Opinión

El BCE, atrapado en su tela de araña

Christine Lagarde, presidenta del BCE

Este jueves día 9 de septiembre teníamos la cita más importante macroeconómica de la semana. El BCE se reunía para tomar decisiones sobre la política monetaria del área euro. La atención se focalizaba en el nivel de tipos de interés y la posibilidad de anunciar noticias sobre el ritmo de compras de activos. Sobre la primera, los tipos, poco o nada se esperaba pues todo apuntaba al mantenimiento de los mismos. En el segundo caso, el posible aunque improbable tapering o el más probable freno en el ritmo de compras, era el centro de la atención. En todo caso, sobre este último aspecto hay opinión unánime sobre que la reunión clave será la de diciembre. Por cierto, que como no está definido lo que es el tapering, ya ha comenzado aquellos de si son galgos o podencos. Sin embargo, lo importante es el ritmo de compras, el término de los diferentes programas, la reinversión de los cupones y amortizaciones, así como el calendario. No nos perdamos en discusiones banales.

Como saben desde hace tiempo, los bancos centrales -con la intención de contrarrestar los efectos de las sucesivas crisis-, han venido desplegando una política monetaria nada ortodoxa. Sus intenciones eran necesarias y con un objetivo encomiable; sin embargo, en Europa la actuación del BCE no se vio acompañada de otras medidas: recuerden la consigna, que no era otra que la austeridad a ultranza.

Todas las actuaciones solitarias de los banco centrales han ido tejiendo una tupida tela de araña. El BCE está atrapado en ella así como el resto de los principales bancos centrales. La problemática es semejante a todas las autoridades monetarias con alguna pequeña diferencia, especialmente en el tiempo, ya que la evolución de los precios de los bienes y servicios se ha revitalizado y los IPC de todos los países están por encima del 2%. Por otra parte, las perspectivas de crecimiento de la actividad se han visto rebajadas; la variante delta del virus y el problema de abastecimiento de materia prima y componentes básicos para la industria son los principales frenos. ¿Habrá, además, estanflación?

Ante esta situación, en el BCE ha comenzado ya el tira y afloja de los halcones, guardianes de la ortodoxia, y las palomas, mucho más tolerantes y caracterizados por defender una actitud permisiva con la inflación o ser flexibles con los niveles de precios y muy cuidadosos con la actividad. El dilema es más propio de Hamlet y aquel "ser o no ser he ahí la cuestión". Efectivamente, es un ser o no ser para los bancos centrales, especialmente para el nuestro donde el ortodoxo Bundesbank y sus acólitos tienen un peso muy importante, decisivo me atrevo a decir, en las decisiones a tomar y que ya había aflorado recientemente. La figura de la gobernadora, Christine Lagarde, es ahora fundamental. Con un perfil más político que económico, tendrá que medrar entre ambas posiciones. Ya lo ha hecho en esta reunión, le esperan ahora las siguientes donde es previsible que arrecien las presiones.

Visto el punto en el que nos encontramos, volvamos la reunión de ayer y las medidas tomadas donde como dice el refrán "días de mucho, vísperas de nada". El BCE anunció un "ritmo moderadamente más bajo" de compras de activos en su nota de prensa sin dar ningún tipo de volumen.

Había que esperar a la comparecencia ante los periodistas. Una vez más, nada de nada, un mensaje huero de la figura muy política Lagarde. De sus palabras se extrae la disminución del ritmo leve, sin definición y sin entrar en el gran dilema: cuándo se iniciará y en qué cuantía la normalización monetaria. Insisto: la respuesta del BCE es la de ni una sola palabra, ni un solo mensaje, vamos, en castizo se diría un mutis por el foro.

Como he comentado, el BCE -como otros bancos centrales-, está atrapado en la tupida red que han ido tejiendo ante la crisis. Ahora mismo, detrás del espeso y complicado lenguaje de los bancos centrales, se vislumbra que ni saben muy bien si el alza de precios ha venido para quedarse o será transitoria. Son conscientes que la actividad económica depende de su dopaje monetario, el cual han llevado hasta extremos nunca vistos.

Mi opinión es que es una mala noticia que no sepan muy bien dónde nos encontramos. Pensemos que hasta el momento, los bancos centrales han intentado solucionar las diferentes burbujas recientes, creando, eso sí, otras burbujas mayores. Ahora mismo existe una burbuja enorme en renta fija en cualquiera de sus segmentos, previsiblemente la primera en pinchar será la de los bonos high yield, si bien es la deuda pública la bomba de neutrones. También las valoraciones actuales de los títulos de renta variable generan dudas.

Lo de hoy es una patada adelante, se intenta ganar tiempo; tan solo eso. Añade incertidumbre a la situación: cuanto más se tarde en dar mensajes claros, en saber dónde estamos, en dictar el calendario y telegrafiar las actuaciones, mayor aumento de la incertidumbre. Además, va a avivar la confrontación entre halcones y palomas. Y eso no es bueno.

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