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Las intermitencias de Sánchez con la 'vieja guardia' del PSOE se tambalean con la sentencia de los ERE y el Gobierno de coalición

Pedro Sánchez observa a Felipe González en un acto de noviembre de 2015. Foto: EP

El hilo que ha unido a Pedro Sánchez con la 'vieja guardia' del PSOE siempre ha sido muy fino y a veces invisible. Los últimos acontecimientos, sin embargo, parecen haberlo roto y con escasas posibilidades de remiendo. La conformación de un Gobierno de coalición con Unidas Podemos y la sentencia de los ERE que condena una época y una forma de ejercer el poder en la federación socialista más poderosa hacen definitiva la distancia de Sánchez con todo 'lo anterior'.

Durante sus cinco años al frente de la Secretaría General del PSOE (defenestración y Gestora en medio), Sánchez ha alternado etapas en las que se ha congraciado con sus predecesores con otras en las que las diferencias parecían insalvables. Si en su primer tramo al frente del partido Sánchez se dejaba ver en actos con Felipe González de padrino, en septiembre de 2016, poco antes de la citada defenestración, el expresidente del Gobierno disparaba a su lejano sucesor impulsando un golpe de Estado de los entonces críticos -Susana Díaz, los otros 'barones' y la 'vieja guardia'- pretextando que el secretario general no quería abstenerse con Mariano Rajoy.

Incluso dentro de la misma primera etapa del PSOE, hay un Sánchez que se ve obligado a cerrar la puerta a Manuel Chaves y José Antonio Griñán por el caso ERE -ellos mismos se marcharon antes de que fuera peor- y otro que tuiteó que ambos eran "personas honestas" y que confiaba en su "inocencia". Se veía a un Sánchez que quería conjugar el relato construido a partir de la herencia de los grandes referentes del PSOE con la libertad de movimientos y el rasero de una nueva política que exigía regeneración y transparencia para no morir electoralmente.

Los fatídicos hechos de octubre de 2016 en Ferraz sirvieron a Sánchez como piedra base para su campaña en las posteriores primarias. El haber sido depuesto por el 'PSOE de siempre' fue un aliciente a la hora de postularse ante la militancia. La foto de Díaz con González, Alfonso Guerra, Alfredo Pérez Rubalcaba, Chaves y Griñán -también estaba José Luis Rodríguez Zapatero, conviene no olvidarlo- le hizo a Sánchez el trabajo. Si ganó ese proceso interno, fue por representar lo contrario a ese 'establishment' de la formación.

Ese marco creado es el que le permite ahora a Sánchez alejarse de la condena de los ERE y el que deja a Susana Díaz -heredera directa de alguno de los condenados- en peor situación. Sánchez se justifica en la 'muerte' de ese PSOE 'enmendado' por los tribunales. Una situación que se suma a un entendimiento con Unidas Podemos que supone la peor pesadilla para los antiguos 'dioses', empezando por el propio González y otros veteranos proclives al entendimiento con el PP.

Tras llegar a la Presidencia del Gobierno, un Sánchez más institucional podía haber tendido puentes con el 'PSOE clásico'. En los actos por la muerte de Rubalcaba parecía que todo el socialismo se conjuraba de nuevo bajo una misma bandera a las puertas del 26-M. Sin embargo, el convulso y volátil ciclo político ha terminado de agrandar la brecha. El primer Gobierno de coalición nacional del PSOE con su izquierda y la gran sentencia contra el 'viejo socialismo' hacen que Sánchez tenga ya muy difícil mirar hacia atrás, ni siquiera por interés estratégico.

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