
En un contexto marcado por el encarecimiento del aceite de oliva, y también del aceite de girasol, la colza emergió como una alternativa con gran potencial. Dejó atrás crisis pasadas, y se hizo un hueco, no tanto en las cocinas de los hogares, como en la restauración y el resto de la industria alimentaria.
Pero los últimos datos, relativos a la cosecha de 2023, proyectan una caída de la producción de colza del 35%, en comparación con la temporada pasada. Hay que tener en cuenta que en 2022 su precio en origen experimentó un gran impulso, al convertirse en una alternativa al aceite de girasol, amenazado por la guerra en Ucrania.
En concreto, la producción se situará este curso en 174.000 toneladas, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), recogidos por EFE. En comparación, la producción en 2022 alcanzó las 267.200 toneladas, un 47,6% más que la media de las últimas cinco campañas.
El año pasado, el aceite de colza emergió como una alternativa al de girasol a raíz del estallido de la guerra en Ucrania, que detuvo la actividad en las refinerías ucranianas, desde donde España recibe unas 500.000 toneladas de aceite de girasol.
Alternativas al aceite de girasol
El sector agroalimentario comenzó a buscar sustitutivos al aceite de girasol, que empezó a escasear en los supermercados y que también es muy usado en grandes cantidades en la restauración y la industria agroalimentaria, desde la bollería a las conservas.
El Gobierno, además, introdujo unos ajustes al Plan Estratégico para la aplicación de la Política Agraria Común (PAC) 2023-2027, que incluían destinar 45 millones de euros para la ayuda básica a la renta de las regiones donde se producen girasol y colza.
El destino del aceite de colza nacional será, sobre todo, la exportación, según señalan los expertos, pues en España el mercado sigue penalizando el suceso ocurrido en 1981, cuando miles de personas sufrieron un envenenamiento masivo, a consecuencia de la intoxicación derivada del consumo de aceite de colza adulterado con anilina.
Precio y superficie de cultivo
No solo se reduce la producción, también la superficie. Los datos oficiales arrojan una previsión del terreno plantado un 13% inferior al ed 2022, cuando se disparó el cultivo.
Además, este año también han caído los precios, hasta situarse en unos 370 euros por tonelada, según explican desde COAG. En la campaña 2022, el precio en origen de la cosecha de colza comenzó a subir y llegó incluso a superar los 1.000 euros por tonelada en algunos meses antes. Esta caída desmotiva mucho al agricultor, que se enfrenta a un cultivo difícil, en el que los condicionantes climatológicos influyen mucho.
En este sentido, desde Asaja recuerdan que la colza es un cultivo refugio, que viene muy bien a los agricultores para meterlo en su rotación, pero en el que el clima tiene mucha repercusión.
Pese a todo, desde el sector no son muy pesimistas, ya que creen que la caída de superficie de cultivo tampoco es tan grande y, además, en la principal región productora, que es Castilla y León, está aguantando mejor, y hasta podría aumentar el espacio destinado a la colza hasta un 15%.
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