Acudo a los conceptos de economía y feminismo en contraposición a la doctrina de economía feminista que, a mi entender, ha quedado hoy superada por la evolución de las sociedades democráticas, de los propios modelos económicos, por la globalización, la digitalización y la nuevas tecnologías de la información.
Si la economía feminista nació como un estudio crítico de la economía para intentar superar las bases patriarcales y masculinas del capitalismo y del socialismo tradicionales, enfocándose hacia temas importancia para las mujeres, hoy esa aspiración y la equiparación plena de derechos y oportunidades encuentra su mejor forma de expresión y concreción en esta nueva economía más sostenible, más inclusiva y más adaptada tecnológicamente a los retos del futuro. Es decir, una economía más digitalizada, más alineada con Europa y con la plena igualdad legal y real entre hombres y mujeres.
Es decir, todo lo contrario de lo que se promueve desde ese extravagante Ministerio de Igualdad de Irene Montero, que se ha convertido en una agencia de colocación de amigas y de afines y que junto a las asociaciones radicales afines manipulan el feminismo hasta derivarlo en un movimiento tutelar, excluyente, totalitario, antisistema, neomarxista y discriminatorio incluso entre las propias mujeres- que nada tiene que ver con la necesaria y meritoria causa feminista.
Cierto es que todavía quedan muchas desigualdades por superar en esta España nuestra y en todos los ámbitos sociales y económicos. Los datos oficiales muestran como el desempleo sigue castigando más a las mujeres, más de 2,3 millones de paradas, frente a 1,7 millones de desempleados masculinos. También el salario medio de las mujeres es un 15,7 por ciento inferior al de los hombres, la representación femenina en consejos de administración (25,8 frente a 31,2) o el número de directivas (35.951 mujeres y 51.276 hombres). Son déficits y barreras que entre todos debemos contribuir a derribar, mediante leyes y medidas tendentes a consolidar un nuevo orden económico y social que permita el pleno desarrollo de los seres humanos sin distinción de sexo, y que como afirma María Lladró en su libro sobre el valuismo, "mujeres y hombres estamos llamados a reinventar.
Todo lo contrario de lo que hace y transmite ese Ministerio de Igualdad, cuya contribución legislativa en más de un año de gobierno ha sido cero zapatero, cuya titular ocupa el cargo sin más méritos que el de ser la consorte del "macho alfa" ascendido a vicepresidente del Gobierno, y que sólo se ha preocupado de la propaganda y de concebir proyectos de ley y documentos que sus propios compañeros de Gobierno califican de "disparatados". ¿Qué ha hecho la señora Montero desde su Ministerio para combatir y mitigar el paro femenino? ¿A cuántas ancianas ha visitado en residencias o a cuántos hospitales ha acudido para auxiliar y apoyar a las enfermas de COVID o la labor encomiable de las profesionales sanitarias? ¿Cuándo ha salido a defender a la mujeres policías o a las políticas de otros partidos que como Isabel Díaz Ayuso o Inés Arrimadas han sido insultadas y vejadas por sus compañeras y militantes de Podemos?
Eso sí, no ha tenido reparos ni pudor en reconvertir a su teórica asesora, Teresa Arévalo, en su niñera pagada con dinero público. ¿Es eso feminismo?
Somos muchos, una mayoría de hombres y mujeres quienes queremos, luchamos y defendemos la igualdad, pero una igualdad sin discriminaciones, igualdad en la educación y en las oportunidades amparada por las leyes, asumida por la sociedad y basada única y exclusivamente en los méritos y capacidades de cada persona y no en soflamas propagandísticas ni en falsos paternalismos totalitaristas que desde postulados de izquierda radical consideran y tratan a las mujeres como seres discapacitados.
No es de extrañar, pues, que la Confluencia Movimiento Feminista haya reprobado el primer año de gestión del Gobierno en materia de Igualdad y haya pedido a Pedro Sánchez el cese de Irene Montero por considerar que "se ha embarcado en una deriva antifeminista" contraria a la defensa de los derechos de las mujeres.