
Rompiendo una tradición más de la política española, ésta en concreto instalada de lleno en el respeto institucional que ahora brilla por su ausencia, los medios de comunicación han ido publicando a lo largo de la semana la composición del gobierno ante de que la conozca el Rey de primera mano, en la comunicación tradicional que antecedía a la difusión general del gabinete.
Dado que estamos en el tiempo de las rupturas y las digresiones, a nadie sorprende ya que el recién investido presidente vuelva a colocar en segundo plano al monarca y reclame para sí todo el protagonismo, esta vez en interesante competencia con su socio preferente, que le va a intentar robar el plano en cada una de sus decisiones como vicepresidente y durante el tiempo que dure esta coalición de conveniencia.
Y esto último es lo más interesante en el período que se abre. Antes incluso de existir plenamente, los dos partidos que van a integrar el nuevo gobierno ya están lanzándose sus decisiones como arma arrojadiza. El gobierno que se va a conformar, cuyos miembros asumirán el cargo ante el jefe del Estado el próximo lunes, vivirá momentos como éste un día sí y otro también. Las puñaladas entre los ministros y ministras van a rasgar el aire y veremos si algo más, porque las heridas en estos casos siempre las sufren los mismos: los ciudadanos. Y esto será así hasta que el presidente crea que ha llegado el momento de sacar el aguijón final del escorpión del que hablamos hace pocas semanas, y haga una crisis de gobierno en la que los miembros de Podemos desaparezcan.
Con su llanto de Globo de Oro tras ganar la investidura, a Pablo Iglesias se le ha nublado la vista y no sabe bien con quién ha firmado un acuerdo tan importante como el que echa a andar. O prefiere ignorarlo. Pero debe saber que la traición del presidente llegará antes o después, la única duda es confirmar cuántas veces le traicionará antes el propio Iglesias con sus pellizcos de monja y su constante empeño en contra de la Constitución y la unidad de país. Tres días de avalancha de noticias sobre la composición del gobierno son una prueba clara de que Sánchez no va a consentir que su indeseado socio le robe protagonismo en los medios de comunicación.
La vicepresidencia que ha enfadado a Iglesias la ocupará Teresa Ribera, la ministra que hundió el sector de automoción español con una sola frase sacada de su radicalismo verde. Habrá que comprobar si efectivamente una cuarta vicepresidencia resta imagen a un vicepresidente social que va a enfocar toda su actividad en tener imagen pública. Pero competencias sí le robará: al tener el mismo rango, es difícil que el líder de Podemos pueda influir en la agenda climática.
Más cambios: la ministra que ejecutará el sablazo a nuestros bolsillos será la misma que pondrá voz a la gestión duplicada del doble gobierno progresista que se constituye. Para esa tarea se defenestra a la portavoz más incomprensible que ha tenido el PSOE en Moncloa, flanqueada todos los viernes por el jefe de comunicación que desprecia a los periodistas por su obsesión enfermiza de preguntar constantemente. La Seguridad Social se separa del Ministerio de Trabajo, no sabemos bien con qué criterio que no sea el de restar competencias, las atribuciones más importantes de su cargo, a una ministra de Podemos. Quien dirigirá Seguridad Social es un alto cargo nombrado por el PP que tendrá ahora la disyuntiva personal de aplicar o no todo aquello que ha predicado desde la Autoridad Fiscal: lo inconveniente de subir el Salario Mínimo y la necesidad de complementar la pensión pública con planes de pensiones privados.
El "mejor equipo económico de la democracia española", según la autodenominación que se han dado, está construido bajo la suspicacia mutua de los dos actores políticos que lo forman, bajo la intención poco disimulada del presidente de no regalar a una fuerza de ultraizquierda ministerios "de Estado", como si los que le ha concedido fueran otra cosa distinta al Estado. Por ejemplo, es difícil explicar que la nueva cartera de Universidades sea desgajada de Educación, salvo por motivos de conveniencia partidista.
Del resto de nombramientos, anunciados por goteo en una estrategia informativa rompedora, destaca más un cese: el de la ministra de Justicia Dolores Delgado cuya permanencia en el cargo durante un año y medio ha sido milagrosa tras salir a la luz sus expresiones y opiniones.
Más de veinte carteras que obligarán a ampliar la mesa del Consejo de Ministros como en los equipos de fútbol se agranda el banquillo cuando hay superávit de jugadores. Lo cual pone más difícil aún el conocimiento público de los ministros por parte de los ciudadanos. La popularidad de los integrantes del gobierno saliente ha sido tan gélida como las temperaturas de este fin de semana.