
La Generación Zeta, la primera nativa digital, no solo está dando sus primeros pasos en el mercado laboral, sino también en el terreno de la gestión de ahorros, donde cada vez más empiezan a invertir. Sí, los jóvenes invierten, y al contrario de lo que podría parecer, lo hacen con cautela, reflexión y pensando en el medio plazo, un planteamiento muchas veces distinto al de inversores más mayores. Es cierto, por cuestiones obvias, que sus inicios en el mundo de la inversión suelen ser 'desde abajo', con poco capital y con pasos pequeños, como por otra parte es lo recomendable para los que se inician en este mundo. Pero esta generación, a diferencia de las anteriores, es también precoz en esto. Si los 'boomers' o incluso los 'millenial' esperaban a contar con una base sólida de capital (una nómina, una nutrida cuenta de ahorro, una hipoteca…) antes de dedicar un poco de dinero a la bolsa, los Zeta abren su primera cartera de inversión apenas con 18 años. Y esto es el principio del hábito que hará al monje: aquellos que empezaron hace apenas cinco años de este modo, tienen ya el hábito, han visto y experimentado cómo funciona el mercado, y están preparados para el siguiente nivel.
Estos jóvenes, que han crecido en un contexto de constante incertidumbre económica, con crisis, pandemia, conflictos armados, inflación…, tienen una visión de la inversión menos de especulación y más de resiliencia. Buscan el largo plazo y, por tanto, valores estables. Estamos viendo, cada vez más, como los inversores de la Generación Zeta son más conscientes: sus carteras están más diversificadas, no sólo en tipo de activo, sino también en mercados globales, y apuestan por los ETF como principal activo, en comparación con sus homólogos de mayor edad.
De las criptomonedas al ESG
Por ejemplo, si hace solo unos pocos años las criptomonedas eran el gran tema de conversación en cualquier foro financiero juvenil, hoy ese entusiasmo se ha enfriado bastante, especialmente entre el sector más joven, que está desplazando sus miras hacia productos más sólidos y regulados (y, por tanto, más seguros). Así, curiosamente, los productos relacionados con criptomonedas, como los ETN de BTC y ETH, ya no aparecen entre los principales en las carteras. Esto no quiere decir que la tecnología se quede fuera. De hecho, como nativos digitales que son, los Zeta no entienden la inversión sin tecnología. Y tampoco sin las tecnológicas: los inversores más jóvenes tienden a optar por productos de amplio espectro, de bajo coste y a largo plazo, como el fondo Vanguard S&P500, Vanguard FTSE All-World, en el que invierten en una proporción que duplica a los mayores de 30 (31?% Gen Zeta vs. 17?% mayores) y priorizar acciones de empresas como Nvidia, MicroStrategy, Amazon o Microsoft. Más allá de los nombres concretos, buscan plataformas, apps y herramientas que les den control directo sobre sus decisiones.
Por otro lado, los ETF se han convertido en una de las grandes apuestas de la Generación Zeta. Les atrae su capacidad para diversificar, su accesibilidad y su claridad en cuanto a comisiones. Además, muchos ETF permiten alinearse con valores personales: sostenibilidad, tecnología, igualdad de género…, y eso pesa mucho para ellos. Son una generación que no solo invierte por rentabilidad, sino también por convicción. Y esto, a su vez, está impulsando el crecimiento de productos de inversión ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) y obliga a las gestoras y plataformas de inversión a ser más transparentes y responsables.
La Generación Zeta ha llegado para quedarse en el mundo de la inversión minorista. Y lo hace con una mentalidad distinta: prudente pero ambiciosa, tecnológica pero humana, pequeña en cifras pero grande en visión. El reto para la industria financiera no es solo captar a estos nuevos inversores, sino adaptarse a ellos, escuchar sus necesidades y ofrecer soluciones que respeten su forma de ver el mundo.