Hay pocas empresas en el mundo que puedan presumir de dominar dos sectores tan dispares como el de la música y el de las motos. Un hito logrado por la japonesa Yamaha, que se convirtió en el mayor fabricante de pianos del mundo, pero también en un líder mundial de las dos ruedas. Una dualidad insólita que solo se entiende por la visión emprendedora de su fundador, que logró impregnar en el ADN de la compañía.
Torakusu Yamaha nació a mediados del siglo XIX, en un japón en plena transformación. Su padre, un samurai de bajo rango, era astrónomo, y permitió al joven acceder a libros de esta especialidad desde muy temprana edad. Quedó fascinado por el mundo de las máquinas y la tecnología. Torakusu vivió en su propia piel la transformación de un país que se occidentalizaba a pasos agigantados, especialmente tras la Restauración Meiji, que introdujo numerosas nuevas tecnologías en Japón.
Torakusu empezó a estudiar relojería de un ingeniero inglés, y tras unos años de formación se convirtió en un auténtico experto. Pero lejos de conformarse, decidió seguir ampliando sus conocimientos, especializándose también en equipos médicos, que acabarían convirtiéndose en su profesión.
Con 35 años, se mudó a Hamamatsu, hoy una gran ciudad, pero por entonces un pequeño pueblo. Allí se dedicaba a reparar equipos médicos, pero cómo no era suficiente para ganarse la vida, también arreglaba relojes. Pero en un lugar tan chico, a veces tocaba hacer de todo, como cuando le llamaron de un colegio para arreglar un órgano de lengüeta que estaba roto. Descubrió rápidamente el problema, dos resortes que se habían roto, y los estudió en profundidad para fabricar él mismo unos de sustitución. Y se enamoró del instrumento.
La primera fábrica de órganos
En 1887 decidió montar su propio taller para fabricar órganos. Y en tan solo dos meses ya lo tenía, el primer órgano de Japón. Pero era, hablando mal, una mierda. Las críticas fueron terribles. Tanto, que se llevó el pesado instrumento a la Universidad de Tokio, a 250 kilómetros, para entender qué había salido mal. Los profesores, con más experiencia, le explicaron los errores que había cometido, y además aprovechó la visita para acudir a numerosas conferencias sobre música.
De vuelta a Hamamatsu, con todo el aprendizaje en su cabeza, se puso a construir su segundo órgano. Y este, ya sí, fue todo un éxito. Dijeron de él que era tan bueno como los fabricados en el extranjero. Llamó tanto la atención que recibió inmediatamente 7 pedidos, uno de ellos para el mismísmo gobernador de la prefectura de Shizuoka.
Tarakusu fundó aquel mismo año su empresa, Nippon Gakki, que tenía un logo de un fénix chino con un diapasón. Además, trasladó su taller a un templo abandonado, más grande, y contrató a carpinteros y ebanistas para comenzar a fabricar los órganos encargados. El prestigio de Yamaha creció tanto, que el Gobierno le pidió ayuda para analizar la situación de los instrumentos musicales en las escuelas públicas, mientras los pedidos no dejaban de crecer.
Tanto, que empezaron a analizar otros instrumentos para plantearse su fabricación, como armónicas, pianos o xilófonos. Con esta idea en mente, se fue 5 meses a Estados Unidos, donde visitó las mejores empresas de instrumentos musicales, para aprender todo lo posible. Ya de vuelta, en 1900, fabricarían su primer piano. Y tan solo dos años después, construirían su primer piano de cola.

El prestigio de la compañía era enorme, y rápidamente su fama se expandió por todo el mundo. Tanto que ganó un gran premio en la Exposición Mundial de San Luis de 1904, por la calidad de sus pianos y órganos. En aquellos primeros años, estaban volcados en la investigación y el perfeccionamiento. Y llegaron a ser tan perfectos, que competían con las grandes marcas de Estados Unidos y Europa.
Pero en 1916, en plena I Guerra Mundial, y con tan solo 65 años, Tarakusu Yamaha fallecía. A pesar de la fortaleza de la marca, la entrada de la nueva dirección hizo que el futuro de la compañía se tambalease. Fue gracias a la diversificación y la búsqueda de nuevos instrumentos que fabricar, como violines y guitarras, que logró remontar el vuelo. Supieron adaptarse a las nuevas demandas del mercado, pero también demostraron que la innovación era parte del ADN de la compañía. Para 1937, se convierten en la fábrica de pianos más importante del mundo, con más de 1.000 empleados y 1.200 piezas construidas al año.
La revolución tras la II Guerra Mundial
Pero llegó la II Guerra Mundial, y como tantas otras compañías, Nippon Gakki tuvo que reorientar su producción a alimentar la máquina de guerra. Con su experiencia, les pusieron a fabricar componentes de fuselaje, partes de las alas y hélices para los aviones de combate Mitsubishi A6M 'Zero', considerado como uno de los mejores de todos los tiempos.
Tras la derrota del imperio japonés en la guerra, donde fue aliado nazi, la situación en el país no podía ser peor. Durante algunos años, la economía estuvo totalmente paralizada, sin recursos, con una elevada inflación y sin sus territorios de ultramar. Además, inició un proceso de desmilitarización, para que dejasen de ser una amenaza, viéndose obligados a cerrar su industria bélica.
Para Nippon Gakki la situación tampoco era sencilla. Solo una de sus fábricas se había mantenido en pie tras los bombardeos durante la guerra. Pero la ayuda estadounidense durante la postguerra, para tratar de atraer a Japón y que no se acercase a los soviéticos, permitió a la compañía empezar a producir en tan solo dos meses armónicas y xilófonos. Y en 6 meses ya había recuperado la fabricación de órganos, acordeones o guitarras.
El salto a las motos
El tema es que, en ese momento, la compañía tenía espacio libre, la maquinaria para fabricar hélices y un personal más formado después de la experiencia bélica. Y además tenían dinero para invertir. Pero no sabían qué hacer, así que empiezan a estudiar opciones. Pequeños electrodomésticos, máquinas de coser, piezas para coches, vehículos de tres ruedas... se lo plantean todo. Y, finalmente, se lanzan: deciden empezar a fabricar motos.
Estuvieron mucho tiempo en Estados Unidos y en Europa, estudiando las principales fábricas del país. Aprendiendo. Y en 1953, ya de vuelta en Japón con el conocimiento adquirido, se ponen a ello, con un solo lema: "Si vas a hacerlo, que sea lo mejor". En 10 meses, tenían su primer modelo, la YA-1, también conocida como la 'libélula roja'. Se trataba de una motocicleta monocilíndrica de dos tiempos y 125 cc, inspirada en la DKW RT 125 alemana. Además, en las carreras en las que participaba el rendimiento era excepcional, logrando grandes resultados.

