El pasado miércoles, 5 de octubre, tuvo lugar la XXV Cumbre Hispano-Alemana en A Coruña. Con esta ya han sido tres las veces que el canciller Olaf Scholz ha visitado España en lo que va de año. Las dos anteriores fueron la visita oficial por su comienzo de mandato y la cumbre de la OTAN en Madrid. El pasado 30 de agosto, además, Sánchez fue invitado a un encuentro informal del gobierno federal celebrado en el Palacio de Meseberg para debatir sobre la estrategia de seguridad nacional alemana.
El trasfondo de esta intensificación y mejora sustantiva de las relaciones hispano-alemanas al más alto nivel es doble. Por un lado, la guerra en Ucrania y la crisis energética han alterado de forma crítica las perspectivas geopolíticas repercutiendo en los escenarios económicos de recuperación tras la pandemia. El conflicto con Rusia nos ha devuelto a una inflación de dos dígitos largo tiempo olvidada. Con los precios disparados, el crecimiento se ha visto comprometido. Algunas economías a comenzar por la alemana ya están viendo las orejas al lobo de la recesión. Este horizonte ha obligado a actuar sobre los tipos de interés, reavivándose a su vez el espectro de la prima de riesgo para países como Francia, Italia, Grecia... y España. Una vez más las dinámicas globales tensionan las costuras del proyecto europeo.
Por otro lado, la orientación estratégica progresista que comparten los gobiernos de coalición en Alemania y España se inscribe en un contexto europeo de reversos electorales y malos pronósticos para la centroizquierda. El triunfo de Meloni en Italia (tercera economía del euro) ha introducido, no obstante, un factor de incertidumbre paradójico que los ejecutivos alemán y español esperan aprovechar para hacer valer su peso y reorientación en materia económica. Frente a la singularidad de la serie de crisis en curso (pandemia, cambio climático, guerra, etc.), las ecuaciones macroeconómicas de la austeridad propias de la Era Merkel ya no están disponibles. El reciente contrafáctico de Lizz Truss en el Reino Unido ha resultado también muy clarificador acerca de los límites de algunas políticas económicas de antaño.
En este contexto la cumbre ha planteado expectativas inéditas y apuesta por un eje continental europeo que mira hacia el sur occidental y se proyecta hacia el norte de África, mientras Polonia, Hungría e Italia se descuelgan. Aunque son muchos los asuntos a considerar e integrar en la agenda de la cumbre (crisis del mercado energético, reglas fiscales europeas, alza de precios de los alimentos y disponibilidad de suministros e insumos agrícolas, imperativos del cambio climático y agenda de transición ecológica, redistribución presupuestaria de la OTAN y defensa europea, modernización de la economía digital, etc.), todos venían a resumirse en uno: detener la inflación para proteger las economías familiares y el tejido empresarial, a la par que no comprometer las expectativas de crecimiento.
En el terreno propositivo, la prioridad de la cumbre fue abordar la inflación que acentúa la excesiva dependencia alemana (y por ende centroeuropea) del gas ruso. En lo concreto esto tiene nombre: impulsar el proyecto Midcat para reorganizar la infraestructura europea, lo que ya es casi un sueño imposible por la frontal oposición de Francia. Al medio plazo, Sánchez apuesta por dar solución de continuidad al creciente peso español por medio del «hidrógeno verde».
La excepción ibérica se abre camino así más allá de la península y anima a Sánchez a replantear una reforma del mercado eléctrico que encuentra sintonía en las propuestas que ha venido haciendo von der Leyen. La excepcionalidad de España y Portugal es bien vista ahora en Europa por sus resultados y se entrecruza con otra gran línea de debate: las reglas fiscales. Alemania parece estar dispuesta a revisar la rigidez de posición inicial, ya que hasta ahora el pacto de estabilidad de la UE ofrecía a su parecer un marco suficiente para los fondos de recuperación.
Con todo, la sombra de la prima de riesgo reaparece sobre el modelo productivo español y las políticas sociales. Si se entra en la letra pequeña del «Plan de acción conjunto» suscrito en términos bilaterales por Alemania y España aunque pensados en clave multilateral para la UE es fácil observar cómo se han dispuesto toda una serie de cuestiones que vienen a incidir un modesto pero incentivador desplazamiento hacia el cambio de modelo productivo español. Entre los acuerdos alcanzados en la cumbre, se ha incluido un cuarto apartado del plan de acción que incide en los ámbitos educativos, empresarial y sociolaboral. Será al final en esta letra pequeña donde se podrá verificar el alcance de la buena sintonía hispano-alemana.