
El apoyo prestado a las empresas para proteger la actividad económica y el empleo durante la pandemia no ha tenido precedentes en la mayoría de los países de la Unión Europea. Esto ha contribuido a mantener el empleo en los niveles anteriores a la pandemia.
Pero aunque los puestos de trabajo se hayan protegido, la crisis ha afectado sin duda a la forma de trabajar. Muchos trabajadores se han pasado al teletrabajo y las empresas han tenido que adaptarse para seguir operando. Las estadísticas también muestran que para las personas con mayor nivel de estudios, la pandemia ha creado incluso mayores oportunidades, ya que su tasa de empleo ha aumentado. Pero esto no significa necesariamente que en general la economía de la UE sea más productiva en el futuro. Las nuevas pruebas sobre el impacto de la productividad siguen sin ser concluyentes.
Hay algunas razones para el optimismo. Al verse obligadas a una parada repentina y prolongada de la economía, cerca de tres cuartas partes de las empresas afirman que la pandemia les ha ayudado a ser más eficientes e innovadoras. Nueve de cada diez empresas han acelerado la adopción de la tecnología digital y la automatización y, por tanto, han aumentado su agilidad general. Esto, junto con el apoyo macroeconómico masivo, tiene el potencial de impulsar la productividad. Según una encuesta, esto podría suponer un punto porcentual más de crecimiento de esa variable en los próximos años respecto a las expectativas anteriores.
La perspectiva del teletrabajo también tiene el potencial de aumentar la productividad al permitir una mayor flexibilidad. Muchos ven las ventajas derivadas de una mayor flexibilidad general, menos tiempo de desplazamiento y mayor conectividad. En algunas profesiones, el potencial del teletrabajo es enorme.
Sin embargo, también hay escollos. No todos los trabajos son adecuados para el teletrabajo o el trabajo más flexible. Esto es cierto a nivel individual, donde hay que tener en cuenta las tareas, el papel y las preferencias personales del empleado. Pero también es cierto a nivel colectivo, si hay una gran interdependencia de tareas. En entornos de trabajo más híbridos, habrá que replantearse muchas cuestiones, como la mejor manera de coordinar las tareas, gestionar los equipos y ofrecer las mismas oportunidades de carrera a todos. Queda por ver si esto se traducirá en un aumento general de la productividad.
Otros indicadores sugieren que las expectativas sobre el efecto de la pandemia en la productividad general deberían ser más pesimistas, sobre todo por los costes que las empresas tuvieron que afrontar al principio de la pandemia. A pesar de las ayudas prestadas, muchas empresas saldrán de la crisis con mayores deudas. Los datos de Reino Unido muestran que estos costes a corto plazo podrían suponer una reducción de la productividad del 1% durante los próximos años, en comparación con las estimaciones previas a la pandemia.
Además, ha habido claros ganadores y perdedores de la pandemia. La tecnología digital y los productos farmacéuticos, por ejemplo, han visto crecer su demanda. Por otro lado, la hostelería, el turismo y también la energía se han paralizado parcial o totalmente. Además, los ganadores de la pandemia, como las tecnologías de la información y los servicios digitales, son también los que tienen un alto poder de concentración. Si no se contrarresta, este poder irá en contra de la innovación y la productividad en el futuro. Del mismo modo, los hogares situados en los extremos opuestos de la distribución de la renta han soportado la pandemia de forma muy diferente, lo que puede provocar efectos de cicatrización.
También está la cuestión de cómo seguirá integrado el comercio mundial. La pandemia ha proporcionado cierta justificación a la idea de repatriar ciertas partes de la producción, reduciendo así la longitud de las cadenas de valor mundiales. A veces las fuerzas del proteccionismo están detrás de esto, pero también puede ser el deseo de aumentar la resistencia. En cualquier caso, este proceso conducirá a un aumento de los costes globales y reducirá la competitividad.
Por último, hay una serie de implicaciones sociales que presionarán la productividad laboral. Los cierres de escuelas y universidades han supuesto una pérdida de horas lectivas, especialmente para los más vulnerables de la sociedad. Un estudio de la OCDE de septiembre de 2020 sugiere que los estudiantes afectados por el cierre de escuelas durante la pandemia pueden ganar hasta un 3% menos a lo largo de su vida, a menos que se pongan en marcha medidas para ponerse al día. Esto se traduce en una media de un 1,5% menos de crecimiento a largo plazo en los países donde estos cierres fueron más acusados. Estas cifras son peores para ciertos segmentos de la sociedad, como los de menor nivel educativo.
No cabe duda de que la pandemia ha afectado permanentemente a nuestra forma de trabajar. Queda por ver si es para mejor.