La creación del Canal de Panamá no solo transformó el comercio internacional, sino también revolucionó el mapa geopolítico y geográfico de América Latina. Todo el mundo sabe que el Canal de Panamá es una obra de ingeniería colosal, una de las más importantes de la historia, pero pocos conocen que la creación de esta maravilla impulsó el nacimiento de un nuevo país independiente: Panamá.
Esta es la historia del nacimiento de una de las naciones más prósperas de América Latina y de su tesoro más preciado. La creación del Canal de Panamá es una suerte de culebrón que involucra a los intereses expansionistas de Estados Unidos, las necesidades comerciales globales y las aspiraciones independentistas de una región que anhelaba su autonomía, pero que carecía de poder para conseguirla.
Siendo puristas, este pasaje crucial en la historia del istmo panameño se remonta a 1534, cuando Carlos V (en ese momento Panamá formaba parte de la Corona de Castilla) ordenó el primer estudio sobre una propuesta para una ruta canalera a través del Istmo de Panamá. Más de tres siglos transcurrieron antes de que se comenzara el primer esfuerzo de construcción. Aunque fueron los franceses los que trabajaron durante más de 20 años en este proyecto, las enfermedades y los problemas financieros acabaron con sus ánimos a finales del siglo XIX, dejando el proyecto semiabandonado.
El contexto era convulso. A finales del siglo XIX, Colombia, que también abarcaba el territorio de Panamá, atravesaba una profunda crisis. Tras haber sufrido la devastadora Guerra de los Mil Días, un conflicto civil que debilitó tanto su economía como su capacidad política para gestionar asuntos de gran envergadura, como la construcción de una vía interoceánica. Colombia fue incapaz de asumir este vacío de poder que pronto sería llenado por Estados Unidos, una nación en pleno ascenso, cuya ambición de controlar una ruta interoceánica era ya irrefrenable. Estados Unidos buscaba de forma concienzuda una solución estratégica para acortar las rutas marítimas entre el Atlántico y el Pacífico, facilitando su creciente influencia comercial y militar en todo el hemisferio occidental. El abandono del proyecto francés era una oportunidad que Estados Unidos no iba a desaprovechar.
Más allá de la primera visualización de Carlos V, España tuvo más protagonismo del que parece en la creación de este canal, aunque fuera de forma indirecta. La importancia de hacer cuanto antes el canal se intensificó tras la destrucción del buque de guerra USS Maine en Cuba el 15 de febrero de 1898. EEUU culpó a España, algo que nunca se pudo probar, y poco después, el USS Oregon, anclado en San Francisco, fue enviado para reemplazar al USS Maine. Sin embargo, el viaje del acorazado duró 67 días, ya que tuvo que rodear el cabo de Hornos. Si hubiera existido una vía a través de Panamá, el trayecto se habría reducido a tan solo tres semanas.
La historia y la economía cambiaron para siempre
Roosevelt, convencido de la necesidad de hacer un gran canal, logró revertir una decisión previa de la Comisión Walker, que favorecía la construcción de un canal similar en Nicaragua, algo que habría cambiado la historia para siempre de este país que hoy es mucho más pobre que Panamá. Roosevelt, entonces, inició negociaciones con el gobierno colombiano para obtener los derechos de construcción. En enero de 1903 se firmó el Tratado Herrán-Hay entre ambos países, un acuerdo que habría permitido a los estadounidenses construir el canal bajo condiciones muy favorables para su país. Sin embargo, el Congreso colombiano, preocupado por las concesiones excesivas a una potencia extranjera y las implicaciones para su soberanía, rechazó el tratado en agosto de ese mismo año. Este rechazo dio lugar a un punto de no retorno.
Los historiadores coinciden en que la negativa colombiana fue el detonante para que Estados Unidos tomara una postura más agresiva, apoyando activamente al movimiento secesionista de Panamá, que se concretaría el 3 de noviembre de 1903, tan solo tres meses después del rechazo del tratado.

En respuesta, Roosevelt adoptó una postura más agresiva. En un movimiento polémico, insinuó a los separatistas panameños que, si se rebelaban contra Colombia, la Armada estadounidense respaldaría su lucha por la independencia. Los acorazados estadounidenses bloquearon los accesos por mar para impedir que las tropas colombianas sofocaran el movimiento separatista en el istmo. Así, en cuestión de días, Panamá proclamó su independencia y, en menos de dos semanas, firmó el Tratado Hay-Bunau Varilla con Estados Unidos, un convenio que permitía a la nación norteamericana controlar la franja territorial necesaria para la construcción y posterior gestión del canal.
