
El Informe Anual del Banco de España muestra una radiografía clara de nuestra economía: un crecimiento firme, una consolidación fiscal en marcha y una mejora de los principales indicadores que refuerzan la imagen de España como un país estable, fiable y resiliente en el entorno europeo, generando confianza en los mercados internacionales. España creció en 2024 un 3,2%, muy por encima de las previsiones iniciales que el Banco de España había realizado y que enmarcaban dicho crecimiento en el entorno del 1,9%. Nuestro país aportó casi la mitad del avance del PIB de toda la zona del euro y creció el triple que la media de los países que compartimos la moneda única, que se situó en el entorno del 0,8%. Volverá a ocurrir en 2025, como pronostican todos organismos nacionales e internacionales como la Comisión Europea, el FMI o la OCDE. Estos días, en la actualización de sus previsiones para 2025, durante la presentación del Informe Anual, redujo tres décimas la previsión de crecimiento para este año, hasta el 2,4%, ante el posible impacto que pueda tener la guerra comercial iniciada por Estados Unidos con el incremento de los tipos arancelarios. Una previsión responsable marcada por la complejidad del contexto global que, además, continua una senda prudente que siempre ha caracterizado al organismo a la hora de elaborar sus previsiones y que, finalmente, el crecimiento real siempre las ha superado.
Aunque la balanza comercial con Estados Unidos es equilibrada y la exposición comercial directa de España es relativamente limitada, los vínculos indirectos a través de las cadenas globales de suministro, así como los canales financieros globales y de confianza, son relevantes. Y, por ello, el Gobernador del Banco de España hace una recomendación de monitorización para evaluar su progreso, con el objetivo de reducir el impacto sobre el tejido empresarial y productivo. Algo que ya está haciendo el Gobierno con ese plan de respuesta y relanzamiento comercial puesto en marcha.
Esas perspectivas sobre la evolución de la actividad en España, al igual que en el resto de países europeos, están sometidas a una extraordinaria incertidumbre. Pero más allá de la previsión sobre la evolución del PIB, el Informe del Banco de España evidencia la solidez del modelo económico desplegado por el Gobierno con un crecimiento inclusivo, la apuesta por la inversión pública, el impulso a la digitalización y la sostenibilidad, y las políticas activas de protección social y empleo, que están siendo una palanca decisiva en la reducción de las desigualdades.
El camino está marcado, y ahí están los datos que lo avalan. En la actualidad, hay 21,8 afiliados a la Seguridad Social y en siete años, la economía española ha creado 2,8 millones de empleos -que además lo son de mayor calidad-, algo que ha hecho que el 40% del empleo que se ha creado en Europa en el último año lo ha hecho en nuestro país. Una evidencia de que el empleo ha seguido avanzando a un ritmo robusto en 2024 y en los primeros meses de 2025, en un contexto en el que se han reducido de forma apreciable tanto la tasa de paro, la más baja en 17 años, como la tasa de temporalidad, que se sitúa en mínimos históricos y con un récord de trabajadores indefinidos que alcanza ya a 15,2 millones de personas.
El informe del Banco de España pone en valor también otras fortalezas de nuestro modelo económico, fruto del compromiso firme del Gobierno de España con la sostenibilidad de las cuentas públicas y la consolidación fiscal, como el avance hacia el equilibrio presupuestario, con una reducción del déficit y de la deuda pública. O una inflación contenida por debajo del 2% como marca el BCE; o la capacidad de financiación de la economía que alcanzó en 2024 su nivel más alto desde 1995. Además, se ha producido una mejora de la productividad y un fortalecimiento de la posición financiera del sector privado, con menos endeudamiento en hogares y empresas y una reducción del saldo deudor internacional hasta el 44% del PIB, su mínimo desde 2004.
Todo ello no obvia la necesidad de continuar avanzando en los retos estructurales, que pasan por continuar aumentando esa productividad, cuya brecha con el promedio de la zona euro se ha ido reduciendo en los últimos años, y también por continuar creando empleo, porque la persistencia de una tasa de empleo inferior a la de nuestros socios europeos limita el potencial de crecimiento y complica el proceso de convergencia en renta per cápita.
Ese futuro marcado por un mayor progreso económico garante de un mayor bienestar social nos interpela a todos. Por ello, es importante que seamos capaces de dejar al margen las diferencias políticas y trabajemos juntos en el Congreso para continuar desplegando esas reformas estructurales con visión de país para seguir consolidando el crecimiento económico, el desarrollo productivo, la transformación digital y sostenible, la competitividad de nuestras empresas y pymes y la creación de empleo.