
El seis de agosto de 1945 el mundo cambió para siempre. EEUU lanzó entonces por primera vez en la historia una bomba atómica, que repitió tres días más tarde con otro bombardeo. Hiroshima y Nagasaki se convirtieron en el símbolo de una nueva era. La rendición de Japón fue incondicional y el agresivo Imperio del Sol Naciente que se había esparcido por Corea, China, Indochina, Filipinas y el Pacífico firmaba una nueva constitución —dictada por Washington—, en la que quedaba prohibido no solo declarar una guerra, sino incluso poseer un ejército convencional. Japón solo tendría unas 'Fuerzas de Autodefensa' mínimas. "Aspirando sinceramente a una paz internacional, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra (...). Para alcanzar ese objetivo no se mantendrán fuerzas terrestres, ningún potencial bélico, ni se reconocerá el derecho del estado a la beligerancia", reza el artículo 9 de su Carta Magna. Ahora todo esto parece cambiar a pasos agigantados con el rearme mundial y, en particular, el europeo.
Sin un ejército tradicional que sostenga la demanda, la industria de la guerra en Japón se ha diluido a pasos agigantados década tras década, hasta no quedar prácticamente nada. Sin embargo, primero con la anexión de Crimea en 2014 y, sobre todo después, con la invasión de Ucrania, en Tokio están realizando cambios constitucionales porque quieren una inversión disparada en producción de cazas y armamento de todo tipo. Según los datos del Instituto Internacional de Estocolmo para el Estudio de la Paz (Sipri en inglés), entre 2015 y 2024, la inversión militar nipona ha aumentado un 49%. El motivo no es para engrasar su ejército, sino por la necesidad de generar una cadena de valor sostenible si algún día tuvieran que renunciar a su pacifismo… y para hacerse ricos con el proceso.
El Imperio renace
Japón sabe que el mercado de la guerra se ha convertido en una oportunidad única y no quiere dejarla pasar. Ante las dudas que ha generado EEUU y el rearme de naciones como las europeas (en particular Alemania) y otros países de Asia, como Corea del Sur, la propia Taiwán, India… etc, el contexto ha cambiado por completo. El país del sol naciente lleva desde 2023 construyendo una industria potente que pueda situarse en el top 5 mundial en los próximos años y hacerse de oro con el proceso. De momento aún están muy lejos, pero ya han disparado un 100% sus exportaciones bélicas en 2024 y han mejorado su situación, al tiempo que quitan los artículos más limitantes de su constitución para poder producir armas a espuertas. Se trata del cambio de paradigma más importante para el país desde la Segunda Guerra Mundial.
El cambio no es nuevo, sino que es un proceso que viene de lejos. El ex primer ministro Shinzo Abe ya empezó en su segundo mandato (2012-2020) con reinterpretaciones del artículo 9 sin cambios extremos, ampliando el alcance legal con el que Japón podía fabricar armamento y relacionarse militarmente con sus aliados utilizando la doctrina de la "cooperación proactiva". Para entender la situación que atravesaba su débil industria militar, el país oriental no pudo producir ningún avión de ataque como un bombardero hasta la pasada década. Sin embargo, es el Gobierno actual el que está recogiendo los frutos que sembró Abe con nuevas leyes que abren la puerta directamente a una producción desatada.
Entre 2022 y 2023 se firmaron nuevas doctrinas por la cual el gobierno aprobaba la fabricación de misiles de largo alcance (prohibidos hasta hace poco), cazas, sistemas antimisiles… Hasta ese momento, nada parecía indicar que esto evolucionaría hasta un Japón convirtiéndose en un gran proveedor de armas a nivel mundial. Sin embargo, en 2023 se firmó la Ley de Transferencia de Equipos de Defensa, a través de la cual ya es legal vender armas fabricadas localmente a cualquier país considerado aliado.
Timothy Langley, director de Langley Esquire, afirma en un reciente informe que "Japón está experimentando una revolución silenciosa en defensa. Tokio está expandiendo agresivamente su industria nacional, flexibilizando las exportaciones impuestas tras la Segunda Guerra Mundial". Para el experto, "se está redefiniendo la defensa no para proteger los intereses estratégicos, sino como un motor de seguridad económica". El experto señala que la nueva legislación no afecta solo a misiles, balas o artillería, sino también a su hardware "letal".
Respecto al desarrollo económico "Japón espera que sus empresas de defensa logren economías de escala y se vuelvan competitivas a nivel local. Esto reducirá los costes unitarios del equipo para las Fuerzas de Autodefensa y abaratará los costes del ejército, mientras se genera una industria que genera empleo y PIB". Al mismo tiempo "evitará que Japón no dependa de tecnología extranjera para su defensa nacional".
¡Banzai!
Japón ya se ha convertido en una de las potencias planetarias en defensa. Según las cifras recogidas por Sipri, la cuarta economía del mundo gastó el año pasado 55.000 millones de dólares en armas, situándose en el top 10 mundial. Según Global Fire Power, que estima cifras de inversión similar, la capacidad militar japonesa ya se encuentra a la par que socios europeos como Reino Unido y Francia.
De hecho, Tokio ha puesto la vista en Europa en su proceso de rearme. Junto con Londres y Roma está desarrollando un proyecto de caza de sexta generación denominado Tempest. Tras la promulgación de la ley de exportaciones de 2023, este fue el primer gran desarrollo internacional al que Japón se ha adherido. En el proyecto participan las británicas BAE Systems, MBDA y Rolls-Royce; la italiana Leonardo, y la japonesa JAIEC. El objetivo es tener el avión de combate listo en 2035.
El ministro de Defensa de Japón, Gen Nakatani, declaró en una entrevista a Nikkei que el objetivo del Gobierno nipón es promocionar las exportaciones de defensa del país en los próximos años. Según el propio Sipri, Japón tuvo el año pasado el 0,1% de cuota mundial de exportaciones militares. Por comparación, Corea del Sur y China superaron el 3% cada una.
Arsenales orientales
Crecer en este frente ahora es clave. Los últimos datos de Deloitte apuntan a unas perspectivas de 2,6 billones de dólares para la industria de la guerra en facturación en 2025, equivalente al PIB anual de Francia. El crecimiento parece prácticamente imparable de ahí en adelante. Solo el mercado de EEUU está valorado para 2030 por Oliver Wyman en 382.000 millones de dólares y solo el negocio de la electrónica, donde Japón puede entrar con fuerza, podría facturar a nivel global 290.000 millones para 2034, según cifras de la consultora.
Japón sabe que garantizarse un espacio en este gran pastel puede ser decisivo para impulsar la economía, en particular en un mundo en el que la diversificación será más clave que nunca. Pese a que habrá muchos rivales por el camino en su propia región, como Corea del Sur y China, la realidad es que se trata de una oportunidad única. De este modo Tokio ya desafía su constitución pacifista y completa un extraño viaje. De aterrorizar a Francia, Reino Unido y EEUU con su gran ejército y poderosa armada, a desarmarse por completo… para aspirar a convertirse, con suerte, en el gran arsenal oriental de Occidente.