Curiosamente, este tratado, conocido en Panamá como "el tratado que ningún panameño firmó", fue negociado y rubricado por Philippe Bunau-Varilla, un ingeniero francés que actuaba como representante de la nueva república, pero cuyos intereses estaban alineados más con Estados Unidos que con la naciente nación panameña. El 3 de noviembre de 1903, Panamá proclamó su independencia oficial.
La influencia de EEUU
Agustín Sánchez Andrés, doctor en Historia, profesor e investigador, explicaba en un trabajo: "la independencia de Panamá en 1903 no puede disociarse del interés de los Estados Unidos por conseguir el control sobre las comunicaciones interoceánicas entre el Atlántico y el Pacífico. El desenlace de la Guerra Hispano-Norteamericana abrió una nueva etapa en la política exterior de EEUU, que abandonaron su tradicional aislacionismo para tratar de conseguir una esfera de influencia propia".
Una vez alcanzada su independencia, Panamá recompensó a Roosevelt con el control de la Zona del Canal de Panamá. El 23 de febrero de 1904, Estados Unidos asumió el control de la zona, tras haber pagado 10 millones de dólares a Panamá, como estipulaba el Tratado Hay-Bunau Varilla, firmado el 18 de noviembre de 1903. Con ello, se dio inicio a una de las obras de ingeniería más importantes del siglo XX, un proyecto que daría nacimiento a Panamá como país independiente, transformaría para siempre el comercio internacional y consolidaría la influencia estadounidense en la región.

La construcción del canal comenzó en 1904 y se prolongó durante una década, culminando el 15 de agosto de 1914 con la inauguración oficial de la vía interoceánica. El costo total de la obra se estimó en unos 375 millones de dólares, una suma colosal para la época, pero que reflejaba la magnitud de la obra: una vía de 82 kilómetros de longitud, que empleaba un ingenioso sistema de esclusas para elevar y bajar los barcos sobre el nivel del mar, permitiendo su tránsito entre dos océanos. El canal no solo redujo significativamente las rutas de navegación mundial, sino que también estableció a Panamá como un nodo central del comercio global, al conectar los mercados de Asia, Europa y América.
El impacto económico del canal en Panamá ha sido profundo y duradero. Aunque inicialmente la administración del canal quedó en manos de Estados Unidos, lo que generó tensiones crecientes en la población panameña, la vía siempre fue el motor económico más importante del país. A lo largo del siglo XX, los sentimientos nacionalistas fueron alimentando la demanda de los panameños por recuperar el control de su territorio y de su principal activo económico. Esta lucha culminó con la firma de los Tratados Torrijos-Carter en 1977, que pactaron la transferencia progresiva del canal a Panamá, un proceso que se completó el 31 de diciembre de 1999.
Símbolo de soberanía
Desde entonces, el canal ha sido no solo una fuente vital de ingresos para Panamá, sino también un símbolo de la soberanía nacional. En términos económicos, el canal genera ingresos superiores a los 2.500 millones de dólares al año, constituyendo una de las principales fuentes de divisas del país. Además, la expansión del canal, concluida en 2016, ha aumentado considerablemente su capacidad, permitiendo el paso de barcos de mayor tamaño, conocidos como 'Neopanamax', lo que ha incrementado aún más los ingresos generados por esta infraestructura clave.
Hoy, Panamá es uno de los países con mayor renta per cápita de América Latina, con un Producto Interno Bruto per cápita que supera los 15.000 dólares, según datos del Banco Mundial. Este impresionante crecimiento económico ha sido impulsado no solo por el canal, sino también por el desarrollo de su sector financiero, la logística y el comercio internacional. El país ha logrado diversificar su economía, aunque el canal sigue siendo el pilar fundamental. La Zona del Canal, desmilitarizada y revertida a Panamá a finales del siglo pasado, ha dado paso a un auge de inversiones en infraestructuras y tecnología, consolidando al país como un centro logístico y de negocios de primer orden en la región.
El Canal de Panamá, más de un siglo después de su construcción, sigue siendo una arteria esencial del comercio global, a través de la cual transita alrededor del 6% del comercio mundial. Su legado no es solo económico, sino también político y simbólico. Para Panamá, el canal representa la culminación de una lucha de independencia que, aunque comenzó bajo la tutela de Estados Unidos, ha evolucionado hacia una plena soberanía, convirtiendo al país en un actor clave en la economía global.
Hay muchos países que prosperan gracias a los ingresos cientos de millones de dólares por la venta de petróleo, diamantes u otros tesoros naturales. Sin embargo, el caso de Panamá es un tanto particular, puesto que debe gran parte de su prosperidad y existencia a este tesoro mitad artificial y mitad natural que, además, tiene una ventaja respecto al petróleo: es inagotable.