En los últimos meses el sector agrario está siendo objeto de números ataques y campañas de desprestigio que en su mayor parte provienen de diferentes instancias gubernamentales. La última, de manos del ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha generado una enorme tormenta mediática y ha provocado un profundo malestar entre los productores agrarios.
Sus excéntricas y desafortunadas recomendaciones sobre la reducción del consumo de carne han caído como un jarro de agua fría entre los ganaderos, que no sin dificultades, trabajan día a día por mejorar, por producir con la máxima calidad, bajo los estrictos estándares marcados por la Unión Europea, y lo hacen de forma sostenible y respetuosa con el medio ambiente.
En el caso que nos ocupa, el de la carne, el despropósito no ha tenido límites. Las declaraciones del ministro han sido de todo punto irresponsables, ausentes de rigor, faltando a la verdad, y constituyendo una agresión en toda regla no solo al producto en sí, sino a todo un sector productivo, industrial y comercializador, como es el sector ganadero-cárnico.
Señor Garzón, con su dedo acusador, y sus irresponsables argumentaciones, ha intentado estigmatizar a más de medio millón de explotaciones familiares que viven del digno trabajo de producir alimentos para la sociedad. Pero no solo a ellos, sino también a cerca de 2.800 empresas, en su mayoría de pequeño y mediano tamaño, ubicadas en buena parte en el medio rural. En suma, a todo un sector del que viven 2,5 millones de personas que componen la cadena cárnico-ganadera en España y con cuya legitima actividad generan 27.000 millones de euros de facturación anual (el 22% del valor de todo el sector agroalimentario y el 2,24% del PIB nacional).Un sector que además desarrolla una fuerte vocación exportadora y que ahora se puede ver puesta en riesgo.
Pero voy más allá, señor ministro. Con sus falsos argumentos sobre el daño que ésta actividad genera al medio ambiente ha denostado los esfuerzos que cada día, desde el sector, se realizan, con fuertes inversiones en tecnología, para reducir su huella ecológica (7,8% del total de emisiones del GEI). Pondré tan solo dos ejemplos: el sector del porcino, en el último año, ha reducido en más de un 4% sus emisiones GEI por kilo de carne producido, y en los últimos 15 años la reducción alcanza el 41%, por su parte, el sector del vacuno de carne puso en marcha hace un año la estrategia "carbono neutral 2050" con el objetivo de preservar el entorno y alcanzar la neutralidad climática del sector en 2050. En suma, hablamos de un sector que contribuye al mantenimiento de los espacios naturales y que más que contaminar, descontamina.
En cuanto a las acusaciones vertidas por el insigne ministro en relación el excesivo consumo de agua que se necesita para producir un kilo de carne, solo daré un dato: el 90% del agua que se precisa procede del agua de lluvia.
Desgraciadamente, no es la primera vez que los productores agrarios somos objeto de los furibundos ataques de este ministro, osado donde los haya, que mezcla ideología trasnochada y desconocimiento sin límites a partes iguales. Ahí quedan ya sus ataques al consumo de azúcar, con otra campaña en redes con el mensaje "el azúcar mata", o sus ataques al aceite de oliva y al jamón, a través de sus injustas catalogaciones en el etiquetado Nutriscore.
Ataques, todos ellos contra productos como las carnes y sus derivados como el jamón, o nuestro apreciado y valorado en todo el mundo, aceite de oliva, unos productos que forman parte de la Dieta Mediterránea, declarada hace más de 10 años Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
Pero no es Garzón el único miembro de este Gobierno que ha situado a los ganaderos en el punto de mira de sus objetivos. Otros miembros del Gobierno de Pedro Sanchez como es la vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, también nos lo pone difícil, con su proyecto de orden ministerial que incluye el lobo en el Listado de Especies Silvestres de Protección Especial. Con ello, Ribera pretende primar la expansión de este depredador a costa de la supervivencia de la ganadería extensiva, ignorando las consecuencias que esto tendría tanto para los ganaderos como para las zonas rurales afectadas.
Señora Ribera, la despoblación de las zonas rurales no se combate con iniciativas como esta que constituyen una clara desprotección hacia un colectivo que es el verdadero conservador de los espacios naturales y generador de actividad económica en el entorno rural.
Nuestros responsables políticos, ministros del Gobierno incluidos, deben ocuparse de velar por interés general de los ciudadanos, procurando solucionar los problemas de la sociedad y no generando nuevas controversias. Bastantes problemas ocupan ya al sector agrario español en estos momentos (aplicación de la nueva PAC en España, bajos precios en origen, encarecimiento de los factores de producción, relevo generacional….) como para que nuestros gobernantes anden inventando nuevos conflictos cada mañana.