Cragg Vale es un pequeño pueblo inglés, situado al oeste de la región de Yorkshire. En el Siglo XVIII, y ahora un poco también, estaba aislado, mal comunicado, y rodeado de enormes páramos, que facilitaban que los habitantes pudieran ver con tiempo si se estaban acercando forasteros. Era el lugar perfecto para delinquir.
A mediados del siglo XVIII es a ese pueblo al que llega David Hartley, un joven nacido en la región, pero que llevaba años en Birmingham, como aprendiz de herrero. Una ciudad con una incipiente industria de falsificación de monedas, y que según cuenta la leyenda, David habría sido parte de la misma, y en realidad habría llegado a Cragg Vale huyendo de la justicia. El mejor sitio para esconderse.
La situación económica de Cragg Vale en la época era muy complicada. Sufría los efectos de la revolución industrial, que afectaba directamente a sus dos principales actividades: las granjas y la industria textil. El comercio de lana, que daba trabajo a mucha gente, vivía un momento delicado.
David Hartley decide montar una herrería, un negocio que sirve principalmente como tapadera para sus actividades ilícitas: falsificar monedas. La táctica empleada era conocida desde hace siglos, recortar los bordes de las monedas de oro, y después limarlas, antes de devolverlas a la circulación. Después, fundían las virutas de oro recolectadas, junto con otros minerales más básicos y de menor valor, para producir metal para producir nuevas monedas falsas.
Eran falsificaciones de altísima calidad, que pasaban perfectamente desapercibidas entre las desgastadas monedas británicas de la época. Las piezas fraudulentas copiaban a las francesas, las españolas, y sobre todo las portuguesas, con un diseño mucho más fácil de imitar que los ingleses. Además, eran consideradas de curso legal, por el fuerte comercio entre los países implicados, y por la escasez de guineas británicas.
Apoyo local
La banda de Hartley no está sola. Cuenta con el apoyo de la comunidad local, que como decíamos, estaba viendo una situación económica muy delicada, e incluso con la colaboración de funcionarios corruptos. La asociación para ellos era muy beneficiosa, ya que a cambio de prestarles monedas para que fueran recortadas, recibían una pequeña compensación. Cualquiera que ayudara a los acuñadores, como se conocía a la banda, ganaba un poco de dinero, lo que elevó su popularidad, e hizo que Hartley fuera conocido como 'Rey David', y considerado como una especie de Robin Hood.
También contaba con el apoyo de los taberneros de la zona, que eran los encargados de poner en circulación las monedas falsificadas. En su momento álgido, la banda llega a contar con 80 miembros, de Cragg Vale, pero también de pueblos de alrededor. Y producían a una escala casi industrial.
A finales de la década de 1760, se estima que habían puesto en circulación monedas falsas por valor de 3,5 millones de libras. Hoy equivaldría a unos 750 millones de euros, lo que le convirtió en el mayor fraude de la historia de Reino Unido. Los efectos fueron desastrosos, provocando una devaluación de la libra del 9%, y está a punto de hacer colapsar la economía británica.
La persecución
A las autoridades no les quedó más remedio que poner cartas en el asunto, y ver qué estaba pasando en Cragg Vale. En 1769, envían a William Dighton a investigar a la región. Uno de los miembros de la banda, que traicionó a sus compañeros, desveló que David Hartley era la persona que estaban buscando. Con esa información, es arrestado en 1769.
Como venganza, el hermano de David, Isaac, ordena la muerte de Dighton, para lo que contrata a dos granjeros locales. Estos mercenarios tienden una emboscada al investigador y lo matan de dos tiros.
La banda de acuñadores no era ajena a la violencia, que ejercían para mantener a raya a quién se atrevía a competir con su negocio de falsificación, pero con la detención del 'Rey David' escala a niveles no vistos. Las autoridades responden con la detención de 30 miembros de la banda el día de Navidad de 1969.
La tumba de David Hartley, identificable por las monedas que dejan los visitantes.
Todos son absueltos, por la falta de claridad en las pruebas obtenidas, salvo el propio Hartley, que es condenado a muerte. Una sentencia que se ejecuta en 1770, cuando es ahorcado en los alrededores de York. Sin su líder, y con las autoridades tras ellos, los acuñadores abandonan la actividad ilícita.

El 'Rey David' está enterrado en el cementerio de Heptonstall. Su tumba es fácilmente identificable por las monedas que dejan los visitantes.
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