
¿Recuerdan aquellos tiempos en los que, en una misma acera, podías encontrar tres o incluso cuatro sucursales de entidades bancarias puerta con puerta? Eran tiempos en los que entrabas en la oficina, y en cada una de ellas podías encontrar hasta media docena de empleados de cara al público. Tiempos en los que, si tenías cualquier asunto, bastaba con descolgar el teléfono de atención al cliente y una persona de carne y hueso te atendería al otro lado de la línea para poder solucionártelo. Tan solo ha pasado una década, pero si se compara con el panorama actual – cierre de oficinas, reducción de plantillas, implantación generalizada de chatbots como apoyo a la atención del cliente, auge de las apps de banca personal-, parece que hubiera pasado mucho, mucho más tiempo.
En un momento de crisis económica tan delicado como el actual, el anuncio de sendos EREs por parte de CaixaBank y BBVA han caído como un jarro de agua fría. Según datos del Banco de España, la plantilla de trabajadores que componen el sector bancario se redujo un 31% entre 2010 y 2019, una década marcada por la ejecución de hasta 70 procesos de despidos colectivos que han implicado el despido de casi 75.000 personas. El nuevo ERE de CaixaBank, el de mayor tamaño aplicado hasta la fecha, añade más de 8.000 personas a esta funesta estadística.
Nuestro punto de vista, que ya hemos expresado en ocasiones anteriores, es que la tendencia va a seguir acentuándose por un hecho incontestable: la banca tal como la conocemos ya no es rentable. Y como no es rentable, empieza recortar costes para tratar de ajustar las cuentas, y los costes más abultados son los laborales y los derivados de los locales físicos.
Al final, estos recortes acaban afectando irónicamente a quienes debería retener para afianzar el negocio, los clientes finales. Como hemos visto a lo largo del último año, el confinamiento estricto de 2020 ha descubierto a mucho cliente de la banca de toda la vida no solo que pueden solucionar un sinfín de tramites online, sin necesidad de pasarse por su oficina más cercana, sino que además hay otras entidades financieras que ofrecen servicios otrora exclusivamente bancarios con una oferta totalmente digital, transparente, segura y encima con costes mucho más competitivos y una mayor rentabilidad.
Al mismo tiempo, las entidades financieras están ante una gran paradoja: a pesar de llevar una década de tipos en mínimos históricos, todavía hay casi un billón de euros del ahorro de las familias españolas en depósitos bancarios al cero por cien. De hecho, se trata del dato más alto de toda la serie histórica que actualiza Inverco desde 1985. Solo en 2020, el dinero que se fue a esta clase de vehículo de ahorro se incrementó ¡un 8%!
Ante este escenario, es deber de todos seguir estimulando la educación financiera, haciendo comprender a las personas que, si quieren salvaguardar su poder adquisitivo y generar un colchón suficiente para afrontar futuras adversidades, necesitan empezar a invertir sus ahorros en productos que crezcan por encima de la inflación, una promesa que los depósitos a plazo fijo o las cuentas corrientes ya no están cumpliendo. Pero esto no puede, y no debe, significar colocarle cualquier fondo de inversión al primero que entre por la puerta de la oficina bancaria, con tal de que genere jugosas comisiones e ingresos para el banco.
El sector se concentrará en unas pocas macro entidades para arañar rentabilidad
En este sentido en Finizens estamos convencidos de que el Covid está actuando como el mayor disruptor de la década que acaba de empezar. Por un lado, pensamos que la industria española del ahorro y la inversión está a punto de dar un salto cualitativo y cuantitativo, a medida que los españoles vayan reconociendo que necesitan mantener su nivel adquisitivo invirtiendo, pero al mismo tiempo sin pagar ni un euro de más por el producto que contraten para conseguirlo.
Por otro lado, creemos que de aquí a 2030 la banca minorista tradicional, la de toda la vida, va a ser irreconocible en comparación con el modelo actual: muy concentrada y atomizada en unas pocas macro entidades con el objetivo de arañar algo de rentabilidad, muy dependiente de la tecnología y con una dimensión humana reducida a la mínima expresión. Paralelamente, creemos que florecerá un ecosistema de fintech que sean capaces de suplir estas carencias y de dar respuestas a las nuevas necesidades del cliente bancario del siglo XXI, apostando por la innovación, la eficiencia de costes y una excelente relación calidad- precio en la paleta de servicios y productos ofrecidos.