La idea de un dólar digital, como la de un euro digital, está en el aire desde hace tiempo. Recientemente, descendió del reino de las ideas a los labios de la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, y del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell. En un acto celebrado en febrero, Yellen señaló que la propuesta era "absolutamente digna de estudio" y añadió que el Banco de la Reserva Federal de Boston, junto con académicos del MIT, ya la desarrollaba. Al día siguiente, en una comparecencia ante el Congreso, Powell dijo que el dólar digital era "un proyecto de alta prioridad para nosotros".
Algunos ven todo esto como otro frente en la guerra fría tecnológica entre EEUU y China. El Banco Popular de China (PBOC) será casi con toda seguridad el primer gran banco central en lanzar una moneda digital, como muy tarde en 2022. Si Washington no se mueve rápidamente, se quedará atrás. El sistema financiero estadounidense seguirá anclado en el siglo XX, perjudicando la competitividad. La posición del dólar como moneda internacional dominante se verá erosionada por la facilidad de utilizar la divisa digital de China en las transacciones transfronterizas, y EEUU desaprovechará un recurso valioso de apalancamiento monetario y financiero.
De hecho, estas preocupaciones son exageradas o totalmente erróneas. La principal motivación del PBOC para emitir un renminbi digital es crear una alternativa controlada por el Gobierno chino a dos plataformas de pago digitales muy grandes y poco reguladas, Alipay y WeChat Pay.
La omnipresencia de Alipay y WeChat Pay hace temer que las autoridades chinas pierdan el control de los flujos de pago en la economía. Y como utilizan la información sobre los pagos para informar de sus actividades de préstamo, su omnipresencia apunta a la posibilidad de que las autoridades pierdan el control de los flujos financieros y de la asignación del crédito en general. Así, la determinación del PBOC de emitir una moneda digital es parte integrante de la decisión del Gobierno chino del pasado noviembre de anular la oferta pública inicial de Ant Group, la empresa matriz de Alipay.
El Ejecutivo estadounidense no tiene preocupaciones análogas. En EEUU, decenas de plataformas diferentes, como PayPal, Stripe y Square, realizan pagos digitales que, en última instancia, son liquidados por los bancos y, por tanto, a través de Fedwire, el sistema interno de la Reserva Federal para la compensación de transacciones interbancarias. Visa, Mastercard, Discover y American Express procesan la mayor parte de los pagos con tarjeta, pero sus tarjetas reales son emitidas por los bancos, que están regulados, lo que limita los riesgos para el sistema financiero y de pagos. También en este caso, la liquidación se realiza a través de Fedwire.
Asimismo, es importante tener en cuenta el retraso del renminbi con respecto al billete verde como moneda internacional. En la actualidad, la moneda china representa apenas el 2% de los pagos transfronterizos mundiales, una parte insignificante comparada con el 38% del dólar.
Sin duda, la comodidad de un renminbi digital aceleraría su adopción en las transacciones transfronterizas. Pero esa moneda digital también podría tener una puerta trasera oculta, que permitiría a las autoridades chinas rastrear las transacciones e identificar a quienes las realizan, desalentando el uso por parte de terceros. Por ello, es difícil que la moneda digital china cambie las reglas del juego a nivel internacional.
La capacidad de los bancos para conceder préstamos se vería más limitada
Así que la decisión de crear un dólar digital tendría que estar justificada por otros motivos. La justificación más sólida es la inclusión financiera. Los estadounidenses sin tarjetas de crédito ni cuentas bancarias, que dependen totalmente del efectivo, se ven privados no sólo de servicios financieros, sino también de otros servicios. Las empresas de transporte compartido te piden que vincules tu aplicación a tu tarjeta de crédito o débito; sin tarjeta, no hay recogida. Y sin cuenta bancaria, no hay tarjeta.
En este contexto, recordemos la dificultad que tuvo el Tesoro de EEUU para hacer llegar los cheques de ayuda por la pandemia a las personas sin cuenta corriente. Si todo el mundo tuviera un monedero electrónico emitido por la Reserva Federal en el que se pudieran depositar dólares digitales, este problema quedaría resuelto.
Los dólares digitales también podrían resolver el exorbitante coste de las transferencias monetarias transfronterizas. Pero los gobiernos extranjeros podrían ser reacios a permitir que sus ciudadanos se descarguen el monedero digital de la Reserva Federal, porque eso los dejaría a ellos y a sus bancos centrales sin poder aplicar sus controles de capital, que valoran como herramientas macroprudenciales.
La motivación de China para crear un renminbi digital es frenar a Alipay y WeChat Pay
Como alternativa, el monedero digital de la Reserva Federal podría ser interoperable con los monederos digitales extranjeros. Pero la interoperabilidad requeriría una estrecha cooperación entre los bancos centrales en los detalles de la tecnología y la seguridad. Aunque hay esfuerzos en esta dirección, hacer que funcione sería una tarea de enormes proporciones, por no decir otra cosa.
La seguridad y la estabilidad financiera no pueden garantizarse
En última instancia, estas ventajas deben sopesarse frente a los costes y riesgos de la digitalización del dólar. Si la gente cambia sus ahorros de los bancos a las carteras digitales, la capacidad de los bancos para conceder préstamos se verá limitada. Algunos bancos cerrarán, y las pequeñas empresas que dependen de las entidades para obtener créditos tendrán que buscarlos en otra parte.
Además, una red de pagos al por menor gestionada por la Reserva Federal sería un buen objetivo para los piratas informáticos y los terroristas digitales. La seguridad y la estabilidad financiera son esenciales, y no es obvio que puedan garantizarse. Todo esto quiere decir que, aunque el caso de un dólar digital puede ser digno de estudiarse por parte de Yellen y Powell, no es nada fácil.