
La historia tiene paralelismos desgraciados. Por ejemplo, el ataque terrorista de Hamas se produjo 49 años y un día después del inicio del Yom Kippur de 1974. Ese conflicto bélico comenzó con el ataque combinado de Egipto y Siria contra Israel. El desenlace de la guerra cambió gracias al suministro masivo de armas por parte de Estados Unidos. Los egipcios, con todo, se consideran ganadores de la guerra porque gracias a los acuerdos de Camp David recuperaron la península del Sinaí, que les había arrebatado Israel durante la guerra de los Seis Días. A cambio, Egipto fue el primer país con mayoría de población musulmana en reconocer a Israel. Esto le acabó costando la vida a su presidente, Anwar El-Sadat, asesinado por terroristas islamistas en 1981.
Las consecuencias económicas de la guerra del Yom Kippur para Occidente fueron particularmente negativas, ya que fue el inicio de una crisis energética. Esto se debió a la reducción de la producción de petróleo por parte de varios Estados árabes en solidaridad con Egipto y Siria. Esta crisis se agravó con el triunfo de la revolución iraní en 1978. Ahora, la situación económica tiene sus similitudes. Y la cuestión clave, ahora, es si un conflicto violento, iniciado por unos brutales ataques terroristas, se acaba complicando, aún más, para convertirse en una guerra regional.
Occidente es menos dependiente del petróleo ahora que en la década de los 70. Sin embargo, ya tenemos una guerra en la que está implicada la Federación Rusa, que era el principal proveedor europeo de petróleo, gas, y también de productos refinados del crudo, como gasolinas y gasóleos. Rusia ya está sometida a sanciones, lo que ha derivado en un aumento del precio del petróleo y el gas. Esto se ha compensado con aumento de las importaciones de Estados Unidos. A diferencia de la situación de hace medio siglo, ahora los Estados Unidos son exportadores de gas y petróleo. Sin embargo, ahora, como ocurrió en 1978 con la revolución iraní, si la guerra abierta se extiende a Irán o a otros países del Golfo Pérsico, estaría lloviendo sobre mojado.
En términos globales de la economía mundial, una guerra regional en Oriente Medio supondría un shock de oferta, con aumento de los precios de la energía, fundamentalmente petróleo y gas. Esto supondría un aumento de la inflación, acompañado, al mismo tiempo de una reducción del PIB, es decir, una caída del crecimiento económico. Como Europa es importadora de gas y petróleo, a diferencia de Estados Unidos, que es exportador, las consecuencias económicas nos afectarían muchísimo más. De momento, los mercados financieros y energéticos no están descontando, afortunadamente, ese escenario. Pero, eso no significa, ni mucho menos, que no siga habiendo un grave riesgo de escalada.
Desde un punto de vista geoestratégico, que Occidente en su conjunto se debilite, tiene algunos beneficiarios, como Corea del Norte, Irán, Rusia o China. Sin embargo, la economía china también se vería muy perjudicada por el aumento del precio del petróleo y el gas. Por el contrario, para Rusia la situación sería muy distinta. No sólo podría aumentar sus ventas de gas y petróleo, sino que mejoraría su situación en Ucrania. Para Occidente, y sobre todo para Estados Unidos, resulta sumamente complicado mantener el suministro de armas, y especialmente de municiones, al mismo tiempo a Ucrania y a Israel. Irán puede considerar también que esta situación podría aliviar las presiones internas que piden democratización y derechos para las mujeres. Pero, en términos generales, para casi todo el resto del mundo, esta situación es negativa.
Evidentemente, los países más afectados económicamente por una guerra son los que la libran. Para Israel, simplemente movilizar a cientos de miles de reservistas ya tiene un coste económico brutal, especialmente si esa movilización, a diferencia de las guerras de Sinaí, los Seis días o el Yom Kippur, se tiene que mantener. Pero, frente a los más de 1.400 muertos (muchos de ellos civiles) en unos días de atentados terroristas- para un país de 9 millones de habitantes- la economía queda en segundo plano. Sin embargo, la clave para que el conflicto no escale está precisamente ahí, en la seguridad. ¿Mejorará la seguridad de Israel con una invasión terrestre de Gaza?
El presidente norteamericano, Joe Biden, considera que no, que ocupar Gaza sería un grave error. Creo que Biden tiene razón. Por una parte, una invasión terrestre en un terreno desconocido para el atacante, con túneles, ruinas y un enemigo que no lleva uniforme es una pesadilla. Por mucho que se insista en las evacuaciones, seguirá habiendo muchos civiles. Al final, esto suponen muchísimas bajas en el ejército que invade, que asume hasta el propio ministro israelí de Defensa, y también entre la población civil palestina. Y la reacción contra Israel y Occidente sólo pueden llevar a atentados, y a una escalada. Y todo esto hará más difícil cualquier acuerdo de paz. Esto sin contar con que una ocupación hay que mantenerla. Israel se "desconectó" voluntariamente de Gaza, es decir, la abandonó, precisamente por eso, por costes y bajas, que ahora serían ahora muy superiores.
Pensemos simplemente en el Hospital anglicano de Gaza destruido el martes pasado, y las posteriores reacciones. Comparado con una invasión terrestre y sus consecuencias, esta masacre se quedaría pequeña. Y todo esto con independencia de quién sea el responsable directo. Las poblaciones de muchos estados árabes son mucho más "críticas" con Israel que sus dirigentes. Por eso, si la situación se sigue inflamando, acabarán teniendo que tomar medidas contra Israel, y en general contra Estados Unidos y todo Occidente.
En toda esta explosiva situación, se está haciendo hincapié en Irán. Pero el régimen iraní es chií, mientras que Hamas es un movimiento, terrorista, sunní, y cuyos líderes no están en Teherán sino en Qatar, que es uno de los principales exportadores de gas y petróleo a Europa. Pero, incluso sin salir del Golfo Pérsico, Arabia Saudí, que al igual que Marruecos iba a reconocer a Israel dentro de los acuerdos de Abraham, ha reconsiderado su posición. Si hay una invasión terrestre, hay pocas dudas de que harán todos estos gobiernos, bajo la presión de sus poblaciones.
Una escalada hacia una guerra regional no beneficia a casi nadie, y desde luego perjudica económica, y geoestratégicamente por la guerra de Ucrania, a la Unión Europea. Además, esta situación incrementa el riesgo de atentados en Europa. No es mucho lo que se puede hacer para evitarlo, pero sí hay que evitar echar más gasolina al fuego con declaraciones incendiarias. Aunque otros tienen más que perder, nosotros también nos veríamos muy perjudicados por una guerra regional, que deberíamos hacer los máximos esfuerzos diplomáticos por evitar.
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