Opinión

La bala de plata de Mario Draghi

En la Unión Europea hay una regla de oro que se cumple inexorablemente: los problemas se solventan antes cuanto más afectan a Alemania. El lunes se alcanzó un compromiso con Turquía para que acoja a todos los refugiados que entren por las costas griegas a cambio de acelerar su entrada en la Unión Europea y facilitar una visa para que sus ciudadanos accedan libremente a la UE. Dos asuntos bloqueados durante años por los sucesivos Gobiernos de Berlín.

Ese mismo lunes, la prensa anglosajona se hacía eco de un posible compromiso para prorrogar el rescate a Grecia, pese a que no cumple las condiciones pedidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). El organismo dirigido por Christine Lagarde exige ajustes equivalentes al 4 por ciento de su PIB y el Gobierno de Atenas ofrece recortes que alcanzan sólo el 1 por ciento, en caso de que gane la batalla de las pensiones.

Se nota la alargada sombra de Ángela Merkel, que hace una semana sorprendió a los políticos radicales griegos con unas declaraciones en favor de ?no abandonar a Grecia a su suerte? en su lucha contra la crisis y la inmigración. ¿No recuerdan cuando estuvo a punto de cortar el grifo de los fondos europeos tras el triunfo de Alexis Tsipras?

Casualmente, el paquete de medidas anunciado por el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, se pone en marcha después de los problemas que tuvo el Deutsche Bank para hacer frente al pago de su deuda. En este caso, juega también a favor que Draghi es italiano, donde sigue pendiente la reestructuración de la banca.

El Gobierno de Mariano Rajoy tuvo que pedir un rescate de 100.000 millones, de los que se han utilizado 40.000 millones para reestructurar el sector de cajas de ahorro.

Las pequeñas cajas alemanas siguen sin ajustarse, mientras que las necesidades de capitalización sólo del Deutsche se estiman en 200.000 millones, el doble de la ayuda española. El ministro de Finanzas germano, Wolfgang Schäuble, puso su mano en el fuego para defender al gran banco germano.

Descuiden, ninguna agencia de rating se atreve a poner precio al agujero del Deutsche, con el argumento de que el superávit germano resolvería el problema de un plumazo.

Y más casualidades: el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, tradicionalmente opuesto a las políticas de estímulo, no participó en la votación del jueves por el sistema rotatorio de los derechos de voto.

No me extraña, por tanto, que el plan estrella de Draghi contuviera una bomba para aliviar el balance de los bancos: incrementar de 60.000 millones a 80.000 millones la compra de bonos, con la inclusión de deuda de empresas no financieras. Un instrumento al que se une la oferta de que obtengan del BCE al 0 por ciento de interés, la cantidad de dinero que dediquen a préstamos, los denominados en inglés como TLTRO. Con ello pretende combatir el fantasma de la deflación. Es decir, el bajo crecimiento, en torno al 1 por ciento, sin inflación, en tasas negativas del -0,2 por ciento.

Hubo presiones para que el BCE adquiriera directamente la deuda subordinada que los bancos emiten a precios prohibitivos para financiar su capital y que constituye uno de sus quebraderos de cabeza.

Draghi también aumentó del -0,3 al -0,4 por ciento la tasa que cobra a las entidades por depositar su dinero en el BCE y, en contrapartida, redujo del 0,05 al 0 por ciento la tasa de refinanciación, es decir el tipo de interés al que presta a los bancos.

Pero en su afán por proteger a la banca, sembró las dudas entre los inversores al descartar que los tipos de interés puedan ir a tasas negativas, como acaba de hacer el Banco de Japón. Ello provocó que los mercados borraran en unos minutos sus fuertes subidas y entraran en negativo el jueves pasado.

Sin darse cuenta, el presidente del BCE admitió, al descartar tipos en negativo, que su munición está a punto de acabarse. ¿Qué hará si no funcionan las medidas anunciadas el jueves?, ¿comprar más deuda privada? Es algo improbable, porque son activos con mayor riesgo que la deuda soberana, que difícilmente autorizará el BCE. Da la impresión de que Draghi utilizó su bala de plata. En los cuentos tradicionales es la única para matar a hombres lobo y vampiros. En este caso, el objetivo es la deflación.

La recuperación del petróleo y las medidas de Draghi mejoran sustancialmente el panorama, pero habrá que estar ojo avizor a las decisiones que tome la próxima semana la Reserva Federal. Aún no estamos a salvo.

PD. elEconomista publica el próximo martes, 15 de marzo, el ejemplar conmemorativo de su décimo aniversario en el que el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy y siete de sus ministros, así como grandes empresarios, la oposición y los presidentes autonómicos ofrecen su visión de futuro. Gracias por seguirnos durante tanto tiempo y hacernos líderes de la prensa financiera.

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