
Quiero pensar que en mi larga vida política he tenido las cosas medio claras y creo haber pertenecido a una izquierda razonable y pro sindical, pero no obrerista ni sectaria. He pertenecido a una generación de socialistas que no dejamos de cometer errores (¿se acuerdan ustedes de aquel "OTAN, de entrada no"?). Sí, errores cometimos, pero nunca traicionamos nuestra Constitución (sí también fue nuestra) ni entregamos el país a sus enemigos. Sí, llegamos a acuerdos con Jordi Pujol o con el PNV, pero nunca pusimos en aquellas manos la gobernabilidad de España.
¿Qué hubiera pasado si en el año 1996, tras ganar sin mayoría absoluta Aznar, Felipe González les hubiera ofrecido la autodeterminación al PNV y a Pujol a cambio de su investidura? Nadie en el PSOE de entonces hubiera votado a favor de semejante despropósito. En lugar de eso, Felipe González y Alfonso Guerra hicieron mutis y dejaron entrar en la dirección del PSOE a gente nueva.
Las cosas se comenzaron a torcer cuando en el año 2004 Aznar disolvió las Cortes y convocó las elecciones generales para el 14 de marzo. A finales de febrero comenzó la campaña electoral y las encuestas seguían dando como ganador al PP. Quizá por eso Rajoy tomó la decisión de no debatir con Rodríguez Zapatero ante las cámaras de televisión.
El tono general de la campaña fue "alegre y confiado" y las ofertas tan generosas como irrealizables.
Luego vinieron los atentados de marzo y el triunfo de Rodríguez Zapatero.
Compartí la alegría del triunfo en 2004 y pensé que para los zapateristas la entrada en el Gobierno significaría un baño de responsabilidad, cordura, prudencia y realismo, pero no acerté. El 17 de abril de 2004 Zapatero dio a conocer los nombres de su primer Gobierno, en el cual se percibían los equilibrios internos de tipo territorial, la presencia de los zapateristas de primera hora y también la de algunos veteranos que prometían moderación. También había allí personas de procedencia detectable, sí, pero también incomprensible.
Pronto, el Gobierno fue construyendo una estrategia con la cual se pretendía hacer de la necesidad virtud. La necesidad nacía de los diputados que era necesario sumar a los 164 propios para llegar a los 176 que permitían alcanzar la mayoría absoluta, que en el Congreso es a menudo necesaria; pero lo más arriesgado y desgraciado fue la "virtud" con la que se pretendió adornar aquellos acuerdos.
El virtuoso objetivo estratégico -con el cual nunca pude comulgar- consistía en aislar y echar a las tinieblas exteriores al PP, partido en torno al cual se pretendió construir un "cinturón sanitario" mediante una imagen virtual según la cual sus miembros no representaban a ninguna derecha democrática sino que eran los restos del franquismo; por eso era necesario oponer al PP un bloque de progreso, en el que se incluyó, aparte de IU, a todos los nacionalismos que se prestaron a ello, desde el Bloque Nacionalista Galego (BNG) a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).
Creo que está muy claro que Pedro Sánchez no se ha inventado nada, que el desastre actual comenzó de la mano de un político tan nefasto como lo es Rodríguez Zapatero.