Opinión

El gol del fútbol a la economía

Sorprendente rechazo a la Superliga

Sea cual fuere el futuro de este proyecto de la Superliga, que por el momento parece en cuarentena – y digo solo parece y solo de momento-, lo que sorprende sobremanera es el masivo y virulento ataque que desde gran parte de las instituciones deportivas, políticas y sociales se ha organizado contra una iniciativa exclusivamente privada, que ha sido promovida por organizaciones también privadas y que tiene como intención primera la modernización, regeneración y garantía de supervivencia y de futuro de una actividad que, como reza esa frase que se atribuye a Jorge Valdano, es "la más importante de todas las que no son importantes".

Pero añadido a la sorpresa, extraña sobre todo el rechazo frontal que la propuesta ha generado en los gobiernos europeos afectados, especialmente entre los que se denominan liberales y defensores de la economía de mercado, que no han dudado en alinearse con el intervencionismo puro y duro que está en las antípodas de los principios fundacionales de la Unión Europea. Una intromisión que sólo es explicable por el afán de seguir controlando un sector que en España genera el 1,37 por ciento del PIB, que tiene un masivo seguimiento social y del que se obtienen suculentos beneficios vía fiscales y de imagen de los que estos gobiernos se aprovechan, pero no generan.

Recordar aquí que el fútbol profesional hoy es más un negocio que un deporte, que la mayoría de los clubes profesionales son sociedades anónimas cuyas directivas tienen como obligación generar los mayores beneficios para esa sociedad y para sus accionistas que son ante los que tienen que responder y no ante unos aficionados que, como consumidores del producto, serían los principales beneficiados por cualquier mejora en la calidad y lo servicios del espectáculo en que hoy ha derivado la competición.

Sorprende que los gobiernos europeos se muestren tan intervencionistas con la Superliga

Un negocio este del fútbol que ha entrado en déficits importantes a causa de la pandemia del COVID 19, como la gran mayoría de sectores económicos, pero que está siendo de los más desasistidos por los gobiernos estatales y regionales y uno de los pocos a los que todavía no se han aplicado medidas liberalizadoras de asistencia.

Porque son los clubes, no los gobiernos, ni la FIFA, la UEFA o las federaciones nacionales, quienes ponen el escenario, los artistas y arriesgan su dinero, amparados en esa libertad de empresa que garantiza la Constitución Española y como ocurre en cualquier estado de derecho. Por eso llama también la atención de estos gobiernos europeos con una institución como la UEFA, que el recordado José María García, definió como Unión de Especuladores de Fútbol Asociación, también una institución privada y cuya furibunda reacción responde a la posibilidad de perder unos ingresos cuantiosos que ellos no generan y al miedo a que se les acaben el chollo y las prebendas y no a la defensa de los modestos y las categorías inferiores, de las que ni se ocupan ni preocupan, como no se preocuparon nunca.

Pero, además, lo que intentan ahora los promotores de esa Superliga no es nada nuevo.

Existe ya en deportes como el baloncesto, donde tras las primeras reacciones contrarias, finalmente se llegó a un acuerdo y la Euroliga hoy ha revitalizado y aumentado el atractivo de este deporte sin menoscabo para las ligas nacionales. Y está también el modelo de la NBA que no sólo es la mejor competición del mundo, sino también la que genera mayores beneficios a los clubes, a sus promotores, patrocinadores y para las ciudades y el país, como generación de imagen y atracción de turismo y de inversiones.

De hecho, han sido dos gigantes económicos como JP Morgan y Amazon los primeros en adherirse y apoyar financieramente el proyecto de la Superliga. Porque los mejores siempre están con los mejores. Eso, además, de que este novedoso torneo puede ser una fórmula eficaz para acabar con los llamados "clubes estado", es decir aquéllos comprados y financiados por el intrusismo de jeques o prebostes financieros que sólo utilizan el deporte como plataforma para impulsar otros negocios o para blanquear dinero, y ahí están los ejemplos del Valencia y del Málaga entre otros. Aún así, y aunque los promotores van perdiendo, todavía queda partido por jugar.

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