Opinión

Y su palabra es Milei

  • "La respuesta de los argentinos se produce ante el hartazgo, como sucedió con Macri"
Fotografía de Javier Milei en el cierre de campaña de Libertad Avanza, la ciudad de Buenas Aires.

Argentina, 1985. Magnífica película que a punto estuvo de llevarse el Óscar este año 2023 a la Mejor Película Extranjera. Tiene todo lo que se le puede pedir a una película de suspense e intriga con trasfondo político. Si bien uno puede que anticipe el final, ateniéndose a los hechos históricos, esta transmite a la percepción, el tortuoso camino de perseverancia, valentía, compromiso y sentido de justicia vivido por los miles de verdaderos protagonistas de la película, a parte del doctor Julio César Strassera.

Volví a verla esta semana, alertada por las palabras de Javier Milei durante el primer debate presidencial por las elecciones en Argentina el pasado 1 de octubre, restando importancia a los muertos, mejor dicho, asesinados (no cometamos el mismo error que Ione Belarra en X –antes Twitter–) durante la dictadura militar entre los años 1976 y 1983. La cifra todavía no ha sido esclarecida, y por ello no me pronunciaré sobre la misma, pero es escalofriante admitir que la gravedad de un hecho se juzgue "al peso".

En muchos aspectos, recuerda a la zozobra y ansias de dividir a un país todavía herido como aún lo vivimos en España. Aquí no somos ajenos a tales tácticas.

Demasiados problemas económicos esperan una solución sobre la mesa del próximo presidente argentino como para correr densas cortinas de humo que escondan la creciente inseguridad y empobrecimiento de los argentinos.

Muchos abogan por pensar que la llegada de un halo de esperanza en aquello desconocido puede resultar inocuo, como podría argumentarse en el caso del gobierno de Giorgia Meloni en Italia, pero se olvidan que la pertenencia a la Unión Europea encorseta, para bien y para mal, a los políticos a seguir un guion preestablecido. En Latinoamérica, el papel de Mercosur sigue siendo una alianza eminentemente económica, como en un principio fue la Unión Europea. No hay más que ver el heterogéneo panorama político en la región. Por ello, el próximo presidente argentino tendrá en su poder importantes armas para reconducir o acabar sepultando a Argentina durante los próximos cuatro años.

Esta nueva sangre en la política argentina encuentra su savia en el hastío de los argentinos. Se habla de "contención a la inflación", "ajuste fiscal/ disminución del déficit fiscal" o "dolarización". Poco importa para aquellos legos en economía. La respuesta de los argentinos se produce ante el hartazgo, como ya sucedió con Mauricio Macri ante décadas fallidas de Kirchnerismo, esperando el ansiado progreso y estabilidad. No ante una comunión con las medidas correctoras.

Una disminución del déficit gubernamental supone una medida fiscal restrictiva con la finalidad de "enfríar" la demanda agregada y reducir la inflación, de modo que el banco central no necesite subir tanto las tasas de interés para conseguir estos efectos (aplicación de una política monetaria restrictiva de manera adicional).

En términos de políticas monetarias, la dolarización ha copado todos los titulares. Es por antonomasia una de las medidas monetarias más radicales que se pueden implementar. Un proceso en el que o bien, se toma como referencia para la política monetaria argentina, la del dólar (lo cual conlleva seguir la hoja de ruta económica de Estados Unidos) para mantener un tipo de cambio estable entre ambas monedas (soft pegging). O bien, como medida más radical (hard pegging), el establecimiento del dólar como moneda de curso. Estas medidas (transitorias) suelen ser tomadas por economías pequeñas, en desarrollo, que carecen, muchas veces por motivos de corrupción, de una estabilidad económica.

Medidas correctivas muy duras, en un país que carece de una infraestructura social que soporte tener a un 40% de su población en una situación de pobreza. Esta falta de sustento social hace cuestionar hasta qué punto el país será capaz de aguantar estas medidas correctoras. ¿Quizás ningún predecesor se atrevió a llevarlas a cabo por este motivo? Recordemos que en época de Macri, la subida de precios y la reducción de los subsidios intentaron paliar una inflación rampante desde 2015. No obstante, en esa época, la pobreza creció más de un 10%, haciendo socialmente inviable acometer profundas reformas. Estamos definitivamente ante el juego de la patata caliente del Grand Prix.

Esta es la teoría, las leyes de la economía teórica. ¿La práctica? Una gran incertidumbre. Aunque la economía parece ser la resolución de simples problemas numéricos, el entendimiento del comportamiento de las personas deviene crucial. Siendo en muchas ocasiones difícil de predecir. En Europa tenemos el claro ejemplo en la política del Quantitative Easing. Se esperaba que al inyectar más dinero en el sistema bancario (la oferta), los tipos de interés descenderían y con ellos la remuneración del dinero de los depósitos y cuentas corrientes. Ante esta situación, se esperaba que el dinero se pusiera en movimiento, ya fuera o bien en busca de un mínimo de rentabilidad; o bien gastándolo. Todo ello, con la finalidad de estimular la economía, que se incrementaran los precios y llegar a un objetivo de inflación del 2%. Esta política monetaria no dio ningún resultado, situándose los tipos de interés a menos de un 1% hasta apenas el año pasado debido a que el dinero no se puso en movimiento.

En cualquier caso, ya veremos si Javier Milei es elegido presidente de Argentina el domingo 22 de octubre y se atreve a realizar "un experimento social" de tal calibre. Si es así, tendrá que realizarlo con un puño de hierro porque las consecuencias se avecinan desastrosas sobre la población. Una posible futura impasibilidad que a muchos argentinos les podrá parecer dictatorial, cruenta y esperamos que no sangrienta. En el país de los tangos, ojalá no oigamos rancheras de lamento al ritmo de Javier y su palabra es Milei.

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