El éxito es tan grande, que tan pronto como en 1955, deciden que la división de motocicletas, se convierta en una compañía independiente, a la que llaman Yamaha Motor, en honor al fundador de la empresa. Nació con 274 empleados, y era capaz de fabricar 200 motos al mes. La YA-1, capaz de alcanzar los 70 kilómetros por hora, se convirtió en un vehículo muy popular entre los japoneses.
Pronto empezaron a lanzar nuevos modelos, cada vez más potentes y rápidos. Y tras conquistar las carreras niponas, se convirtieron en el primer fabricante que se atrevía a competir en el extranjero, acudiendo en 1958 al Gran Premio Catalina, en Estados Unidos, donde logró un meritorio sexto puesto. Supuso un impulso para la popularidad de la marca, tanto en su país de origen como en Estados Unidos, donde rápidamente se asociaron con un distribuidor local, para que vendiera sus motos en California.
Es tal el éxito en esos primeros años, que Yamaha decide embarcarse en nuevos retos, nunca mejor dicho, empezando a fabricar embarcaciones, motores marinos y motos de agua.

La empresa no deja de crecer, lanzando nuevos modelos de motocicleta, que triunfan constantemente y conquistan al público, abriendo nuevas fábricas e internacionalizándose. Establecen sus primeras filiales en Tailandia, México y Holanda, para poder satisfacer las necesidades de todos los mercados.
La marca entró en su periodo de gloria. Sacando motos para todos los nichos, más potentes, urbanas, de cross, para carreras... y todas eran un éxito. La competición se convirtió en un importante campo de pruebas para la marca, logrando conquistar 39 campeonatos mundiales, incluyendo 7 de Moto GP, además de 10 de 500 cc. Y algunos de los mejores pilotos de la historia, como Giacomo Agostini, Jorge Lorenzo o Valentino Rossi han conducido sus motos.
El logo de la marca son tres diapasones cruzados, para no olvidar que sus orígenes estaban en la música.
La mayor empresa de instrumentos musicales
Porque, mientras tanto, ¿qué pasa con los instrumentos musicales? Tras escindir la división de motos, siguió centrándose en el audio. La innovación nunca ha dejado de ser la pata de su crecimiento, atreviéndose a fabricar todo tipo de instrumentos, con la más moderna tecnología. Se han convertido en el principal fabricante del mundo, y además de pianos, venden guitarras, baterías, instrumentos de metal y viento o violines.

Pero no se quedaron ahí. En 1959 lanzaron su línea de negocio de tiro con arco, con la que seis arqueros lograron ganar medallas de oro en los Juegos Olímpicos. Aunque, finalmente, en 2002 cerraron esta actividad.
Gracias a su importante inversión en investigación, fueron una marca pionera en la implantación de electrónica en instrumentos tradicionales. También lanza el DX7, el primer sintetizador digital con éxito comercial. Estas dos ideas cambian el negocio de la música en todo el mundo, dando pie a nuevos géneros musicales.
Tecnología
En los años 80 se atreve a incursionar aún más en el campo de la tecnología, lanzando, por ejemplo, la primera grabadora de CD. También se hacen con empresas de la competencia, lo que refuerza aún más su posición global. Algunas de las marcas más prestigiosas que ha adquirido en este tiempo son la alemana Steinberg o la austriaca Bosendorfer.
En 1987, 100 años después del primer órgano de lengüeta construido por Yamaha, la empresa pasó a llamarse Yamaha Corporation en honor a su fundador.
En un mundo empresarial donde la especialización suele ser norma, Yamaha ha sido capaz de dominar los diferentes negocios en los que se ha embarcado. Gracias a su apuesta por la innovación, el respeto a la calidad y la audacia para encontrar vías de negocio, siempre aplicando el sello de excelencia japones, han logrado convertirse en líder de campos tan distintos como el arte o la ingeniería.
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