El próximo domingo, 13 de febrero, de madrugada ya en España, se celebra la Superbowl, la gran final del fútbol americano, el gran evento deportivo del año en Estados Unidos, el partido capaz de paralizar el país como ningún otro. Desde Europa, y sobre todo desde aquí, puede costar comprender la magnitud de este acontecimiento, protagonizado por un deporte que es el rey entre los estadounidenses, que incluso es parte de la identidad de sus ciudadanos, pero que aquí tiene un seguimiento muy marginal.
Todas las cifras que rodean a este evento son apabullantes. Por ejemplo en esta edición, la XVI, las entradas se han convertido en las más caras de la historia. Las más baratas superan los 5.000 dólares en reventa, en los confines del estadio, según cálculos de StubHub, mientras que el precio medio es de más de 9.000 dólares. Pero las mejores localidades, muchas aún disponibles, puede superar los 25.000 dólares. Y todo esto sin contar el aparcamiento, que va a parte, y no son pocos dólares.
Y se venderán todas, como cada año. Solo en la edición original y en la del año pasado, marcado por las restricciones por la Covid, no se llenó el estadio.
Una edición de récord
En el récord de esta edición influyen muchas cosas, como el hecho de que la final se dispute en Los Ángeles, la capital mundial del entretenimiento, donde todo es mucho más caro. Y hacía más de 40 años que no se celebraba allí la gran final. Además, es la sede de los Rams, uno de los equipos finalistas, lo que permite a la mitad de los asistentes ahorrarse el transporte. También hay que tener en cuenta que el otro equipo, los Cincinnati Bengals, nunca han ganado el trofeo, por lo que sus aficionados muestran mucho mayor entusiasmo ante una oportunidad así.
Y esto es solo una parte. La audiencia de televisión será millonaria. Más de 100 millones de espectadores en Estados Unidos van a seguir el partido. Súmale otros 50, 60 o 70 millones más en los otros 200 países en los que se emite. En este sentido, merece la pena destacar que la NFL, la organización detrás de la competición, vendió en 2021 sus derechos de televisión por más de 110.000 millones de dólares para los próximos 11 años. Unas cifras que, por ejemplo, triplican las conseguidas por la Premier League, la competición de fútbol que mejores resultados cosecha en este aspecto.

Además, cada jugador del equipo ganador recibe un anillo de campeón, una americanada que se empezó a entregarse a los ganadores de las Series Mundiales de baseball en los años 20, y que después fue adoptado por la mayoría de campeonatos estaduonidenses. Suelen estár hechos de oro blanco y diamantes, y cuestan unos 5.000 dólares. Muchos son los deportistas que, con sus finanzas mal gestionadas, se han visto obligados a malvender sus piezas para sobrevivir. La mayoría han sido diseñados y fabricados por una joyería de Minnesotta que hoy es propiedad de Platinum Equity, aunque también ha habido ediciones de Tiffany o de Balfour.
No es lo único que reciben los jugadores campeones. También se llevan un premio por cabeza de más de 120.000 dólares, independiente de su salario millonario. Es una muestra más de la evolución y el éxito del torneo, ya que en la primera edición el premio de todo el equipo ganador no alcanzó los 15.000 dólares.
La Super Bowl es una gurú de los mercados financieros
Una curiosidad económica. Históricamente, la Super Bowl ha permitido adivinar el rumbo de los índices bursátiles, con un acierto del 80%. Y el funcionamiento de esta bola de cristal es sencillo. Si gana el equipo que representa a la Conferencia Nacional, en este caso los Rams, el Dow Jones subirá este año. Si, por contra, vence el equipo de la Conferencia Americana, esta edición los Bengals, las bolsas se teñirán de rojo.
No es la única relación entre la Super Bowl y los mercados bursátiles. Otra clave incluye el número de tantos marcados. Durante los últimos 53 años, la puntuación final media de cada Super Bowl ha sido de 46 puntos. Cuando los equipos de la final anotan al menos dicha cifra, el mercado de valores suele subir un 15,8%; pero si no se alcanza la meta, el rendimiento es de solo el 7,3%, según datos calculados por S&P durante los últimos 28 años.
El deporte rey estadounidense ya no es solo un entretenimiento, se ha convertido en un auténtico fenómeno económico.
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