
Ya es tener mal fario que el mismo día en que Pedro Sánchez sale de su retiro monclovita para sacar pecho por unos datos de paro que, como reconoce la ministra de Economía no llegan a regulares, vengan el FMI y la Comisión Europea a amargarle el día anunciando que España no recuperará el nivel de empleo previo a la pandemia al menos hasta 2026 y que somos el país que lidera el desempleo en la Unión Europea y también el paro juvenil.
Los mismos organismos internacionales que, en coincidencia con los analistas nacionales y el Banco de España, retrasan ya la recuperación de nuestro país hasta 2023, rebajando las previsiones de crecimiento de nuestra economía para el año en curso al entorno del 5,6 por ciento, casi la mitad de las estimaciones del Gobierno, y con la espada de Damocles de un lento proceso de vacunación que amenaza con parar también la reactivación turística en verano.
Eso, además de que hemos cerrado el año 2020 con un déficit público de 123.076 millones de euros, el mayor registrado nunca en nuestras cuentas públicas, que la deuda ha alcanzado el máximo histórico de 1,34 billones, que los dineros del fondo europeo de reconstrucción están aún en el aire y que la inestabilidad política y la deriva del gobierno socialpopulista nos convierte en un país muy poco atractivo para los inversores extranjeros.
Alguien miente o alguien no está diciendo la verdad y vistos los precedentes y la trayectoria, nuestro flamante presidente del Gobierno tiene todas las papeletas de ser el Pinocho de esta serie, mientras se desentiende del drama de casi siete millones de parados reales, que son los que tenemos en España, desconoce o no le importa que España haya perdido 101.086 empresas el último año -el 68 por ciento de nuestro tejido empresarial y la mayor caída de la UE-, consiente que el último paquete de ayudas aprobado por su Gobierno para autónomos y pymes deje fuera del acceso a las mismas a cien mil autónomos que se encuentran en una situación límite, y ni atiende ni escucha al Banco de España cuando avisa de que "que la crisis del coronavirus pasará factura a las entidades financieras, puesto que su rentabilidad va a seguir baja durante un periodo de tiempo y no se descarta que necesiten más capital".
La inestabilidad política nos convierte en un país poco atractivos para los inversores
Una alarma que coincide en tiempo y forma con un reciente informe del Instituto Elcano en el que se apunta que como consecuencia del cierre del grifo de las ayudas directas a las empresas y trabajadores abiertas en 2020 y 2021 "pueden acumularse las quiebras, morosidades y otros factores que pueden afectar al sistema financiero que hasta el momento ha aguantado bien al haber entrado en la crisis bien capitalizado". Por lo que concluye que no cabe excluir que, una vez más, una crisis económica acabe en una crisis financiera.
Y hablando de mal fario, también es para sospechar de gafes que sólo 24 horas después de que Sánchez nos prometiera vacunaciones masivas y repitiera por tercera vez en nueve meses que estamos en el principio del fin de la pandemia, la Agencia Europea del Medicamento encuentre relación entre la vacuna de AstraZeneca y los trombos y la ministra de Sanidad suspenda la administración de esta vacuna excepto para quienes tengan una franja de edad entre 30 y 35 años, con las consiguientes consecuencias negativas que ello tiene para la economía y en especial para el sector turístico que empieza a abandonar toda esperanza de salvar la temporada de verano.
A la vista de todo lo anterior, Pedro Sánchez, que en tanta estima y referencia tiene a José Luís Rodríguez Zapatero debería recordar como acabó el gobierno de este presidente atípico, el mismo que presumía en público y privado de tener baraca, y ya vimos como dejó España. Como un solar. El mismo descalabro que ahora nos auguran los expertos si no hay cambio.