
La segunda parte del ejercicio está siendo complicada para la banca y para todos sus accionistas. El sí, pero no, del Tribunal Supremo con el impuesto de Actos Jurídicos Documentados (AJD), no sólo ha provocado un golpe brutal a las cotizaciones, sino que ha prendido de nuevo la llama de la fobia social contra el sector. Aunque en este caso lo que se cambiaba, y convertía al banco en el obligado tributario en el caso del AJD, era un articulado del Reglamento de la tasa, sin que el tribunal fallara sobre ningún contrato hipotecario, la marcha atrás del Supremo ha impulsado otra campaña contra la banca basándose en que gracias a su influencia el tribunal ha optado por revisar su sentencia. Podemos incluso ha exigido que el sector pida disculpas por haber provocado que las familias paguen el AJD.
Con este discurso tergiversado dando vueltas en el imaginario popular, y en plena negociación de los Presupuestos, parece complicado que se agolpen las propuestas para frenar el incremento del tipo mínimo al 18% en Sociedades, o para evitar sobrecargar con tasas a la banca. A los ojos de la bolsa, este contexto quita atractivo al sector; y más todavía si, ante el cambio de ciclo económico, los reguladores vuelven a presionar para que se aumente el colchón de capital con el que prepararse para un cambio de ciclo.
En este sentido, algunos analistas ven en el brusco giro que han dado las bolsas las últimas semanas un claro aviso a navegantes de que ha llegado la hora de empezar a descontar que el ciclo económico expansivo toca a su fin. El FMI anticipa crecimientos inferiores este año al anterior para la mayoría de países y el boom generado por la bajada de impuestos aprobada por Donald Trump en Estados Unidos perderá sus efectos en 2019. The Economist incluso anticipa que dicho final podría provocar que la primera economía del mundo entre en recesión en 2020; un traspié que tendría consecuencias para la zona euro.
El reto de la economía
Quizás con la mirada puesta en ese nuevo escenario, la nueva cúpula del Banco de España, que durante el verano ha renovado tanto a su gobernador como nombrado a su subgobernadora, está lanzando mensajes de contención al sector. Insisten en que refuercen la solvencia, un objetivo que puede complicar el gancho de un mejor dividendo con el que la banca quiere atraer y retener a sus accionistas; y que es más crítico tras la inestabilidad generada por el Tribunal Supremo.
En la Universidad de Deusto, hace pocas semanas, Pablo Hernández de Cos, ponía indirectamente este deber al sector español. "En relación a los ratios de solvencia CET 1 y Tier 1, sus niveles agregados -aunque con importante dispersión entre entidades- son, a marzo de 2018, reducidos en comparación con los de los sistemas bancarios de la eurozona, conforme con la Autoridad Bancaria Europea (EBA)", señalaba. A 30 junio, también según datos de la EBA, esta desventaja se mantenía y, en su conjunto, la banca española se quedaba a la cola en el ratio 'CET 1 Fully Loaded'. Una distancia que podría ampliarse si el Tribunal Supremo dictaminara que, finalmente, el AJD lo deben pagar los bancos con efectos retroactivos,
Goldman Sachs estima que, solo extendiendo la retroactividad a los cuatro ejercicios fiscales que están abiertos, el sector bancario español perdería 13 puntos básicos de capital CET 1 (según la EBA, España también se queda a la cola dentro de Europa en este indicador). Para la banca española generar capital, en un contexto de rentabilidades del negocio reducidas se ha convertido en un auténtico handicap. La caída de los tipos de interés, en medio de un proceso de intensa reducción del saldo de dudosos, adjudicados, y de desprenderse de participaciones no relacionadas con el negocio financiero, es una tarea compleja; todavía más si se abren litigios inesperados, como el AJD.
Si bien por ahora, en términos de ROE (rentabilidad sobre los recursos propios) la banca española supera a la media europea según datos de la EBA, esa tasa, todavía reducida, es la herramienta para generar dinero de 'libre disposición' y que se reparte entre incrementar la reserva de capital; y entre retribuir al accionista. Y la banca española cotizada, tras los complicados ejercicios vividos en la crisis, ha utilizado el dividendo como 'gancho' para sus inversores.
Primero, recuperando el pago en efectivo, que los inversores interpretan como un signo de fortaleza- y más recientemente ofreciendo a los accionistas repartir un dividendo extraordinario en caso de exceder el nivel de 12% en el ratio de solvencia 'CET 1 Fully Loaded'. CaixaBank lo incluía en su plan estratégico que vence este año -presentará el nuevo el 27 de noviembre- y Bankia lo ha incorporado al que está en vigor y que presentó en febrero. A 30 de junio, la entidad presidida por Ignacio Goirigolzarri superaba con comodidad dicho nivel, lo que abría la puerta a que el consejo del banco en enero pueda aprobarlo. Un plan que podría trucarse en caso de retroactividad del AJD o más presión regulatoria.
Con este puzzle, y mientras los tambores de otra crisis económica vuelven a sonar en las bolsas, los supervisores también deben ser sensibles al efecto positivo para el sector que tiene contar con el apoyo del mercado. Los bancos necesitan alguna 'herramienta de marketing', como el dividendo, para convencer a los inversores de que les acompañen durante la travesía por el desierto de unos ejercicios de bajo ROE y limpieza de balance. Unos inversores 'contentos' estarán más dispuestos a aportar capital adicional si fuera necesario para una operación de crecimiento o para compensar el impacto puntual de un ajuste de balance.