
Para muchas personas, por muy abundante que sea una comida y aunque ya haya una sensación de saciedad, siempre queda un "hueco" para el postre. Un equipo de científicos del instituto Max Planck ha estudiado el mecanismo cerebral que explicaría la razón detrás de esa sensación de querer algo dulce después de comer, a lo que muchos han denominado "el estómago del postre", tal y como recoge National Geographic.
Este equipo de investigadores utilizaron ratones como modelo, descubriendo que este fenómeno también se producía en ellos. El estudio se basó en dar a los ratones alimentos ricos en grasa y proteínas, aunque bajos en azúcar. Después de una hora y media, les daban de comer un dulce, el cual devoraban a pesar de estar saciados.
Los científicos descubrieron que cuando los roedores estaban saciados, se producía una activación de las neuronas POMC, unas células que envían señales al cerebro sobre el nivel de energía del organismo y activan las respuestas fisiológicas necesarias en cada momento, como puede ser dejar de comer. Sin embargo, con el dulce el mecanismo activaba un tipo de hormona relacionaba con el placer que inducía a consumir más azúcar.
Una característica heredada
El jefe del grupo de investigación e investigador principal, Henning Fenselau, explica que el azúcar puro es difícil encontrarlo en la naturaleza, por lo que el cerebro trata de garantizar su consumo siempre que esté disponible, al considerarlo una fuente de energía. De esta manera, ese "estómago del postre" es algo que estaba ya en los inicios de la humanidad.
Sin embargo, en la actualidad el exceso de azúcar en los alimentos es un gran problema. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que el consumo de este alimento es realmente peligroso para la salud, recomendando que no supere los 50 gramos al día, siendo preferiblemente recomendable que sea de solo 25 gramos diarios.
El consumo excesivo de azúcar está relacionado con diversas patologías como sobrepeso, obesidad, alteraciones hepáticas, diabetes y enfermedades cardiovasculares, entre otras. Este nuevo hallazgo podría ayudar a la creación de tratamientos efectivos para combatir el sobrepeso y la obesidad, al conocer los mecanismos del cerebro en el consumo de azúcar.
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