Opinión

La legislatura de Sánchez, otra vez en manos de Puigdemont

Puigdemont, decidido a dinamitar los puentes con Sánchez. PV
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Las elecciones catalanas han confirmado el complejo panorama político. La suerte del vencedor, Salvador Illa, y sus posibilidades de llegar al Palacio de la Generalitat están en manos del líder de ERC, Oriol Junqueras. Pero la decisión es difícil. Si apoya un Gobierno de Illa, aunque sea de manera puntual para la investidura, dejará la oposición en manos de Puigdemont y contribuirá a magnificar su figura. Si no lo inviste y provoca otras elecciones, puede obtener un mayor castigo, ya que en una segunda vuelta el voto se polarizará en torno a Illa y Puigdemont.

El hundimiento electoral de ERC ha dinamitado la dirección del partido. Junqueras cortó la cabeza de Aragonès, después de que adelantara los comicios para evitar que él encabezara el cartel electoral en 20205, una vez que fuera amnistiado. Ahora es Junqueras el que ha tenido que dejar su suerte en manos de un congreso extraordinario, que decida la futura dirección del partido independentista. En estas circunstancias, es difícil que se decante por el apoyo a los socialistas hasta que no defina su rumbo.

En Junts, las incertidumbres aún son mayores. Puigdemont es el vencedor del bando independentista. El líder nacionalista prometió en campaña electoral dejar la política si no era elegido presidente de la Generalitat. Los partidos independentistas no suman mayoría en el Parlament y ahora tiene un problema, porque el cumplimiento de su promesa depende de la abstención de Illa.

El anuncio de que dejará de apoyar a Sánchez en Madrid si no facilita su investidura va en serio, según fuentes cercanas. Estos mismos medios aseguran que hace tiempo que Puigdemont rumia la ruptura con el Gobierno central. Está harto de vivir en Waterloo, acaba de rehacer su vida sentimental después de su ruptura matrimonial y quiere volver a Cataluña.

La tentación de hacer saltar por los aires los gobiernos tanto de Cataluña como de Madrid es muy grande. ¿Se atreverá a hacerlo? Y si lo hace, ¿qué soluciona con ello? La posibilidad de que pise el suelo de nuestro país y sea detenido fue un mantra que se repitió durante toda la campaña electoral y en los próximos meses puede ser una realidad si se repiten las elecciones catalanas.

Además, la amnistía tardará más tiempo del previsto, si es que se produce en algún momento. Varios líderes independentistas han renunciado ya a volver a Cataluña y optado por quedarse en el extranjero.

Después de superar el veto del Senado, los magistrados del Tribunal Supremo, y todos los jueces que tengan causas donde pueda operar una eventual amnistía al procés, podrán acudir al Constitucional y/o plantear una cuestión prejudicial ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) para evitar que se aplique. La admisión de estos recursos por parte del Constitucional no está claro que conlleve la suspensión de la amnistía, pero el TJUE sí obligará a "paralizar los procedimientos nacionales" hasta que falle si la norma se ajusta al derecho comunitario.

El razonamiento de Puigdemont es simple: sin el apoyo de ERC, Illa sólo tiene 48 votos para ser president (42 de PSC y 6 de los Comunes), mientras que él tendría 59 (35 de Junts, 20 de ERC y 4 de las CUP). Luego, si el PSC no se abstiene para facilitar su investidura, Junts romperá su alianza en Madrid.

En medios empresariales catalanes se confía, sin embargo, en que, una vez superado el calentón postelectoral se encuentre alguna fórmula para que Illa sea investido, aunque sea en minoría con la abstención de ERC y de Junts. La posibilidad de que el PP apoye como hizo para que Collboni accediera a la Alcaldía de Barcelona es descartada de manera tajante por su líder, Alejandro Fernández, que ha quintuplicado su representación en la Cámara catalana.

En el plano económico, el Gobierno acaba de lograr un espaldarazo de Bruselas, que ha mejorado las perspectivas de crecimiento de la economía española al 2,1% y las de las cuentas públicas, que alcanzarán el déficit del 3% en 2024 y evitará el procedimiento por déficit excesivo. "La economía va como un cohete", en palabras de Pedro Sánchez y de su vicepresidenta primera, María Jesús Montero.

