lo que va de septiembre, la empresa ha cedido en bolsa el 0,89% de su valor, en parte arrastrada por la caída generalizada de ayer, con el Ibex en mínimos del año.
Asimismo, la estrategia de la compañía centrada en la tecnología de Defensa y Seguridad ofrece pocos dobleces, una vez que el país está llamado a duplicar su apuesta para cumplir con el reciente pacto de la cumbre de la OTAN. Eso implica dedicar el 2% del PIB en su autoprotección y en la de sus socios o, lo que es lo mismo, entre 10.000 y 12.000 millones de euros de gastos adicionales al año. "El momento geopolítico y estratégico es favorable a Indra", probablemente señalará Murtra en la inminente junta de accionistas.