Son varios los retos a los que nos enfrentamos cuando la reactivación económica empieza a ser una realidad. El primero de ellos es cómo absorbemos la tamaña destrucción empresarial habida y pensamos en su recuperación y de qué forma se encaja a las tantas personas que se han quedado sin trabajo. La complicada situación financiera de muchas empresas, con endeudamientos elevados, recursos propios erosionados, cuentas de resultados desequilibradas, requiere una atención especial y ofrecerles oxigenación financiera a largo plazo para que puedan remontar la situación o acometer un vuelco en sus modelos de negocios. Por consiguiente, parte de nuestro tejido productivo tendrá que afrontar una reconversión.
Además del retraso de los fondos europeos y de cómo se gestionarán, España necesita un paquete de reformas de distinto tipo a la vez que generar confianza y credibilidad para convertirse en un lugar apetecible para inversiones industriales y financieras e impulsar nuestra actividad económica.
La certidumbre es absolutamente necesaria para que nuestras empresas e inversores estén en condiciones de planificar. La predictibilidad, a la sazón, es primordial. Y España necesita esa predictibilidad en forma de conocer las reglas de juego y que éstas se mantengan estables en el tiempo. No pueden irse cambiando sobre la marcha, con improvisación y sorpresa. Porque si en estos momentos hablamos de recuperación, de lo que se trata es de que ésta sea con carácter sostenible. De ahí, la importancia de las reformas que implementar, por ejemplo, en la transición energética, en infraestructuras, en distintas políticas públicas, en la propia Administración, con un marco impositivo en el que no se produzcan los habituales sobresaltos de subidas tributarias y gestionando con cordura el elevadísimo gasto público. Hasta que realmente no salgamos de la crisis y la economía se normalice, que no será antes de 2023 y más bien apuntaríamos a 2024, no puede hablarse de subidas de impuestos, antes, al contrario, habría que relajar la presión fiscal para favorecer la actividad económica, procurando generar más valor añadido y de ese modo las bases imponibles se ensancharán y la recaudación tributaria estará más basada en la robustez de la actividad económica y el aumento de nuestro PIB. En esa misma línea, cabe evitar reformas contraproducentes en el mercado laboral, con más rigideces, porque ahora el objetivo preeminente es la creación de empleo y la facilidad de contratación para los empleadores y no poner corsés que impidan dar agilidad al trabajo.
Aunque no todo depende de nosotros. La interdependencia económica con otros países, principalmente los europeos, pero igualmente con Estados Unidos, China y tantos otros, influye de manera decisiva en el sesgo que tome nuestra economía. No estamos solo en el gran juego de la economía mundial. Y para volver a los niveles del año 2019, los de antes de la pandemia, tardaremos años. Las perspectivas de facturación aumentan en muchas empresas cara a 2021. También el ritmo de nuestras exportaciones.
Los indicios de recuperación para este verano están aquí. Pero, luego, viene el otoño y después el invierno.