¿Qué se cederá a los independentistas a cambio de facilitar la investidura de Salvador Illa?

Pero otro año más sin Presupuestos sería muy complicado. En estas circunstancias, la presión sobre Junqueras para apoyar al candidato socialista va a ser bestial. La primera cuestión que inquieta es ¿qué está dispuesto a dar el Gobierno a cambio? Todos apuntan hacia el cupo catalán y un nuevo empujón a la inversión pública en Cataluña, junto a la condonación de parte de la deuda, que se da por hecho.

La cuestión es si merece la pena vender España a cachos para entronar a Illa en el Palacio de la Generalitat. Un Gobierno en minoría no durará más de un par de años, aunque políticamente sea utilizado para remarcar que la política de "reencuentro" de Sánchez ha servido para reconciliar a los catalanes y enterrar el procés.

Con este panorama, la posibilidad de normalizar la vida legislativa en el Congreso y la toma decisiones económicas es cada vez más escasa. Ahora se entiende la desesperación de Sánchez y la escenificación de su deseo de quitarse de en medio con la excusa de la investigación a su esposa, Begoña Gómez. Sánchez y Puigdemont son dos políticos al borde del abismo, dos tahúres del Misisipi, dispuestos a arriesgar la legislatura. Los dos esconden sus próximas bazas. Pero la suerte está echada y no me extrañaría que esto acabe con elecciones anticipadas en otoño. Sánchez y su gobierno están otra vez en manos de Puigdemont.

El presidente del BBVA pide apoyo por teléfono para su opa a inversores y medios de prensa

En el plano empresarial, las aguas también bajan revueltas. La guerra entre BBVA y Sabadell se agravó con las declaraciones del consejero delegado de este último banco, César González Bueno, quien confirmó que no hubo negociación entre las dos partes y sí muchas prisas, como explicó elEconomista.es. El presidente del BBVA, Carlos Torres, envió su oferta por mail al del Sabadell, Josep Oliu, ante la oposición a fusionarse sin mediar ni una palabra.

La puja se va a dirimir entre los fondos propietarios del banco catalán. González-Bueno adelantó lo que les va a contar en su próximo road show para evitar la tentación de que cobren la prima y salgan corriendo. El coste de reestructuración para el BBVA será un 60% más alto del pronosticado (1.450 millones) por los problemas de concentración, lo que reducirá su rentabilidad. Además, después del incremento del colchón anticíclico del Banco de España, la cuantía del capital destinada a una mejora de la opa se reduce sin dañar su solvencia.

Los fondos consideran que aún estamos al principio del camino y que BBVA se reserva algún as en la manga para intentar ganar la partida. Esperan una mejora de la oferta después de que se conozcan los requisitos que ponga Competencia para aprobar la fusión. Si la semana pasada, muchos apostaban por la venta futura de TSB, la filial británica de Sabadell, para financiar este incremento del precio, ahora algunos especulan incluso con la venta del turco Garanti.

En la Vela, la sede del banco de origen vasco, lo niegan todo. Torres, tendría muy difícil explicar que en 2020 rehusó comprar el Sabadell por un precio cuatro veces inferior al actual para subir su participación en el Garanti y ahora emprende justo el camino contrario. Sería una manera de reconocer el craso error que cometió en aquel momento. Eso sin contar el choque con el Gobierno, que aún no ha explicado como lo resolverá.

PD.- La inquietud en la cúpula del BBVA sobre el éxito de la opa es mayúscula. Carlos Torres está tomando personalmente cartas en el asunto con llamadas a inversores de relieve para convencerles de la operación. Lo sorprendente es que su agenda incluye a directores y editores de medios de comunicación, según el testimonio personal de algunos de los contactados. Entre bambalinas, corre una lista de directores de medios catalanes a los que Torres telefoneó para pedir respaldo editorial a su oferta, a los que mostró, de paso, su generosa disposición a revisar el desembolso publicitario.

Da la impresión de que la batalla entre estas dos grandes entidades se va a librar entre bastidores, no sólo por la oferta pública, y que las reglas del juego se alejan del campo de la ética y del buen gobierno, que debe de guiar la dirección de una gran entidad financiera. Mas si está cotizada en bolsa y es propiedad de miles de accionistas. Las prisas no son buenas consejeras y los nervios, tampoco. No todo vale.

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