Política

Pedro Sánchez, un vendehumos en tiempos de crisis

La literatura política afirma que es en tiempos de crisis cuando un dirigente se faja en las dificultades y mide su talla. Tiene toda lógica, pues los ciudadanos buscan de sus líderes la capacidad para reducir incertidumbres a cambio de sólidas certezas. No fue esta la pericia demostrada por Pedro Sánchez el pasado martes cuando, con un guión mal aprendido, compareció en Moncloa para explicar cómo gestionar la sobrevenida crisis del coronavirus.

Si el lenguaje verbal tiene el peso que merece, en este sentido, Sánchez salió mal parado. Sus incesantes movimientos de manos, las veces que cogía los papeles, los apilaba, los ordenaba, los volvía a desordenar, la mirada distraída, y las innumerables ocasiones que tiraba de lectura para encontrar acomodo en la exposición delataban a un presidente que apenas tenía conocimiento ordenado de lo que allí estaba explicando. Desoladora imagen.

En términos económicos -después vendrán los sanitarios-, el jefe del Ejecutivo vendió humo en tiempos de crisis, centrando su actuación proactiva en solicitar a Bruselas la flexibilización de la senda fiscal que hace unos días mandaba al Consejo corrigiendo al alza los objetivos de déficit de Mariano Rajoy. Para sufragar el dinero que vayan a necesitar las empresas y pymes se refirió a un posible fondo procedente de la Unión Europea.

En conjunto, Sánchez no habló ni de rebajas fiscales ni de incentivos ni de reducción de gasto público. Y afortunadamente tuvo suerte de comparecer el martes, porque de haberlo hecho hoy por la tarde, habría que tenido que digerir las manifestaciones de Christine Lagarde advirtiendo a los países, desde el Banco Central Europeo, que de no reaccionar con medidas estaremos ante otro schok financiero como el de 2008. Es decir, otra crisis económica, ahora que Sánchez presume de fortaleza y de bases sólidas.

Con las iniciativas anunciadas, el presidente más que certezas sembró dudas. Su plan de choque parece tardío y bastante incompleto. Y se olvida, al menos por ahora, de que países como Francia, Italia y Alemania están aplicando rebajas fiscales para no dificultar, aún más, a las empresas afectadas por el virus. Así pues, parece que, moratorias y aplazamientos de las cotizaciones sociales resultan pobres e insuficientes, a lo que añadió, como sólido predicamento, que hará lo que haga falta, cuando haga falta.

En cualquier caso, el misterioso plan de choque está por descubrir. Este jueves, el Gobierno y los agentes sociales se sentarán sobre una mesa para debatir las medidas, mientras una Europa paralizada por la burocratización sopesa las acciones a llevar.

No obstante, Sánchez contó en Moncloa que lleva "semanas" trabajando en su plan de choque, un plan que no arranca demasiados aplausos si lo que pretende el presidente es aumentar el gasto público, aumentar la deuda y seguir subiendo impuestos en una economía y en una sociedad tocada por un virus desconocido. Eso sí, vigilando a aquellas compañías que pongan en práctica los expedientes de regulación de empleo.

En materia sanitaria, el líder socialista dejó tantos agujeros como en el terreno económico. A la hora de argumentar por qué se permitió la manifestación del 8 de marzo en el día de la Mujer, sacó la chuleta para recitar el sinfín de reuniones técnicas, con otras administraciones como las comunidades de Madrid o la vasca, reuniones científicas, y de algún modo, así repartir la culpa entre todos. El criterio de los expertos es lo que preside su gestión, repitió remarcadamente. Pero la respuesta, por poco creíble y artificialmente elaborada, resultó grotesca. Como grotesco fue no admitir que, en esas reuniones con diferentes administraciones el Gobierno sí fue informado de la gravedad de los hechos, aparcando las actuaciones para el lunes.

En esa capacidad de adaptación y actuación, el presidente sustanció que el Ejecutivo esperara hasta el lunes, a pesar de que –lo desveló él- los datos están monotorizados no en el día, sino en horas, lo que le dejaba en evidencia. De otra forma, cabe pensar que, Sánchez, anda tan ocupado con menesteres como la Mesa de Diálogo con las fuerzas separatistas catalanas, con la vista puesta en la aprobación de unos presupuestos generales, bien en 2020, bien en 2021, que lo de ayer fue una congestión de información que no fue capaz de deglutir como pasa salir a la tribuna y hablar con coherencia. Pedir sensación de credibilidad era ya mucho pedir.

En lo relativo a la transparencia, Sánchez defendió las 14 ruedas de prensa del ministro Salvador Illa y las 20 del experto científico, Fernando Simón. De las suyas, es decir, de las pocas que ha dado hasta ahora, una, de eso no dijo nada.

Y como no hay dos sin tres, como cantarían Sabina y Serrat, la jornada de ayer tuvo en la mañana otros antecedentes intelectuales de remarcada y extraordinaria relevancia plástica. Esta vez por parte del ministro Illa, a la sazón miembro de la Mesa del Diálogo, y quien se atrevió a distinguir que una manifestación es al aire libre –por lo que se permitió la del día de la mujer-, y los partidos de fútbol se desarrollan en espacios cerrados, motivo por el que se le impide la entrada al público para evitar contagios. En fin, ¡que Dios nos pille confesados!

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