Política

Marchena, la estrella inesperada de un juicio sin parangón

El juez Manuel Marchena. Foto: EP

Oriol Junqueras, Carme Forcadell, los 'Jordis'... Estaban llamados a ser los protagonistas del juicio al procés pero a medida que avanzaban las jornadas en el Supremo se hacía más evidente que una figura imprevista les estaba robando una fama no buscada: Manuel Marchena. Así se ha contado el juicio durante cuatro meses.

Con la corrección de sus argumentaciones, educación, paciencia infinita y a veces una media sonrisa, este juez de 60 años, canario de nacimiento, ha conseguido varios minutos de oro a lo largo de las 52 jornadas que ha durado el juicio en las que ha tenido que poner orden entre los cuatro fiscales, la Abogacía, la acusación particular y también entre los doce (más sus ayudantes) abogados de las defensas y los casi 500 testigos, algunos olvidadizos, otros escurridizos, un puñado de militantes y unos pocos desafiantes.

"No empezamos bien..."

Las largas jornadas de juicio, algunas tediosas por la repetición de testigos del mismo ámbito, han dejado frases y coletillas de Marchena para el recuerdo.  Como el "vamos a ver...", preludio irremediable de que el presidente del tribunal iba a poner firme a alguien, con mucha educación, ya fuera fiscal, abogado o testigo. Otros formatos para interrumpir una mala deriva fuero el "le escuchamos con atención, pero...", que le dijo a un testigo, el "usted, que es un excelente profesional, sabe que...", al abogado defensor de Jordi Sànchez, Jordi Pina, o el "no entre a debatir con el testigo", que pidió a otro letrado. 

Marchena empezó poco intervencionista con los acusados, dejándoles explayarse incluso cuando sus palabras derivaban en discursos políticos, pero los cortes fueron in crescendo en el turno de los testigos. "No empezamos bien", suspiró en alto ante el primero, un Joan Tardà que quería declarar en catalán.

Las intervenciones del magistrado son incontables, sobre todo en los turnos de los abogados defensores, siendo Pina y Andreu Van den Eynde (letrado de Oriol Junqueras y Raül Romeva) los más 'farfulleros'. Pero la sangre nunca llegó al río y reinó el entendimiento en la mayoría de los casos que no acabaron en protesta formal.

"Las preguntas hay que traerlas pensadas de casa", "los guardaespaldas son personas" o "¿son amigos de represión?", son algunos de los momentos que Marchena deja para la posteridad que marcará este juicio.

Sortear Estrasburgo

Marchena ha tratado de conjugar dos objetivos difíciles de combinar: celebrar un juicio impecable en lo que a garantías se refiere, tratando de evitar así el reproche posterior de Estrasburgo, y que el proceso no se alargara en el tiempo. Y de aquí afloraron varias críticas.

Aceptó prácticamente a todos los testigos propuestos por acusaciones y defensas (hasta 422), muchos de ellos con intervenciones calcadas, pero que acotara luego las preguntas estrictamente al interrogatorio de la parte que los hubiera propuesto fue reprochado en varias ocasiones. 

Casi tantas como las surgidas desde las defensas por dejar para el final la proyección de todos los vídeos, una limitación que Marchena impuso con Juan Ignacio Zoido después de que otros testigos, como Mariano Rajoy, sí los visionaran.

La pregunta clave de Marchena

Su excesivo tecnicismo le hizo tener que intervenir para preguntar personalmente a Josep Lluís Trapero por algo sobre lo que Vox no acertó a preguntar -y por tanto las demás partes no podían entrar- pero que fue fundamental en aquella 18 sesión del juicio: "¿Qué mensaje quiso usted transmitir a los responsables políticos?". Es decir, qué les dijo el mayor de los Mossos a Carles Puigdemont y otros líderes independentistas en una reunión clave días antes del 1-O en las que se advirtió del riesgo real de violencia.

Esa intervención, avalada por la ley y habitual en los juicios, le valió el reproche de los abogados. Algunas incluso fueron plasmadas a golpe de papel presentado en el Supremo y Marchena dejó caer un aviso a navegantes: no iba a permitir que construyeran "una especie de juicio por escrito en paralelo" contra las decisiones del tribunal.

"¿Los datos que aparecen en su carné de identidad son correctos?"

Su escrupulosidad llegaba a tal punto que el juez pedía a cada testigo decir en alto "filiación, profesión, edad y estado civil", expresidente del Gobierno y exministro del Interior incluidos. Pero hubo un momento en el que, consciente de lo tedioso del asunto, dejó de hacerlo, para alivio de muchos.

Ahora, con el juicio finiquitado, el tribunal se enfrenta al estudio de las pruebas y los informes para en un día del próximo otoño, sin definir, dictar una sentencia que no dejará indiferente a nadie.

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