
El término Sur Global no es nuevo, aunque si ha adquirido un nuevo significado en el contexto económico actual. Lejos de ser una noción obsoleta, se mantiene plenamente vigente como instrumento de análisis para comprender la transformación de amplias regiones de Asia, África y América Latina en actores económicos clave en un mundo cada vez más multipolar. Hablamos de 130 países, que representan al 65% de la población activa mundial y el 35% del PIB medido en términos de paridad de poder adquisitivo.
Desde el punto de vista económico, el Sur Global se encuentra en una posición ambivalente. Por un lado, ha incrementado significativamente su peso en el PIB mundial -especialmente si se mide por paridad de poder adquisitivo- y en los flujos de comercio internacional. Por otro, sigue arrastrando profundas brechas estructurales en productividad, acceso a tecnología, capital humano y financiación para el desarrollo.
En primer lugar, destaca el crecimiento sostenido de grandes economías emergentes como China, India, Indonesia o Brasil, que han pasado a ocupar posiciones centrales en la economía global. También cabe destacar la creciente diversificación del comercio Sur-Sur, con acuerdos bilaterales y multilaterales que ya no dependen exclusivamente de las antiguas potencias industriales. Este tipo de integración horizontal, aunque aún incipiente, ofrece vías de desarrollo más adaptadas a las necesidades locales y con potencial para reducir asimetrías históricas en el sistema económico internacional.
Sin embargo, estas dinámicas positivas coexisten con vulnerabilidades igualmente relevantes. Muchas economías del Sur Global mantienen una fuerte dependencia de las exportaciones de materias primas y productos de bajo valor añadido, lo que las expone a una elevada volatilidad externa. Además, el acceso a financiación sigue siendo desigual; las primas de riesgo elevadas, las exigentes condiciones de los mercados financieros internacionales y el limitado acceso a divisas fuertes restringen su margen de maniobra para invertir en transformación productiva y transición energética.
Uno de los principales riesgos económicos actuales para el Sur Global es el sobreendeudamiento. Más de la mitad de los países de renta baja están en una situación comprometida o cerca de ella, lo que condiciona su capacidad de mantener inversiones públicas en infraestructuras, educación o sanidad. En este contexto, cobra fuerza la reivindicación de una reforma estructural del sistema financiero internacional que permita una distribución más equitativa de recursos y una mayor representación en organismos como el FMI o el Banco Mundial.
Además, cabria contemplar otras soluciones como mecanismos de alivio a la deuda vinculados a compromisos climáticos o la consolidación de bancos regionales de desarrollo, como mecanismos para apuntalar la resiliencia financiera del Sur Global reduciendo su dependencia del Norte. La creciente fragmentación del orden internacional también ha acelerado la búsqueda de autonomía económica por parte de muchos países del Sur Global. La expansión de plataformas como los BRICs, la creación de mecanismos de pago alternativos al dólar y las nuevas alianzas en sectores estratégicos -desde la energía hasta la infraestructura digital- son señales de una voluntad de reequilibrio geoeconómico.
Pese a las diferencias internas -el Sur Global no es un bloque homogéneo-, existe una demanda común: tener mayor voz en la toma de decisiones que afectan a la economía global. Esto no responde únicamente a aspiraciones políticas, sino a una realidad objetiva: sin el Sur Global, no será posible el crecimiento económico sostenible, el acceso a materias primas críticas ni la estabilidad de la economía mundial.
En definitiva, el Sur Global ya no es un actor pasivo de la economía global, ni puede limitarse a recibir recomendaciones externas. Si bien persisten desequilibrios y riesgos relevantes, su transformación en un bloque con influencia económica creciente exige una arquitectura financiera internacional más representativa y funcional. La forma en que el sistema global responda a esta demanda será uno de los principales vectores en el rumbo económico del siglo XXI.