Opinión

El empleo que vendrá a partir de enero

  • Es aún dudoso que el empleo que se generará en 2022 sea más estable y productivo
La vicepresidenta Yolanda Díaz y el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá.

Si sólo se atiende a las cifras nominales de ocupación y paro, 2021 ha sido uno de los mejores años de creación de empleo de las últimas décadas. En términos de afiliación a la Seguridad Social, el mes de enero ha cerrado en casi 20 millones, un máximo histórico. En el caso de la ocupación, tal como publica el INE en la EPA, estamos por encima de los 20 millones. Incluso en términos desestacionalizados y ajustadas de calendario, estas magnitudes han experimentado un crecimiento superior al dato base.

Hasta aquí llegan las conclusiones básicas de un análisis de las cifras "nominales" o "aparentes", por las cuales sin duda hay que felicitarse. Sin embargo, si sólo se cuenta la realidad hasta aquí, estaremos omitiendo las cifras "reales" o, dicho de otra forma, qué está pasando en lo más profundo del mercado laboral español.

Para ello, primero es necesario aportar dos elementos importantes de contexto: por un lado, la crisis del Covid-19 y la respuesta de políticas públicas ha provocado la ruptura de correlaciones entre variables inalteradas hasta la fecha, lo cual dificulta la elaboración de estimaciones ajustadas a la realidad. Por otro lado, esta crisis tan extraña con respecto a las acontecidas en los últimos ciclos económicos ha provocado que variables tradicionalmente atrasadas como el empleo con respecto al PIB se conviertan en prácticamente variables adelantadas, algo anómalo y que probablemente se corregirá en los próximos trimestres.

Desacople entre el PIB y el empleo

Una vez puestos los elementos básicos de contexto, ahora es necesario mostrar el fenómeno que permite que las cifras "nominales" de afiliación suban muy por encima de la economía y que se produzca un "desacople" entre empleo y PIB. Existen dos razones principales. Una es el crecimiento masivo de contratos con cada vez menos horas de trabajo. Si bien la expresión no es estrictamente correcta, sí se puede calificar de "segunda ola de troceamiento de puestos de trabajo".

La primera se produjo tras la reforma laboral de 2012, cuando los puestos de trabajo originales indefinidos a tiempo completo pasaron a ser varios contratos a tiempo parcial (indefinidos o no), con una suma de salarios que no alcanzaba el salario original del puesto originario.

Ahora, se está produciendo la "segunda ola" y el indicador más objetivo para ello es el cómputo de horas de trabajo efectivas. Según la EPA, en el cuarto trimestre de 2021 el número de horas semanales trabajadas por los asalariados fue de 503,7 millones, un 6% menos que en el mismo periodo de 2019, justo antes de comenzar la expansión del coronavirus, cuando las horas trabajadas alcanzaban los 535,8 millones. De aquí surgen empleos masivos, pero fuertemente improductivos e ineficientes.

Y aquí es donde se sitúa la segunda razón principal. La prueba de la ineficiencia y la inestabilidad del empleo creado está en el comportamiento de los contratos laborales en el sector público. En un año se han creado más de 200.000 puestos de trabajo en el sector público, con una caída de horas trabajadas semanales de más del 8% con respecto a la situación pre-pandemia. No es de extrañar que la productividad por persona y por hora de trabajo (éste último es lo más importante) no pare de caer y se desacople la evolución del PIB y la del empleo.

Por tener unas cifras con mucho brillo no se sale antes de una crisis, y mucho menos cuando estamos en un momento de inpass regulatorio con la aprobación de la reforma laboral y las presiones para volver a indexar salarios al IPC. 2022 probablemente será un buen año para el empleo del estilo que se ha creado en 2021. La pregunta es: ¿el empleo que vendrá en 2022 será más estable y productivo que el de 2021?

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