
El PIB no se come. Con estas palabras respondía Alberto Núñez Feijóo, durante la pasada sesión de control en el Congreso, al triunfalismo artificioso de un presidente del Gobierno que presumía de las optimistas previsiones sobre el crecimiento nominal de la economía española pero obviando la realidad de económica, social y laboral de las empresas, las familias y los trabajadores de un país inmerso en eso que los economistas definen como la recesión silenciosa.
Porque es verdad que estos días hemos visto como la Comisión Europea elevaba tres décimas sus previsiones de crecimiento para España, hasta el 26%, frente al 1,1% que vaticina para el conjunto de los países de la UE. Y también el Fondo Monetario Internacional aumentó al 2,3%, un 0,2% más, sus pronósticos sobre nuestra economía. Pero lo que no explican es que el FMI basa sus estimaciones en los datos oficiales que los gobiernos envían regularmente al World Economic Outlook y a la International Financial Statistics, al tiempo que considera que a España no le van a afectar el impacto de la guerra arancelaria de Trump ni el escenario global de incertidumbre.
Decía el gran Lope de Vega en relación a sus comedias que había que bajar de las Musas al Teatro, y ni los burócratas de Bruselas y de Washington ni el presidente del Gobierno pisan el teatro de la calle. Unos porque la desconocen y el otro porque ni le interesa ni se atreve. Porque la realidad del teatro nacional muestra que los hasta ahora buenos indicadores son consecuencia de una economía dopada por el gasto público y con un modelo de económico sustentado por el turismo y la llegada de los fondos europeos, además de camuflada por el efecto estadístico que supone el haber sufrido la mayor caída durante la pandemia, lo que hace que se confunda recuperación con crecimiento.
Revela también que España sigue en el vagón de cola de la renta per cápita de la Unión Europea y se aleja cada vez más de sus socios. Que el salario más frecuente en este país se sitúa en 14.586 euros brutos anuales con un descenso de 3.917 euros en el último año. Caída que añadida a la subida del 14% en la cesta de la compra sitúa a España entre los países con mayor pérdida de poder adquisitivo de la OCDE. En concreto nuestro poder adquisitivo es hoy un 4,7% inferior a la media de la UE y la capacidad de compra de los hogares españoles es un 5,6% inferior a la de 2008.
Que seguimos siendo los líderes del desempleo de la UE y también del paro juvenil con un total de 3,9 millones de personas registradas y que no están trabajando, más de un millón de las que oficialmente se reconocen. Que los últimos datos el Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran como el panorama empresarial en España ha experimentado un notable retroceso en marzo con tan solo 10.596 nuevas sociedades mercantiles establecidas la cifra más baja desde 2020 acumulando tres meses consecutivos de caídas. Que la confianza del consumidor descendió en abril hasta situarse en 76,7 puntos, su nivel más bajo desde octubre de 2023. Que aunque con datos de Eurostat en 2024 España alcanzó el 92?% del PIB per cápita medio de la Unión Europea seguimos fuera del grupo de cabeza de la Unión. Y que nuestro esfuerzo fiscal es un 17,8% superior a la media de nuestros socios europeos y el más alto de la UE hasta el punto de que un español medio dedica hoy el 45% de sus ingresos a pagar impuestos lo que expertos fiscales califican de confiscatorio.
Añadir a esto que España ha sufrido la mayor caída de la productividad de los países desarrollados, que tenemos 12,7 millones de personas, uno de cada cuatro españoles, en riesgo de pobreza y exclusión, con una tasa de pobreza infantil del 33%, la más alta de la UE, y que la nómina del Ingreso Mínimo Vital llega ya a casi 700.000 hogares en los que viven más de dos millones de personas, y creciendo. En definitiva que, digan lo que digan las Musas, el Teatro demuestra que la llamada locomotora de Europa tiene más accidentes que los trenes de Oscar Puente y que, efectivamente, con el PIB ni se vive, ni se come.