
La caída de la fecundidad desde los años sesenta y setenta ha sido universal, incluyendo el África subsahariana. Una fecundidad persistentemente baja ha hecho de Europa la región geográfica con la población más envejecida del mundo.
El Viejo Continente es ahora el "continente viejo". Y sin la abundante inmigración neta recibida de África y Asia (y en menor medida, de Iberoamérica) desde mediados del siglo XX, la población de Europa estaría disminuyendo desde hace lustros. España sigue esas tendencias generales, si bien empeora los niveles medios europeos en materia de (baja) fecundidad y, por tanto, aumenta la tendencia al envejecimiento. España también tiene una esperanza de vida de las más altas del mundo.
El caso de España es especialmente llamativo pues tiene la fecundidad (número de hijos por mujer) más baja de Europa, lo cual no debe dejarnos indiferentes. Sólo algunas neofeministas aplauden esta desgracia. Pero vayamos a los orígenes de los nacimientos, que son los matrimonios.
Tradicionalmente, el matrimonio canónico de toda la vida entre un varón y una mujer que se casaban jóvenes y luego tenían y criaban juntos varios hijos, fue durante siglos el modelo de familia en España y en Europa. Ya no es así. Ahora, en torno a la mitad de la gente no se casa nunca y los que se casan lo hacen a edades cada vez más avanzadas.
Además, sólo una reducida minoría de las bodas se celebran en España según el rito católico y lo contrario ocurre con los enlaces civiles. Un porcentaje muy alto de matrimonios se acaba divorciando y más de la mitad de los niños nacen de madres no casadas. Por todo lo anterior (y también por otros factores sociales) se tienen muchos menos niños y un número creciente de niños y adolescentes se crían sin uno de sus progenitores. Entre los españoles y europeos que murieron en 2021 con 80 años o más, menos del 8% estaban solteros. El resto fallecieron casados, viudos o divorciados.
En 1976 apenas había contrayentes que no fueran solteros, y ahora son solteros sólo la quinta parte, principalmente porque hay muchos divorciados que se vuelven a casar, lo que eleva la tasa general nupcialidad respecto a la de primeras bodas por 1.000 habitantes. Por otro lado, pocos cambios sociológicos en la España del último medio siglo son tan profundos como el desplome del porcentaje de españoles que se casan con menos de 30 años, que ha pasado de ser algo que hacía una abrumadora mayoría de compatriotas, a una pequeña minoría.
La probabilidad de dejar de ser soltero antes de los 50 años ha pasado de cerca del 100% de 1976 al 43% para los varones españoles y 47% para las mujeres en 2019.
En 2020, la celebración de enlaces matrimoniales cayó a plomo, y la recuperación de 2021 sólo fue parcial en relación con la "vieja normalidad".
A este abandono del matrimonio se une un crecimiento de los divorcios y, para acabar de poner dificultades a la fecundidad, están los crecientes precios de las viviendas, de las hipotecas y de la vida. Así nos alejamos cada vez más de los deseos expresados por las mujeres en edad fértil en España, que declaran querer tener más del doble de los hijos que luego tienen.