
El Banco de España en su informe anual plantea los principales retos a los que en el medio plazo se enfrenta la economía española y que son los que marcarán su evolución en los próximos años. Siempre son de agradecer los mensajes aleccionadores que lanza la institución, porque sus pronunciamientos son ajenos a veleidades políticas y se centran en la ruta que debiéramos seguir desde la perspectiva económica.
Los datos económicos que vamos conociendo no son buenos, ni en lo concerniente a cómo se saldó 2020 ni a cómo han ido las cosas en el primer trimestre de 2021. Por ejemplo, que los concursos aumenten un 86,5% en el primer trimestre de este año a pesar de la moratoria es un dato malo, con el sector del comercio y el de la hostelería concentrando un alto porcentaje de empresas concursadas. La crisis sanitaria, social y económica de la pandemia va dejando víctimas en una economía como la nuestra que ha denotado su elevada sensibilidad.
La evolución de la economía española a corto y medio plazo viene marcada por la incertidumbre cuando se intentan pergeñar previsiones. De una parte, ¿cómo evolucionará la pandemia? El peligro de nuevas olas, cuál será realmente el grado de vacunación y la resistencia a nuevas cepas marcan el futuro más o menos inmediato, como también lo hacen las secuelas de la crisis en el mercado laboral y en el tejido productivo. De otra parte, habrá que ir adaptando políticas económicas a corto plazo, como la solución que no puede mantenerse sine die de los ERTE y la urgente aplicación efectiva de medidas de apoyo a las empresas.
Otro aspecto que influye en nuestra economía es el entorno exterior, con las políticas expansivas globales, los riesgos geopolíticos que en gran parte perduran desde antes de la pandemia y cuál será la evolución del comercio mundial.
E internamente cabe plantearse cómo se comportarán nuestros hogares y empresas a medida que la pandemia vaya reculando y, en este punto, surgen tres interrogantes: si las familias liberarán las bolsas de ahorro forzoso acrecentadas durante todos estos meses, si se dará una efectiva recuperación de la inversión empresarial en un escenario bajista y si de verdad nuestro sector turístico resurgirá en los próximos meses y seremos capaces de salvar parte de la temporada veraniega, sobre todo, en las tradicionales zonas turísticas que difícilmente están en condiciones de aguantar otro año en blanco.
España necesita elevar sus potenciales de crecimiento, corrigiendo las cosas que no van bien en varios mercados de bienes y factores, reforzando la sostenibilidad de nuestras erráticas cuentas públicas y encarar los desafíos inherentes al envejecimiento poblacional, las desigualdades y el cambio climático. Pero hay más cosas, como las deficiencias del mercado laboral, apostar seriamente por el capital humano, combatir las desigualdades que a raíz de la pandemia se agudizan, y saber imbuirnos del espíritu y praxis de la digitalización para no quedarnos atrás.
En el horizonte, asimismo, está el proceso de transición ecológica a modo de palanca esencial para la transformación estructural de la economía española y la necesidad de seguir disponiendo de un sector bancario saneado que continúe con su labor de apoyo a nuestra economía.
En fin, planteamientos interesantes los propuestos en su informe anual por el Banco de España que merecen ser desgranados para entender el camino que nuestra economía tendría que tomar…