
EEUU y la Unión Europea acuerdan el texto que dejará constancia del pacto comercial que ambos bloques alcanzaron a finales del mes pasado. Bruselas celebra que el documento aclare las incertidumbres que el encuentro entre Donald Trump y Ursula von der Leyen dejó en el aire. En especial, la Comisión ve un triunfo en la garantía de que las tasas para los automóviles europeos no superarán el tipo general del 15% fijado para el conjunto de las mercancías europeas. Ahora bien, incluso a la hora de lograr esta victoria –cuyo alcance real se circunscribe a la industria alemana– la Unión tuvo que ampliar su larga lista de concesiones a Washington. A partir de ahora, Europa se compromete a liberar de gravámenes a todos los bienes industriales estadounidenses, y también a ampliar las compras de productos agrícolas y pesqueros procedentes del otro lado del Océano. Y en este último ámbito, la UE también sale perdiendo dado que Washington no ha transigido con la rebaja arancelaria al vino y los alcoholes que Bruselas le reclamaba.
El Ejecutivo comunitario ha arrancado el compromiso a Trump de que grave casi al 0% sus compras de medicamentos genéricos europeos, aviones y componentes aeronáuticos, pero sin establecer mecanismos específicos que aseguren su cumplimiento. Por el contrario, la Casa Blanca sí se permite mantener la amenaza de que todo lo pactado se supedita a la movilización de 600.000 millones de inversiones europeas en suelo estadounidense. Es cierto que aún flecos de carácter técnico por concretar pero el grueso del acuerdo ya ofrece base más que suficiente para afirmar que EEUU ha afianzado su victoria, mientras ha quedado en evidencia la debilidad negociadora de la UE.