La formación ha de ejercer una función muy determinada y de alta eficacia: la de contribuir a conseguir personas capaces de participar activamente en la sociedad.
Si aspiramos a crear una nueva realidad social tenemos que ocuparnos de que este cambio se produzca y debemos de tener siempre presente que los caminos tradicionales no nos sirven para resolver nuestros problemas. Un sistema caduco requiere urgentemente un salto y una renovación, responsable y orientada, con posibilidades ciertas de éxito.
Dadas las circunstancias económicas actuales es tal vez lo más oportuno orientar nuestros esfuerzos, de forma tenaz, a conseguir resultados.
La garantía para tener un futuro próspero pasa por contar con un buen sistema educativo
Podemos partir de algo que hoy puede parecer extraño e inusual que es un consenso absoluto sobre el impacto económico y social, con un seguro crecimiento del empleo y de la productividad, que tendría un buen sistema educativo.
La garantía de un futuro próspero está en programar, ordenar y organizar con una intervención rápida el sistema formativo de nuestro país en todos los niveles educativos. Un reformador como Joaquín Costa, con soluciones concretas y mentalidad práctica, hasta tozuda como buen aragonés, ya nos señalaba que la mitad del problema español está en la escuela y nos decía que a ella debió su salvación y su grandeza Alemania.
En la educación primaria y secundaria el fracaso es no seguir una metodología adaptada al principal objetivo de formar a nuestros niños y niñas en el desarrollo de sus capacidades innatas y en el fomento de su curiosidad e interés por el conocimiento.
Con la frase "saca agua de tu propio pozo" con que aconsejó Seneca a Lucilio debemos recordar que en educación es necesaria una actividad independiente del alumno (!por favor no les hagan los deberes a sus hijos!) fomentar las ideas propias, la creatividad, la iniciativa y la resolución.
Una nueva forma de aprender se hace urgente y no hace falta más esfuerzo, el actual es más que suficiente, se requiere una mejor forma de enseñar. Probablemente el incorporar profesionales a la docencia que provengan de actividades diversas podrá hacer que la forma de enseñar fuera diferente. Esto hoy no es así, valga como ejemplo el intento de un doctor en matemáticas por la universidad americana de Duke, que ha dedicado su vida al mundo empresarial y que pretendía cerrar su vida profesional impartiendo matemáticas en un instituto, no lo ha conseguido, pues parece que no reunía los requisitos exigidos por una Consejeria de educación. Esto es más grave pues faltan profesores de matemáticas y las matemáticas actualmente se suelen enseñar de manera poco estimulante.
La formación Universitaria adolece de una serie de problemas, de no difícil solución, y que se nos vienen señalando desde hace mucho tiempo. Ya nos decía Ortega que en una facultad moderna se ha de cultivar la ciencia, se han de despertar las energías individuales y se ha de promover las invenciones.
No debemos incurrir en la crítica recurrente a la universidad española, nuestra universidad no es mala, si así fuera, nuestros ingenieros no estarían tan cotizados, nuestros médicos no serían tan respetados, y nuestros abogados y economistas no estarían dirigiendo, con éxito probado, compañías y organizaciones por todo el mundo.
Pero si es preciso un cambio profundo que nos haga pensar en grande y formar a profesionales con inquietudes y resortes para actuar en el mundo presente, sin carencias humanísticas y con capacidad de despegue, como los aviones, en su vida personal y profesional.
En la universidad la investigación es clave; Pero no todo el mundo vale para investigar, si bien todo profesor universitario ha de estar actualizado y reciclarse para poder enseñar de manera óptima. Al profesor investigador hay que incentivarlo, motivarlo, valorarlo y pagarlo, compensando su esfuerzo y trabajo. Una mayor colaboración con el sector privado sería conveniente y probablemente ayudaría una buena y necesaria ley de mecenazgo.
Y por último y quizá lo más urgente e importante en este momento es que en nuestro país ha de producirse una auténtica revolución en cuanto a la formación profesional. Si la formación es una palanca para la recuperación económica de España la formación profesional es la herramienta más adecuada y necesaria para conseguir, sin ningún riesgo de equivocarnos, un crecimiento efectivo de empleo, productividad y competitividad.
Todo el mundo habla de formación profesional y parece que las políticas, los planes y las iniciativas en este ámbito son objetivo prioritario. Pero en este campo no caben "retoques" ni tan siquiera es suficiente con una financiación e incentivos económicos sustanciosos, si bien necesarios y bienvenidos. No hay en este momento mejor inversión. Pero hay que creer de verdad en la formación profesional, darle la importancia y el reconocimiento que merece, eliminar sus deficiencias y estimular sus estudios, agilizar sus contenidos y competencias y adaptar los itinerarios y las especialidades formativas a las exigencias del mercado de manera rápida y coherente.
La necesidad de cambio es tan patente que quizá requiera un radical giro hasta en la propia denominación de la formación profesional. La tendencia es a unificar la formación profesional de educación y la formación profesional de empleo y por supuesto en la idea de compaginar trabajo y formación dentro de la tan ponderada y eficaz formación dual.
Una universidad laboral que forme a profesionales competentes y con magníficas expectativas laborales sería una buena fórmula y un buen retorno de la inversión económica que a ella se destinará. En esta universidad de las profesiones en la que los estudiantes estarían deseosos de incorporarse y orgullosos de pertenecer, se capacitaría para el empleo, se formarían profesionales con las competencias necesarias para el ejercicio de cada actividad y se conseguiría, con una buena prospección del mercado, empleo seguro y sostenible.
Esta universidad laboral o de las profesiones tendría un catálogo de especialidades formativas del que todos tuviéramos conocimiento pues se divulgaría y se daría a conocer publicitando tanto su oferta como su grado de inserción en el mundo laboral e incluso el rango económico en el que se mueven las retribuciones a sus profesionales. Y en cuanto a la actuación a corto plazo sería una fantástica decisión una inversión sustancial en los magníficos centros de referencia nacional existentes en toda España y que son el mejor escenario para experimentar, testar y poner en marcha las nuevas especialidades formativas que mejoren la empleabilidad y hagan más productivo a nuestro país.
En ninguno de estos tramos se ha de olvidar que estamos en un mundo digital en el que la educación digital tiene el papel protagonista para conseguir la real e igualdad de oportunidades. Pues si como dice César Alierta "la educación nos hace iguales, la educación digital lo hace posible". Tampoco deben dejar de impregnar cualquier futura reforma los objetivos de desarrollo sostenible que han de estar presentes en todas nuestras actuaciones pues si no nuestro avance no será completo.
Todo esto ha de ser objeto de reflexión, consenso y sobre todo, por qué no hay tiempo que perder, de actuación rápida y valiente.