
El primer trimestre de 2021 ha bajado el telón y los resultados económicos se antojan inciertos. La Semana Santa, que siempre constituye una bocanada de aire fresco económico, se va al garete, por la reducida movilidad y los impulsos turísticos se cercenan a ámbitos muy domésticos y de cercanía. Y, sinceramente, las dudas se ciernen sobre la siempre esperada temporada veraniega. Tampoco se celebrará este año la Feria de Abril de Sevilla, ni de momento las posteriores Ferias de otras ciudades.
Se seca así el chorro jaranero de fiestas que imprimen ese marchamo saleroso y de fluidez económica a las actividades inherentes y que tradicionalmente sirven de preámbulo para la efervescencia estival, esa del tsunami turístico que durante varios años ha servido de revulsivo para reanimar y empujar a nuestra alicaída economía, con entradas de divisas que han dado, junto con el buen quehacer de las exportaciones, el vuelco a nuestras cuentas con el exterior, para que el producto interior bruto repuntara, para que el empleo, cuando menos temporal, se animara y, sobre todo, para ir batiendo récords de visitantes año tras año, convirtiendo a España en una de las principales potencias turísticas.
Sin embargo, estamos convencidos de que el verano de 2021 no será, ni de lejos, parecido al de 2019 y veremos si es más o menos como el de 2020. Nuestras vidas siguen sin normalizarse mientras en los países europeos que son nuestros principales emisores de turistas – Reino Unido, Alemania, Francia, Italia … - las cosas no están claras, aunque queda la esperanza de esos corredores turísticos que enlazarían países de origen con destino hacia las Islas Baleares y las Islas Canarias, donde el turismo es como la sangre que recorre sus venas y necesitan la llegada de visitantes para sostener hilos de esperanza económica tras la debacle de 2020.
Hasta 2022 no se van a vislumbrar síntomas de recuperación turística
Con todo, las expectativas turísticas para el verano de 2021 no son halagüeñas. Así que, con el turismo invernal desaparecido, el primaveral, típico de la Semana Santa, se desvanece y la euforia del turismo estival presenta serios interrogantes. Si no se recupera la mitad del turismo, los daños para el sector, que, en su conjunto, entre actividades directamente vinculadas y otras indirectamente relacionadas contribuye prácticamente con el 25% de nuestro producto interior bruto, los daños para el sector persistirán e incluso podrían ser irreparables. En 2020, 65 millones de turistas no vinieron a España. La caída fue del 77% en 2020 respecto a 2019. De 83,5 millones de turistas foráneos que recalaron en nuestro país entonces, a los 18,9 millones que sí lo pisaron en 2020. En el mundo, el desmoronamiento del turismo fue del 74% en 2020 en comparación con 2019.
El gasto de los turistas en España que no paró de crecer después de 2008, año en el que ascendió a 51.594 millones de euros y a 52.002 millones en 2011, pasando a 63.065 millones en 2014, saltando a 77.415 millones en 2016, escalando a 89.750 millones en 2018 y alcanzando su máxima cota en 2019 con 91.911 millones, se hundió en 2020 a 19.739 millones de euros. La vacuna es la panacea, pero de momento ni en Europa ni en España lo está siendo y seguimos con fuertes restricciones a la movilidad que menoscaban la actividad económica.
El despeño del turismo internacional, que en España tiene un peso específico singular debido a nuestra estructura económica muy orientada a los servicios, que suponen el 68% de nuestro PIB, con lo cual somos muy sensibles en lo relativo a las "industrias sociales", comporta la exigencia de pensar en un nuevo modelo en el que la reputación empresarial del sector sea capaz de dar un renovado impulso, con mayor calidad, mejorando el valor añadido, dando prevalencia a las emociones y las experiencias, a las facilidades, fidelidad y personalización de la clientela, a ponerse al día en la digitalización aunque sin perder el estrecho contacto con el cliente, a ser conscientes que 2021 será un año crítico para marcar el rumbo en el que habrá que resistir a toda costa tanto en lo económico como en lo financiero y con los viajes de turismo familiar prevaleciendo sobre los viajes de negocios. Y eso sí, con la más o menos relativa certeza de que hasta 2022 no se vislumbrarán síntomas de recuperación turística.
Nuestro futuro económico depende del grado de vacunación al que se llegue
Este primer trimestre de 2021 que ayer se cerró, ha visto cómo el consumo sigue en horas bajas, con menos gasto en tarjetas de crédito, menos consumo de cemento, ventas de automóviles en retroceso. Las exportaciones también se resienten debido a la temperatura económica internacional. Si en 2019 representaban casi un 35% de nuestro PIB, en 2020 descendieron al 30%. Las exportaciones españolas de servicios cifradas en 2019 en 140.469 millones de euros retrocedieron en 2020 a 78.775 millones. Nuestro comercio exterior depende en gran manera de lo que suceda en Alemania, Italia, Francia y Reino Unido, que son nuestros principales mercados exteriores y, a la par, los grandes emisores de turistas hacia acá. Si ellos van bien, nosotros también.
A la postre, si marzo se antojaba como un mes vital para reactivar la actividad económica, ahora aquellos presagios se han desvanecido. A partir de abril todo dependerá del grado de vacunación entre la población, de cómo se contenga y controle el virus y de si se relajan o no las restricciones. Entramos en el segundo trimestre, que suele significar el pistoletazo de salida para la revitalización económica anual que alcanza su esplendor en el tercer y cuarto trimestre, con el verano y la fiebre consumista de la recta final de cada año. Veremos qué sucede…