
Uno de los hábitos que más se han popularizado en los últimos años es el llamado "ayuno de dopamina", que básicamente consiste en evitar temporalmente aquellas actividades que nos resultan placenteras como consultar las redes sociales, los videojuegos o, incluso, el contacto social. Según los adeptos de esta práctica, esto ayuda a "desintoxicar" el cerebro, reduciendo la impulsividad, según se recoge en The Conversation.
La dopamina es una sustancia química del cerebro llamada neurotransmisor que se encarga de transportar las señales entre las células nerviosas y ayuda a este a realizar funciones esenciales. Además de controlar las funciones motrices, también está estrechamente relacionada con el estado de ánimo. De hecho, un desequilibro de esta sustancia puede dar lugar a enfermedades como el párkinson, entre otras.
Muchas personas la confunden con la "molécula del placer", no obstante, su función principal no es "hacernos sentir bien", sino anticipar recompensas y motivarnos a actuar. De hecho, algunos estudios demuestran que esta se activa incluso antes de obtener dicha recompensa. También interfiere en el aprendizaje o el estrés, siendo fundamental en procesos como la toma de decisiones o la adaptación al entorno.
La explicación
La idea de este "ayuno" es que, al exponernos constantemente a estímulos placenteros el cerebro se "satura" de dopamina, lo que da lugar a una especia de fatiga, que supuestamente solo se revierte eliminando estos estímulos por un tiempo. Si bien, los científicos advierten de que esto no tiene ningún tipo de base científica, puesto que el cerebro "no se llena ni se vacía", además de que no hay evidencia que confirme que ciertas actividades generan niveles "peligrosos" de dopamina.
Por otra parte, la dopamina no se puede "apagar" de forma voluntaria, por lo que tratar de reducirla puede desencadenar prácticas demasiado estrictas y poco saludables. En realidad, los orígenes de este "detox" fue promovido por psicólogos como Cameron Sepah, como parte de una estrategia conductual, aunque el objetivo más bien era adoptar una estilo de vida más minimalista.
Con todo ello, la realidad es que reducir el uso compulsivo del móvil o el consumo de comida ultraprocesada puede mejorar la calidad de vida, pero básicamente porque regulamos nuestros hábitos que pueden interferir en el bienestar diario y en una mejor gestión del tiempo.
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