Política monetaria
- 18/05/2020, 11:36
18/05/2020, 11:36
Mon, 18 May 2020 11:36:54 +0200
Es verdad que la crisis del coronavirus está afectando con mayor intensidad (en términos de PIB) a los países desarrollados. No obstante, el impacto está siendo global, generando una aversión al riesgo en los mercados que afecta sobre todo a los activos denominados en divisas emergentes. Cuando el miedo azota, los inversores suelen buscar refugio en el oro, el dólar o el yen a la par que huyen de activos en divisas menos estables como la lira turca o el real brasileño. Esto genera una brusca depreciación del tipo de cambio de estos países, que a su vez retroalimenta las salidas de capital, reduciendo sus reservas de divisas y dejando poco margen de actuación a su banca central. Mientras que la Fed o el BCE pueden lanzar programas de estímulos casi infinitos sin prestarle demasiada atención a lo que pase con el dólar y el euro (además no suelen sufrir grandes oscilaciones), los bancos centrales de los países emergentes suelen tener las manos atadas, puesto que unas políticas monetarias expansivas (imprimir más divisa nacional) pueden acentuar la depreciación del tipo de cambio y generar una fuga de capital en toda regla hundiendo sus reservas de divisas. Esto es lo que se conoce como la trinidad imposible: la inviabilidad de mantener un tipo de cambio fijo, libertad de movimiento de capitales y una política monetaria autónoma al mismo tiempo.