Opinión

La adecuada prudencia del BCE

Chrstine Lagarde, presidenta del BCE

La primera reunión del BCE tras el verano cumplió con la expectativa de que estaría muy lejos de convulsionar el mercado. Lo que Fráncfort anunció, una desaceleración en el programa de compras masivas de activos puesto en marcha en marzo de 2020, no debe verse como el inicio oficial de la retirada de estímulos.

 El BCE no dio cifras, pero todo apunta a que será un cambio de reducido alcance, semejante a los que aplicó de forma temporal en los primeros meses de 2021, y que situará el ritmo mensual de adquisición de deuda en el entorno de los 70.000 millones frente a los 80.000 millones actuales. Toda decisión sobre la futura normalización de la política monetaria se aplaza así hasta el encuentro de diciembre. Es comprensible que el BCE evite precipitarse. La Reserva Federal también lo hizo al posponer el comienzo de su tapering a noviembre. El tiempo extra permitirá comprobar si la recuperación se debilita, tal y como ya muestran varios indicadores en EEUU. Es cierto que el BCE sigue defendiendo que el repunte de la inflación será "transitorio" e incluso eleva cuatro décimas su previsión sobre el avance del PIB de la eurozona en 2021, hasta el 5%. Con todo, a finales de año contará con más visibilidad sobre las posibilidades de que los altos precios energéticos se mantengan en ese nivel hasta la primavera y sobre el daño que causarían a la economía.

La recuperación aún es incierta lo que aconseja evitar la precipitación en la retirada de los estímulos monetarios

Es más, el BCE puede permitirse un margen mayor antes de hacer cambios de políticas, si se cumplen los pronósticos sobre las elecciones alemanas. La posible victoria de la coalición de socialistas y verdes contribuiría a reducir las presiones del Bundesbank para volver a la ortodoxia. Ante el aún incierto futuro, la prudencia que muestra el BCE es adecuada.

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