Opinión

La era de las expectativas limitadas

Para una persona ajena a los vaivenes de los mercados es difícil comprender seguramente por qué las bolsas europeas bajaron más del 3 por ciento por término medio el miércoles pasado y acabaron la semana con subidas superiores a ese porcentaje. Pocas cosas han cambiado, efectivamente, en dos días para dar la vuelta como a un calcetín en el sentimiento de los inversores. La respuesta hay que buscarla de nuevo en los bancos centrales.

El presidente del BCE, Mario Draghi, salvó a los miembros del euro de la debacle en julio de 2012 cuando aseguró que estaba dispuesto a hacer "todo lo que fuera posible" para mantener en pie a la moneda única. El jueves pasado, volvió a rescatar del abismo a las bolsas de medio mundo, al afirmar que "no había límites" en los instrumentos que podía utilizar para lograr los objetivos de inflación del 2 por ciento.

Poco después, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, aseguró que "se dan las condiciones para una rebaja adicional de los tipos de interés". Las palabras de Abe impulsaron casi el 6 por ciento la bolsa japonesa, que había sufrido retrocesos superiores al 10 por ciento en los últimos días.

La semana próxima le toca el turno a la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, que, probablemente, afloje el ritmo previsto de subida de los tipos de interés en Estados Unidos. No me extrañaría, como ya ocurrió durante la Gran Recesión, que los gobernadores de los bancos centrales de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, la Unión Europea y Japón estén saliendo a la palestra de manera coordinada para impedir un colapso de los mercados financieros.

El lunes pasado, Gertjam Vlieghe, miembros del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra, abrió el baile de declaraciones con que no había que tener prisa para incrementar el precio del dinero.

El panorama para los inversores ha cambiado en unos pocos días. Si a principios de semana se vislumbraba un posible frenazo de la economía mundial debido al endurecimiento de la política monetaria anunciada en Estados Unidos y en el Reino Unido, así como por el agotamiento de la aplicada tanto en la Unión Europea como en Japón, ahora se vislumbra una decidida actuación de los bancos centrales de las grandes potencias mundiales para seguir apoyando el crecimiento de sus economías.

Hasta el crudo, que se había despeñado casi sin descanso desde los 40 a los 27 dólares por barril, recuperó el viernes la barrera de los 30 dólares sin motivo aparente. Ni Arabia Saudí, ni Irán, ni Estados Unidos o cualquier otro gran productor está dispuesto a reducir el bombeo de petróleo. Pero si el mundo crece más rápido, también lo hará la demanda de oro negro. Todo gira en torno a las expectativas.

Las perspectivas cambian rápidamente y arrastran a los mercados de medio mundo. La era de los estímulos monetarios por parte de los bancos centrales toca a su fin y con ello el dinero barato. Se teme que una política de tipos de interés cero durante tantos años haya generado burbujas crediticias que ahoguen a muchas empresas o incluso países. En Estados Unidos, han comenzado a quebrar pequeñas explotaciones petroleras tras el hundimiento de los precios del crudo, a las que podrían seguir empresas mineras en países en desarrollo.

Además, hay sospechas de que los grandes fondos soberanos de Oriente Medio están retirando sus inversores de los mercados occidentales para compensar la caída de los ingresos de sus respectivos países a consecuencia del desplome del petróleo.

El margen de maniobra de los bancos centrales se ha reducido considerablemente y existen dudas sobre sus efectos reales. Japón sigue estancado después de varias rondas de inyecciones monetarias. En Europa, el crecimiento es también muy exiguo, pese a las medidas de Draghi.

China otorgó un cierto alivio esta semana al anunciar un crecimiento del 6,9 por ciento el año pasado, en línea con lo previsto. Pero es clamorosa la falta de reestructuración de sus grandes empresas, lo que obligará al gigante asiático a acometer futuras devaluaciones de alrededor del 10 por ciento para el yuan. Si las expectativas sobre China se confirman, su desaceleración y la caída desu moneda provocarán un terremoto en países como Brasil, Corea del Sur, Australia o el mismo Japón, sus principales clientes comerciales.

Creo que estamos ante una tregua, un momento dulce previo a la batalla que queda por librar. 2016 se presenta lleno de desafíos económicos que volverán a golpear a los mercados sin piedad. El año de las expectativas limitadas.

En España, para más Inri, asistimos al vodevil entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para tratar de acaparar el poder que se le escapa a borbotones a Rajoy, por su negativa a ceder el liderazgo en el PP. Un conflicto que augura de todo menos estabilidad.

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