El precio de la electricidad en el mercado mayorista no deja de subir y cada día escala nuevos máximos que hace unos meses ni hubiéramos podido imaginar. Lo peor de esta situación es que va para largo, pues algunos expertos vaticinan que el precio será elevado hasta 2023 aunque el Gobierno se ha comprometido a que este año no paguemos más en la factura del importe que se pagaba en 2018. Mucho me temo que, como casi siempre, estas afirmaciones hay que cogerlas con pinzas, ya que entre la letra pequeña que esconden y los malabares estadísticos, podemos llevarnos una buena sorpresa.
La energía es clave en cualquier economía, en especial el de la electricidad porque es un bien básico y necesario para las familias y para la producción de las empresas. Sin embargo, todos estamos sufriendo en nuestras carnes la volatilidad del mercado por la ausencia de medidas que la amortigüen y de una estrategia nacional para la energía que permita bajar los precios sin componentes ideológicos que penalizan a tecnologías libres de CO2 y que garantizan la sostenibilidad y suficiencia del suministro.
Después de la bajada temporal del IVA y la suspensión del impuesto a la generación, ahora el Gobierno, al más puro estilo David Copperfield realiza un ejercicio de prestidigitación para hacer desaparecer el problema bajando el impuesto especial hasta mínimos y confiscando, como Robin Hood, los beneficios extraordinarios que las eléctricas obtienen, caídos del cielo por el sistema de precios marginalista que premia a las energías más baratas, para topar así el precio del gas que ha subido a la velocidad de la luz y que seguirá haciéndolo. Sin embargo, se trata de un nuevo ejercicio de trilerismo político donde se manipula el lenguaje para evitar decir que se puede generar un conflicto en la generación nuclear que opera con flujos de caja negativos y un nuevo déficit de tarifa de gas que obligará a resarcir a estas compañías tarde o temprano, por vía judicial y que pagaremos los de siempre, despertando una inseguridad jurídica que en nada beneficia a la inversión que necesita nuestra recuperación económica y el sistema eléctrico.
En vez de culpar a las eléctricas, al mercado y al que se mueva, habría que poner el foco en que precisamente la intervención ideológica del mercado es la causante de estos problemas, junto con la pobre estrategia nacional sobre la energía que garantice la competencia real así como nuestra autonomía, estabilidad y suficiencia del suministro, sin depender de importaciones de electricidad sucia de países fuera de la UE o apostar todo a un solo caballo, el de las renovables, que no garantiza su generación continua, mientras cerramos centrales y asfixiamos a impuestos a otras que están libres de emisiones y que pueden bajar precios.
Por otra parte, parece paradójico y un ejercicio de cinismo político, que se culpe a las eléctricas de los beneficios caídos del cielo cuando no han sido ellas las que han establecido las reglas de juego, sólo participan conforme a la ley. Lo peor es que el primero que está llenando sus bolsillos con dinero caído del cielo es el propio Estado por dos vías, por el aumento en la recaudación tributaria de los impuestos que gravan la factura de la electricidad y, por otro, por el dinero que recauda de las eléctricas por la venta de derechos de emisión de CO2 que no repercute en menores precios.
De seguir aumentando el precio, es posible que todos los paquetes de medidas no tengan el suficiente efecto corrector y sólo sirvan para desacelerar temporalmente el incremento de precios, porque no se está atacando al origen del problema sino a las consecuencias, en una huida hacia delante y hacia ninguna parte para evitar un castigo electoral más que probable porque llegan meses de frío y a los ciudadanos no se les puede decir que pongan la calefacción eléctrica a las 3 de la madrugada.
Cada vez somos más los que nos sentimos como un conejo en la carretera al que damos las largas con cada nuevo chupinazo diario del precio de la electricidad mientras que el contador sigue corriendo como una liebre, porque no se puede soplar y sorber a la misma vez ni podemos buscar precios bajos interviniendo en el mercado con cargas fiscales abusivas que ahoga a los ciudadanos y a determinadas tecnologías porque nos ciega la ideología.