Opinión

China conduce el cambio hacia la movilidad eléctrica

Fábrica de BYD, empresa China de VE
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Hace apenas una década, cuando pensábamos en las grandes ciudades chinas, nuestra mente generaba imágenes de autopistas colapsadas en atascos permanentes y cielos de un gris plomizo por los altos índices de contaminación. Hoy, mientras Europa sigue buscando soluciones para acelerar su transición energética, el gigante asiático se ha convertido en el líder de una revolución eléctrica que evoluciona su movilidad urbana, impulsa su industria y mejora la calidad del aire para cientos de millones de ciudadanos.

Esta transformación no es casual, tiene su origen en 2015, año en el que el gobierno chino puso en marcha la estrategia "Made in China 2025", con el objetivo de convertir al país en una potencia mundial en fabricación avanzada y alta tecnología, y reducir así su dependencia de tecnologías extranjeras. En el ámbito de la movilidad eléctrica, el plan contempla -además de reforzar la capacidad productiva- incentivos directos a la ciudadanía, como subvenciones para la compra de vehículos eléctricos, exenciones fiscales y ventajas administrativas, que buscan acelerar el crecimiento del sector.

Y lo están consiguiendo. Según aseguran los datos incluidos en el informe Global EV Outlook 2024 publicado por la Agencia Internacional de la Energía, en 2023 China alcanzó los 8,1 millones de nuevos coches eléctricos matriculados, lo que supuso un incremento del 35% respecto al año anterior y más del 58% de las ventas mundiales de VE. El parque móvil eléctrico del país asiático supera los 20 millones de vehículos, entre eléctricos puros (BEV) e híbridos enchufables (PHEV), lo que representa la mitad del total de coches eléctricos en circulación en todo el mundo y reafirma su posición como foco global de la transición hacia una movilidad sostenible.

Mejoras de los índices de contaminación

Pero la electrificación no sólo ha cambiado la forma en que los ciudadanos chinos realizan sus desplazamientos. También ha tenido un impacto directo y medible en la mejora de su calidad del aire y de la contaminación acústica. Si tomamos el ejemplo de Pekín, la capital china registró en 2024 una tendencia favorable, con un aumento de los días con aire limpio, la disminución de las concentraciones de PM2,5, las partículas más nocivas para la salud, y reducciones de hasta 5dB en los puntos con mayor volumen de tráfico.

Esta evolución no tiene un único responsable, es el resultado de una combinación de decisiones acertadas. Pero sin duda, la reducción del uso de motores de combustión en una ciudad con más de 22 millones de habitantes, el anuncio de la instalación de 1.000 estaciones de recarga ultrarrápidas para vehículos eléctricos, o el proyecto de reforestación para reducir la desertificación del 27% de su territorio que las autoridades chinas están llevando a cabo desde hace décadas, son medidas contundentes en la dirección correcta.

¿Puede España seguir ese camino?

España cuenta con una importante tradición en la industria automovilística. En 2023, fabricó más de 2,4 millones de vehículos, lo que la consolidó como el segundo mayor productor de Europa, solo por detrás de Alemania, y el octavo a nivel mundial. Sin embargo, ese mismo año, la cuota de mercado de los vehículos eléctricos en el país apenas alcanzó el 6%, un dato que pone en evidencia el lento avance de la electrificación en comparación con países como Portugal (19,9%), Bélgica (28,5%) o Noruega, donde la cifra se dispara hasta un inalcanzable 89%.

Las soluciones para acelerar el ritmo y dejar de estar en las últimas posiciones de la movilidad sostenible en Europa no son complejas ni inalcanzables. Uno de los puntos imprescindibles es desarrollar una red de recarga eficiente que garantice el acceso a estas infraestructuras en todo el territorio nacional. Los conductores de vehículos eléctricos deben poder viajar sin el temor de no poder recargar las baterías de sus coches por falta de puntos de carga, o de encontrarlos averiados o fuera de servicio. También hay que simplificar los planes de ayudas como el MOVES III recientemente ampliado hasta el 31 de diciembre de 2025 haciéndolos más ágiles y sencillos para conseguir que el ciudadano sea consciente de las ventajas económicas y medioambientales que supone la compra de un VE. Y, por último, se debe fomentar la industria local a través de la producción no solo de los vehículos eléctricos, sino también de sus componentes o baterías, para atraer inversión y mejorar el sistema productivo del país.

China entendió que la transformación de su modelo de movilidad debía ser una de sus prioridades para evolucionar como país y cultura. España no debe replicarlo, pero sí adaptarlo para conseguir que la tan necesaria y deseada movilidad sostenible, deje de ser una promesa para convertirse, por fin, en una realidad.

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